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Pequeñas Especies

M. V. Z. Francisco Núñez González

Un digno monumento

En el Central Park de la ciudad de Nueva York se erige una estatua en honor a “Balto” y a sus compañeros alasakan malamute (raza de perros de trineo).

Es uno de los pocos monumentos de este tipo que existen en el mundo y fue inaugurada en 1923. Lleva una lápida con las siguientes letras: “Dedicado al indomable espíritu de los perros de trineo que salvaron a la ciudad de Nome recorriendo más de 600 millas y sin desfallecer”. La historia a la que hace mención esta lápida es la de la “Epidemia de Difteria de Nome”.

Había surgido una epidemia de difteria en la ciudad de Nome, pero no había suero suficiente para todo el poblado, el único modo de transportarlo fue en trineos tirados por perros. Veinte mushers y ciento sesenta perros se repartieron la hazaña de cruzar Nenana hasta Nome (mil kilómetros aproximadamente) a través de tormentas de nieve y condiciones climáticas durísimas, con temperaturas de cuarenta grados bajo cero y vientos superiores a los 80 km. Por hora.

Se llegó hasta Nome en sólo cinco días y de esta forma se pudo salvar la ciudad.

Gran parte del mérito de esta hazaña se debe al alasakan malamute “Balto”, ya que cuando su dueño se quedaba desmayado por el cansancio y por las bajas temperaturas, fue “Balto” quien seguía el rastro hasta llegar a Nome.

Precisamente esta raza se caracteriza por el finísimo olfato que consigue hallar las pistas exactas aunque estén cubiertas por altas capas de nieve y con su extraordinario sentido de orientación sabe localizar en plena tormenta o en la larga noche polar la única cabaña perdida en el desierto de hielo, además como todos los perros del norte, es fidelísimo, inteligentísimo, dócil, limpio, sin olores desagradables.

Aún bajo el cansancio, la carga a cuestas del trineo, las patas sangrando, en un pésimo estado, “Balto” supo conservar el liderazgo de la jauría y poder cumplir con la responsabilidad que parecía saber de la invaluable y delicada carga, que logró salvar la vida de cientos de niños y personas inocentes, que en reconocimiento a su hazaña, le erigieron a un perro su propia estatua.

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