Los países ricos de la cuenca del Pacífico, como Japón, se están convirtiendo en un poderoso magneto para atraer a inmigrantes ilegales de los países vecinos pobres, como Filipinas. La integración económica de Asia tan rápida está tensionando los controles tradicionales de la región a la mano de obra extranjera. Obreros e ingenieros de otras naciones vecinas están construyendo barcos en Japón, pescando en Tailandia y trabajando el hule en Malasia. El suministro casi infinito de mano de obra exageradamente barata proviene de países como China (que cuenta con algunos 1300 millones de habitantes), de Indonesia, e incluso de Nigeria. Pero el flujo se ha vuelto tan, pero tan vasto, que ya los funcionarios se empiezan a preocupar. Se calcula que más de cinco millones de asiáticos están trabajando en naciones ricas, como Corea del Sur. Solamente una parte mínima de ellos tienen sus papeles en regla. Los demás, que son la aplastante mayoría, han llegado en el subterfugio. Así, al igual que sucede en los Estados Unidos con los inmigrantes ilegales, en Asia se repite el fenómeno: explotación de los indocumentados a niveles muchas veces de esclavitud. Estos ilegales por lo general no hablan el idioma o dialecto local y tienen muy poco contacto con la sociedad huésped. ¿Le suena familiar la escena?