Ha surgido una nueva organización religiosa en los Estados Unidos, pero no se admiten mujeres. Se denomina “Guardiantes de promesas”, y llenan estadios completos de cientos de miles de asientos solamente para rezar y encomendarse. Sobre todo, lo hacen para prometer ser mejores esposos, en un tiempo en que la familia norteamericana está prácticamente disuelta. Ahora juran y perjuran que serán no solamente mejores maridos, sino hijos y esposos. Es muy dudoso que lo puedan hacer solamente por prometerlo. Los norteamericanos han brincado todos los límites que se pueden brincar en lo moral, y de ahí no hay regreso. Están demasiado acostumbrados a su libertinaje, a su poligamia, a su egoísmo, a sus drogas. ¿Puede la reunión colectiva de desconocidos hacer el milagro? Difícilmente. Esta organización, que ya tiene apéndices en toda la Unión Americana está perfilada como un jugoso negocio para engañar a los incautos insatisfechos con su vida personal. Les ofrecen mucho y no les pueden entregar lo que solamente ellos se pueden dar a sí mismos. Para ello, hace falta la educación, la comprensión y la corrección de los errores. Las declaraciones verbales, en forma de promesa, no tienen ninguna dinámica en el manto de la personalidad; es un autoengaño de desesperados. Estos hombres están sintiendo el rigor de lo que significa traspasar todos los límites que se pueden traspasar.