SUN-AEE
MÉXICO, D. F.- Le contaba a una buena amiga que hace un par de semanas, mi marido me llamó de la oficina para “notificarme” que iba a reunirse en la noche con uno de sus viejos cuates de la universidad. Lo primero que me vino a la cabeza fue que cómo era posible que después de los dos meses de súper intensa chamba que llevaba, se le antojara desvelarse en jueves… y lo peor: ¡el plan ni era conmigo! Le contesté con el más seco y hasta envidioso “como quieras, yo voy a estar solita en la casa”. La verdad es que en ese momento me ardí un poco y creo que no entendí que, ver a su amigo, era exactamente lo que necesitaba y que, no por eso, me quería menos ni le importaba menos lo que pasara con nosotros.
Cuando recién nos enamoramos es muy fácil pensar todo el tiempo en términos de “nosotros”. No queremos ir ni a la esquina sin el otro; nos parece lo más natural que nos quiera acompañar a comprar una caja de galletas, a escoger el vestido para una boda, o a una reunión de amigos de la primaria. No cabe duda que descubrir a la persona que amas es demasiado interesante como para perder un solo segundo que puedas compartir con él o ella.
Sin embargo, con el tiempo, quizás con los hijos o el desgaste normal de una pareja, aún durante el noviazgo, vienen momentos donde el “nosotros” ya no hace tanto sentido o hasta empieza a estorbar, al grado que, casi sin sentirlo, nos separa poco a poco. ¿Por qué si hubo un día en que nos parecía bien estar como muéganos prácticamente todo el tiempo, hoy nos damos cuenta de que hay muchos espacios entre nuestra pareja y nosotros?
La ecuación no es tan complicada. Para que un “tú” más un “yo” siga siendo un “nosotros dos” es necesario que el “tú” sea auténticamente el “tú” y no se confunda con el “yo”. Muchas parejas olvidan, con el paso de los años, que la relación entre ellas es un ente nuevo y original; un proyecto en conjunto pero diferente a todo lo demás que hacen y que se alimenta de lo que cada uno de ellos aporta por separado. Si dos personas se quieren pero se empiezan a invadir en actividades que son personales, terminarán por acostumbrarse, aburrirse y quizá hasta separarse.
Al principio estamos tan distraídos en el enamoramiento y la novedad de cualquier relación que no pensamos en que tenemos que equilibrar nuestras actividades, pero el tiempo se encarga de poner a prueba el amor.
Una mujer necesita hacer cosas por sí misma y evidentemente sin que la acompañe su novio o esposo como estudiar o trabajar, ir al salón de belleza, hacer compras para ella, para su casa o para él, ver a una vieja amiga y tener una larga conversación, etcétera. De la misma manera, un hombre necesita ir solo a trabajar, a una comida de negocios, a tomar una cerveza de vez en cuando con un viejo amigo, a llevar el auto a que le arreglen algo o lo laven, etcétera.
Habrá cosas que son flexibles y admiten compañía como hacer ejercicio, escoger un regalo para un amigo mutuo, pero todo depende del carácter, la sensibilidad y las necesidades específicas de cada quien. Algunas mujeres pueden sentirse auténticamente “desplazadas” sólo porque su novio no quiere llevarlas a la reunión de ex alumnos, y a muchos hombres puede parecerles completamente extraño que las mujeres no quieran hacer ejercicio con ellos, con tal de que no las vean sudorosas y sin maquillaje. La comunicación y la confianza son la clave.
Cada persona, como parte de una pareja, tiene su propia libertad, personalidad, gustos y oportunidades, y debe hacer uso de ellas como mejor lo considere. Si para uno es muy importante hacer una visita sólo a un museo cada mes, por ejemplo, que lo haga. Si el otro necesita tiempo para pasear sólo y leer en silencio en un parque, que se lo explique a su pareja, pero que no deje de hacerlo. Ninguno debe permitir que algo (especialmente las dudas o la falta de comunicación) le prive de aquellas experiencias que lo enriquecen de manera individual, porque sólo de esa manera tendrá algo nuevo que agregar, que aportar a su relación y a su proyecto en pareja.
Amar a otra persona significa necesariamente confiar en ella. Casi todas las dificultades para seguir pensando en términos de “nosotros” se presentan porque tenemos miedo de que el otro no esté considerándonos de la misma manera que nosotros le tomamos en cuenta o que llegue a olvidarnos. Cuando realmente amamos a otro, nos preocupamos porque esté bien, porque obtenga lo que necesita para sentirse en paz, satisfecho de sí mismo. Como dicen “juntos pero no revueltos”, y así uno más uno siempre serán unos felices dos.