“Mírate pobre, pero no solo”. Lo primero es soportable aun para aquellos que nunca antes lo han sido. Lo segundo es terrible incluso para, los que antes de encumbrarse han sabido algo de la soledad del que nada tiene.
Durante estos dos últimos años sólo se ha tenido tiempo para estar atentos a lo que ha dicho y ha hecho el Presidente de la República, ganador de las últimas elecciones nacionales, pero ¿qué ha pasado, durante ese mismo tiempo con quien las perdiera, resultado que jamás había pasado por su mente?
70 años lo aseguraban llegar a ser lo que no pudo. O no pudo hacerlo su partido. Lo revistieron de todas las virtudes. De todas ellas la única que le ha servido para el trance, que le tomó de sorpresa, fue la serenidad. En su momento, se abstuvo de gritos y protestas que hubieran sido de mal gusto ante la evidencia del hecho.
Lo cierto es que no estaba preparado para lo ocurrido. Olvidó que todo podía pasar, sencillamente porque así es la vida. 70 años de haber ganado su partido, una tras otra, todas las elecciones no son precisamente, la mejor preparación para perder y conformarse con ello. Pero no hubo de otra.
Y resulta que aquel hombre, casi perfecto según sus partidarios, que hoy tratan de esconderse en todas partes, poseedor de todas las virtudes habidas y por haber, a las que hoy ha agregado la gran experiencia de haber perdido y todo lo que ello representa: sufrir y soportar serenamente el doloroso final porque, aunque lo ocultara bastante bien, el dolor de perder debe de haber sido punzante; todas las ofensas de sus enemigos, el vacío de sus amigos que, como ya no podía darles lo que les había ofrecido a lo que de él esperaban, fueron a buscar lo suyo por otras partes, bajo otras sombras de mayor estabilidad, porque lo cierto es que quien, como los candidatos, lo arriesgan todo a esa carta mayor, si pierden, lo pierden todo, no vuelven a ser lo que antes eran: Una esperanza, un porvenir. Al reintegrarse a la realidad vuelven, no a donde estaban y como desde el momento que pierden comienzan a apestar, un poco si ustedes quieren, pero a apestar, vuelven no a lo que eran sino a donde pueden.
¿Quién busca, díganlo ustedes, la compañía de un perdedor? Así comienza la soledad, esa cosa más temible que la pobreza. Ésta con frecuencia se puede manejar lo suficiente como para que no se note; pero, la derrota parece que lleva heraldos anunciando al derrotado por donde quiera que va.
A los ex presidentes, aun los que salen sin fortuna, jamás les falta quién les ayude o quién les ofrezca un trabajo que les mantenga la categoría de lo que han sido. Los candidatos derrotados, mientras más lejos mejor. Esta es la ley de la vida y más de la vida política. Y aunque siga saliendo en la tele ya no es noticia o es noticia negativa.