La incertidumbre respecto a la recuperación de Estados Unidos crece todos los días. La semana pasada se dio a conocer que la producción industrial estadounidense cayó inesperadamente 0.3 por ciento en el mes de agosto, lo que junto con la disminución en el nivel de confianza de los consumidores en este mes, vino a confirmar lo endeble de su proceso de recuperación.
Los indicadores económicos de Estados Unidos muestran un panorama mixto, con una economía que se debilita pero que todavía no cae nuevamente en recesión. Esta apreciación la confirman las opiniones de varios miembros de la Reserva Federal (Fed) de Estados Unidos durante la última semana de agosto y los primeros días de este mes, así como el comunicado dado a conocer ayer después de la reunión del Comité de Mercado Abierto de la Fed, que mantuvo las tasas de interés inalteradas y advirtió sobre el riesgo de una mayor debilidad de la actividad productiva en los próximos meses.
En Europa, la situación es similar. El pesimismo y la incertidumbre no solo ocurren en los Estados Unidos, que de por sí es bastante preocupante, sino también en varios países europeos y se reflejan en las expectativas de los consumidores y los ejecutivos de empresas, así como en la caída de la producción industrial en Francia durante el mes de julio y el reporte del Banco Central Europeo del mes de agosto, que reconoce lo incierto de la fortaleza de la recuperación en sus países miembros.
Los consumidores italianos, por su parte, mostraron en agosto el nivel de confianza más bajo en más de tres años, mientras que algo similar sucedió con los ejecutivos alemanes, cuyo pesimismo en agosto fue el más alto desde el mes de febrero. Todos estos indicadores son señales de que la pérdida de dinamismo también está ocurriendo en la economía europea.
Japón, por su parte, continúa sin dar indicios de vitalidad económica. Un trimestre con desempeño mediocre se sigue de otro malo, para extender el período depresivo de la economía japonesa por más de diez años. Nadie espera que Japón sea capaz de contrarrestar la debilidad que existe actualmente en los demás países desarrollados.
Los pobres resultados de las naciones industrializadas en el terreno productivo también están presentes en la gran mayoría de las economías emergentes, en particular las de América Latina, con el agravante de que en algunos de sus países más importantes existe además un severo deterioro financiero que aumenta su vulnerabilidad a los vaivenes económicos internacionales.
El colapso en Argentina, las inquietudes financieras en Uruguay, los temores políticos en Brasil, el descontento en las calles en Perú, Venezuela, Ecuador y Colombia, así como la parálisis legislativa en materia de reformas estructurales y los desórdenes del sindicato de Pemex en México, han erosionado la percepción que tienen los inversionistas internacionales sobre nuestros países. Por ejemplo, el denominado riesgo país para México se ubica hoy cerca de los 450 puntos base, más de 70 por ciento por encima del que registró hace apenas unos meses. Este nivel es mucho mejor que el de Brasil, Uruguay y Argentina, pero su tendencia constituye indudablemente una señal negativa.
Este panorama económico mundial no es alentador. Menos cuando persisten los temores de más ataques terroristas en Estados unidos y la posibilidad de una confrontación bélica con Iraq. Esto no sólo lleva a moderar las expectativas respecto al crecimiento de las economías estadounidense y global en 2003, sino que eleva la probabilidad de una recaída mundial en el futuro próximo.
Un entorno como el descrito también nos obliga a replantear lo que podemos esperar para nuestra economía en 2003.
La Secretaría de Hacienda reconoció la semana pasada una meta de crecimiento económico más modesta a la prevista en el Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide) para el año próximo. Sus funcionarios adelantaron que el paquete económico para el 2003, que se enviará al Congreso en noviembre, contempla un crecimiento de 3 por ciento, frente al 3.5 por ciento previsto en el escenario sin reformas estructurales del Pronafide.
Esta revisión del escenario oficial mexicano se debe, según las mismas autoridades, a una estimación más conservadora del crecimiento de la economía norteamericana, que ahora se prevé de un 2.5 por ciento, en vez del 3 por ciento anteriormente esperado. Esta previsión se encuentra, por cierto, entre las más conservadoras que se conocen para la economía estadounidense, pero aún ella pudiera resultar optimista en caso de que ocurra la tan temida recaída.
Por otra parte, nuestras autoridades son más cautelosas que los economistas del sector privado que encuesta cada mes el Banco de México en relación con sus previsiones para el 2003. Hasta el mes de julio dicha encuesta mostró un crecimiento promedio alrededor del 4 por ciento, mientras que en agosto se ubicó en 3.78 por ciento.
Es posible que dicha cifra disminuya algo más en la encuesta correspondiente a este mes, pero el número seguirá siendo más optimista que el esperado por el gobierno.
Un crecimiento del 3 ó poco más por ciento para 2003, lejos de ser espectacular, implica una mejora en relación con lo sucedido este año. Nótese, sin embargo, que en todas estas revisiones de números no aparecen todavía el efecto de la depreciación reciente del peso y el alza del ?corto? de este lunes pasado, así como estimaciones de un escenario que refleje las repercusiones que tendría sobre México un empeoramiento de la economía estadounidense.
Esperemos, por nuestro bien, que no tengamos que ponernos a trabajar en escenarios más pesimistas en los meses siguientes.