EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Oscuridad/Jaque Mate

Sergio Sarmiento

“El porvenir es un edificio misterioso que edificamos en la oscuridad y que más tarde deberá servirnos a todos de morada.”

Víctor Hugo

Una experiencia que tuvieron que compartir muchas familias de Mérida después del huracán Isidoro y que hasta la fecha viven otras muchas en el interior de Yucatán, es la falta de energía eléctrica.

La experiencia de vivir sin electricidad, cuando uno ya está acostumbrado a tenerla, puede ser inquietante. Uno no se da cuenta del sinnúmero de actividades que uno realiza cotidianamente que requieren corriente eléctrica hasta que súbitamente ésta falta.

Sin embargo, pese a todas las molestias menores y mayores, entre las que sin duda destaca la imposibilidad de realizar actividades productivas, muchas de estas familias yucatecas redescubrieron un mundo perdido y casi olvidado.

Ante la falta de electricidad, los televisores permanecieron apagados durante días. Los jóvenes no tenían la posibilidad de salir a las discos o a los bares. Las calles estaban convertidas en bocas de lobo. El resultado fue que las familias, al terminar el día, regresaron a la costumbre ancestral de reunirse a conversar a la luz de una vela o de un quinqué o simplemente en la oscuridad.

Varias familias meridanas me han hablado de estas pláticas familiares como un gran descubrimiento. En medio de la tragedia del huracán Isidoro, súbitamente era posible encontrar una de las grandes experiencias del pasado: una que, pese a su sencillez, la tecnología ha vuelto inalcanzable para muchos.

Yo soy, por supuesto, un intenso usuario de la tecnología moderna que requiere energía eléctrica para su funcionamiento. Es común que monitoree la televisión, escuche música y teclee en computadora al mismo tiempo. En las mañanas o en las noches veo con frecuencia dos noticiarios de televisión al mismo tiempo, aprovechando la función de recuadro de mi televisor. Lo primero que hago cuando llego a un cuarto de hotel en cualquier lugar del mundo es ver dónde puedo conectar mi ordenador portátil. Llevo al cinto comúnmente dos teléfonos celulares y un dispositivo inalámbrico de correo electrónico.

Pero entiendo que hay un mundo que funciona sin electricidad y que tiene un encanto especial. No es común que tenga acceso a él. Es cierto que la Compañía de Luz y Fuerza del Centro me regala apagones con frecuencia, pero éstos suelen ser de apenas unos minutos de duración: lo suficiente para borrar el texto en el que estoy trabajando, pero no para tener un verdadero momento de conversación o reflexión. La experiencia de estar una semana sin energía eléctrica no la he tenido hace años.

Sin embargo, todas las personas con quienes hablé en Mérida recientemente sobre esta experiencia tenían algo positivo que decir. El silencio obligado de los aparatos de televisión y de radio, e incluso de los zumbidos ya permanentes de refrigeradores y equipos de aire acondicionado, se convirtió en un alivio insospechado al ruido ambiental. En muchos hogares meridanos surgió súbitamente una oportunidad para que los padres conocieran realmente a sus hijos o éstos se interesaran por aquéllos. En el peor de los casos hubo la ocasión de reflexionar a solas sobre los temas fundamentales acerca de los cuáles nunca tiene uno tiempo de pensar.

No voy a recomendar aquí que las autoridades empiecen algún tipo de programa para hacer obligatorios estos momentos de comunicación familiar y reflexión. No me voy a unir tampoco a las filas de quienes rechazan la apertura del sector eléctrico a la inversión privada porque quieren garantizar más apagones en el país. Pero sí creo que las familias deberían aprovechar ocasionalmente la libertad que tenemos para una noche apagar todas las luces y todos los aparatos de comunicación, a fin de permitir que en la oscuridad florezca el genio de la palabra humana y, por qué no, el del silencio.

Si lo hacemos estaremos recreando uno de los momentos mágicos que durante milenios permitió la integración de la familia y la sociedad. Las conversaciones en la oscuridad fueron el inicio de la literatura y de la reflexión política, filosófica y científica que permitió la transformación de la humanidad. Paradójicamente, esa transformación, al generar los avances tecnológicos que hoy saturan nuestra existencia, ha hecho imposible, excepto en momentos de desastre, tener el tiempo necesario para mantener esas pláticas en la oscuridad.

Presupuesto

Me imagino que habrá mil cosas que arreglar en la propuesta de presupuesto del gobierno para el 2003. Espero, sin embargo, que a los legisladores no se les ocurra aumentar el déficit. Nuestros legisladores todavía no han entendido que déficit significa deuda, y que la deuda ha sido uno de los principales lastres de nuestro país desde la década de 1970.

Leer más de EDITORIAL / Siglo plus

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 4983

elsiglo.mx