Sucede que en el PRI están pensando en expulsar de él al ex presidente Zedillo. Lo ha puesto a pensar en ello Humberto Hernández Haddad, ex diputado federal y ex cónsul de México en Norteamérica, quien afirma que Ernesto Zedillo Ponce de León “dejó una larga lista de daños causado al PRI y al país”.
Suele decirse que “más vale tarde que nunca”, pero, no en todos los casos es cierto. Que un flojales repentinamente se ponga a trabajar, aunque fuera en los últimos años de su vida, por supuesto que es preferible a que nunca lo hiciera, para los demás y hasta para él mismo. Al morir dejará un mejor recuerdo.
Pero, en el caso de Zedillo, independientemente del antecedente de que eso mismo se quería hacer hace poco más o menos seis años con el ex anterior sin que progresara la solicitud y la prueba es que Carlos Salinas de Gortari sigue hoy tan campante como siempre; la expulsión sería injusta si no la extienden a sus antecesores hasta topar con Luis Echeverría, pues, seguramente no hay daño, valuado en pesos y centavos, que haya hecho Zedillo a México que cualquiera de los otros, Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas no le hayan hecho antes a nuestro país, incluso si ustedes quieren, creyendo hacerle un bien. Y la culpa de que pudieran hacerlo, inclusive Zedillo, es del partido que los admitió, los distinguió entre los suyos hasta poner en sus manos el poder necesario para causar tales daños, de los cuales el importante es el que hicieron a México, pues el que haya hecho al PRI en particular sólo les interesa a sus “duques” que de alguna manera se resienten en sus entradas y en sus posibilidades futuras dentro de él, y no mucho a sus partidarios sufragistas, pues a ellos también se los llevaron entre las patas.
Lo que todos esos hombres hicieron ya no tiene remedio. Cuando lo hacían no faltaron voces que los señalaran, pero no hay peor sordo que el que no quiere oír y el más sordo de todos ellos fue el PRI, partido de todos ellos. Si entonces, de alguna manera, les hubiera dicho al oído alguna reconvención, acaso las cosas no hubieran llegado a lo que llegaron. Si les hubieran dicho al oído, repito, la décima parte de lo que hoy dicen al presidente Fox en cuanta oportunidad se presenta, acaso ninguno de ellos hubiera llegado a lo que llegó y hoy, después de atole, no andaría nadie pidiendo la expulsión de Zedillo, para la cual, ya digo, hay que pensar en la de sus antecesores.
Pero, esta es una característica, no sólo del PRI de todos los mexicanos: no hacer a tiempo lo que se debe, dejándolo para mañana. Un mañana que se convierte en generaciones. Y así se da el caso de que cuando se decide investigar algo ha pasado tanto tiempo de lo ocurrido que sus actores y testigos, si no han muerto son tan mayores que al ser llamados mueren del susto y las cosas se quedan como estaban. Y así, los arrepentimientos, sean del PRI o de la justicia, en México son siempre tardíos.