En Europa, al igual que en los Estados Unidos y muchas otras naciones, los líderes políticos y sociales hablan de la criminalidad como si fuera un fenómeno reciente que refleja la crisis de las sociedades actuales. Hasta cierto grado, los líderes de hecho reflejan el enojo público acerca del crimen, pero también lo alimentan. Por ejemplo, la mayoría de los norteamericanos piensan que la tasa de criminalidad ha aumentado sustancialmente en las últimas décadas, pero no es así. En comparación a las décadas de los cincuentas a los setentas, de hecho hay menos criminalidad per cápita que ahora. En literalmente todos los países, y comparando las encuestas, los crímenes más violentos han bajado. Tal es el caso de Finlandia, Gran Bretaña, Alemania y Francia. Geográficamente el crimen tiende a concentrarse en los barrios de las grandes metrópolis. Por ejemplo, en los Estados Unidos, hay mucho más violencia en los asentamientos más pobres que en los de clase media y hacia arriba. Los medios de comunicación realmente han jugado un papel para exagerar la incidencia de criminalidad e inducir temores innecesarios. Así, en Inglaterra, un reciente estudio puso al descubierto que los caminantes evitaban ciertos parques por temor a ser atacados. Y lo cierto es que prácticamente estaban libres de criminalidad. Las películas de Hollywood también han contribuido a introducir el terror social al crimen.