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Pequeñeces/Eficacia o impotencia

Emilio Herrera

Nadie llega a saber mejor cuánta es la impotencia de aquellos que han alcanzado el poder, que ellos mismos. Cuando de alguien se decía que mandaba más que un rey, lo que se trataba de señalar no era lo que de buenas a primeras parece, sino al contrario, el poco poder que tenía, pues necesitaba ordenar muchas veces lo que quería para lograr que se hiciera.

El verdadero poder es difícil de alcanzar y sólo se logra cuando el que lo detenta se hace acompañar de hombres talentosos, leales y responsables en los que puede descansar, porque sabe que son capaces de sacar adelante cualquier tarea que les encomiende, sin perder el tiempo en preguntarle cuándo y cómo tiene que hacerla. Porque el momento es ya, si no, no se lo hubieran ordenado y el cómo, debe saberlo, si no, no ocuparía el puesto que ocupa.

Lamentablemente, en los últimos tiempos, en nuestra ciudad y en nuestro país muchos son los que parecen no saber para qué están en el sitio que ocupan. Y algunos que están en puestos cuya responsabilidad mayor es aclarar las dudas de los causantes, si alguno de sus visitantes le pregunta por qué debe hacer así tal o cual cosa, la única contestación que sabe y da es: “Porque sí.” Y no hay dios que lo saque de allí. Y si acaso alcanzara otra sería la también famosa de: “Y hágale como quiera.” Será cuestión de lo ocurrido durante los setenta años anteriores; será cuestión de lo ocurrido durante los últimos siete; será cuestión de lo ocurrido en los últimos dos, la cuestión es que muchos no creyeron vivir lo suficiente para ver las carencias que nos rodean y menos oír la confesión de parte de los gobiernos federal, estatales y municipales, de una pobreza que les impide sostener con decoro los más elementales servicios y ya las han oído y las están viviendo.

No obstante, culpables no hay. Eso sí que no. Es posible, también que estemos tan acostumbrados a nuestros defectos, que ya no los veamos. Pero, admitir que algo se pudo haber hecho oportunamente para evitar o minimizar lo ocurrido y no se hizo a todo poderoso, grande o chico, le parece humillante.

La verdad es que al más poderoso y a los menores les faltaron, en los momentos necesarios, esos hombres de que hablamos al principio, talentosos y responsables, capaces de sacarlos de sus apuros. Y eso, por la sencilla razón de que antes que en hombres así, pensaron en rodearse de familiares y cuates, con el propósito generoso de ayudarlos y muchos allí siguen, porque a pesar de los adelantos, a pesar de la democracia y de todo lo que se quiera, sigue privando la creencia de que un mexicano sirve para lo que sea. Y, ¿ya ven que sí? Pues, no.

El presidente electo de nuestra ciudad debe reflexionar mucho en esto durante este tiempo que seguramente dedica, a seleccionar a la gente que le va a acompañar durante su ejercicio. Que no sea de esos que convierten en reyes a sus superiores, sino de los que pueden convertirlo en un presidente municipal eficaz.

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