EFE
El Cairo, Egipto.- Los ocho palacios de Saddam Hussein son el secreto mejor guardado de Iraq; nadie ha podido confirmar que oculten armas de destrucción masiva porque nunca han sido inspeccionados.
Según portavoces diplomáticos, albergarían lujosas mansiones y también complejos oficiales cuya inviolabilidad sirve para alumbrar todas las sospechas, pero les protege de cualquier evidencia que pruebe la acusación.
De acuerdo con las fuentes, que se remiten a la documentación de que dispone la ONU, los ocho recintos presidenciales incluirían un total de 1,058 edificios, entre residencias, garajes, almacenes y masivas estructuras de hormigón.
Tras altas murallas y con accesos bajo infranqueables medidas de seguridad, las construcciones no son visibles desde el exterior y aunque en Iraq son objeto de muchas conjeturas la única información sobre ellos procede de extranjeros.
El último visitante, que se sepa, que recorrió al menos una fue el secretario general de la ONU, Kofi Annan, quien en febrero de 1998 conoció de manera “guiada” el Al Qasr Al Yumhri o Palacio Republicano, al sudoeste de Bagdad.
Diplomáticos árabes que le acompañaron dijeron que habían visto muebles y sirvientes, estancias y pasillos, pero ni rastro de las presuntas armas químicas y bacteriológicas que ya enfrentaban a Iraq con la comunidad internacional.
Annan firmó durante el viaje un “protocolo de entendimiento” con Saddam Hussein a fin de preservar los palacios de las inspecciones armamentísticas de la ONU, lo que no fue suficiente para frenar una primera y grave crisis.
Igual que ahora, EU insistió en que los recintos fueran incluidos en los trabajos de verificación y, ante la tajante negativa de Bagdad, los expertos de la ONU abandonaron en diciembre de aquel año Iraq, adonde desde entonces no han regresado.
A la espera de un desbloqueo que, cuatro años después, permita evitar una campaña militar que tendría su origen en los ya famosos palacios, éstos continúan siendo permanente manantial de inspiración popular y de obras de ficción.
En las calles del mundo árabe corre de nuevo la voz de que el ultimo de ellos fue construido sobre las colinas que rodean las ruinas arqueológicas de Babilonia, ante las que Saddam se extasiaría con el ensueño de ser el nuevo Nabucodonosor.
No existe sin embargo confirmación de que exista esa mansión, como tampoco de la versión en libros de gran venta de que los miles de obreros que construyeron los palacios fueron ejecutados al acabar su trabajo para que no pudieran revelar su ubicación.
Y la lógica de que es imposible probar lo que no se puede ver, pero que esa situación induce a pensar lo peor, sigue en el fiel de la balanza del pulso que mantienen Washington y Bagdad, sin que ninguno de los dos quiera hasta ahora dar su brazo a torcer.
“Si fríe un huevo y no hay ventilación en la cocina usted se asfixiaría. ¿Qué pasaría entonces con el humo que desprendería la elaboración de gas venenoso?”, planteó un funcionario iraquí al ser interrogado en Bagdad sobre la veracidad de las alegaciones.
El ejecutivo de la Comisión de Industrialización se contestó a sí mismo: “si en los palacios se preparase armamento químico, todos los seres del lugar, incluidas las plantas, hace tiempo que estarían muertos”.
“Pero de qué estamos hablando, ¿de los palacios de la Bella Durmiente?”, se interrogaba al tiempo, pero a miles de kilómetros de distancia, un funcionario de Washington cuando fue abordado por los periodistas con una pregunta muy parecida.
“Grandes edificios, servicios sofisticados y un enorme celo por ocultar todo...”, comenzó por responderse también a sí misma esta segunda fuente, funcionario del Departamento de Estado, antes de dejar en el aire otro interrogante: “¿Qué hay detrás?”.