Las personas más productivas son las que tienen más armonía en sus vidas. Están familiarizadas con su propio ritmo y saben cuándo han de retirarse para descargar de su mente las preocupaciones o tensiones del momento. Es necesario que nos relajemos, pero que no insistamos tanto. Hay que dejarse guiar por la esencia divina que descubrimos dentro de nosotros. Es decir, hay que distanciarnos de las cosas y de las gentes y dar cabida a la intervención divina. Entre menos esfuerzos haces para llevar a cabo una tarea, parece que tienes más fuerza para llevarla a cabo. Cuando te despreocupas del resultado, permites que éste llegue por sí solo. No te pongas restricciones de tiempo, ni fechas, ni límites, ni despertadores, ni relojes de ningún tipo. Parece simplista dejar que las cosas funcionen sin esperar ansiosamente el resultado, pero es una ley universal: funciona. Aléjate, distánciate de vez en cuando... como quieras ver el de vez en cuando y la magia vendrá.