No somos guerreros por vocación; sin embargo, siempre hemos estado metidos en dos guerras que sentimos muy nuestras: una de ellas porque, ¡ah! cómo nos dan guerras nuestros políticos, y la otra por nuestros pobres que sexenio a sexenio hacen crecer nuestros gobernantes.
Si nuestros políticos se portaran de otra manera las cosas en nuestro país irían mejor. Pero, nuestros políticos no crecen, algunos, al contrario, están peor que los primeros. Padecen un mal profundo. No entienden, o no quieren entender, que su época les está exigiendo, lo que a todos los mexicanos, adaptarse a ella y actuar en consecuencia.
Ahora mismo, este medio día, las noticias nos traen la de unos presidentitos (porque sus ciudades son pequeñas) que, independientemente de cobrar oportunamente sus salarios (y también nos sorprenderíamos de saber a cuánto ascienden) cargan a su cuenta de gastos no sólo lo que visten sino también la que lucen sus damas, y el plural es porque las tallas son diferentes.
Uno se sorprende de por qué a pesar de las cargas que consigo traen los puestos de presidentes de cualquier nivel, y de saber de antemano lo cortos que van a ser sus presupuestos, nunca faltan candidatos para ellos. Y es que, como dicen que decía uno de nuestros presidentes: “Olvídate de la carga, piensa en los fletes. ¡Ésos sí que son buenos!”.
No obstante que de vez en vez la democracia asoma sus narices, somos incapaces de organizarnos, por eso, al mismo tiempo, la anarquía asoma las suyas, como fácilmente se puede ver en el desarrollo de las protestas capitalinas donde mujeres y hombres se desnudan sin más, sin que nuestra policía, ni nuestros congresistas, ni los mismos espectadores que, en todo caso, no han ido a eso, hagan algo por evitarlo.
Y en cuanto a los pobres, éstos siguen en las mismas. Las instituciones oficiales creadas para protegerlos, son incapaces de hacerlo, por lo mismo que muchas otras cosas son imposibles: por la falta de dinero. Pero, a sabiendas de ello, se les sigue mintiendo, y cada vez que nuestros políticos abren la boca han de cerrarla para afirmar que todo lo que hacen es para proteger a los más necesitados.
Si todos los grupos de asistencia social que en nuestro país existen y vienen trabajando desde hace años y años, unos por los niños, otros por los ancianos, los de más allá por los enfermos, los de allí por las abandonadas, y así por el estilo, pero todos por los pobres, renunciaran a su voluntaria labor, a la que muchos gobernantes miran con indiferencia, se vería el problemón que les aparecería de pronto a las autoridades.
Nuestros políticos juegan mucho al hombre de importancia, por eso muchos problemas no disminuyen, no que se resuelvan, pero, al menos disminuirlos, y así, para darse importancia, no sólo no los resuelven, se dan “taco” al no hacerlo, al negarse. El motivo de las instituciones no es inaugurarse sino servir a diario a quienes más las necesitan.