Solemne ceremonia de toma de posesión de la Presidencia de la República, por el Lic. Gustavo Díaz Ordaz, el primero de diciembre de 1964, en el bello Teatro de Bellas Artes, declarado recinto oficial para este acto.
“A las diez de la mañana se inició el arribo de las misiones extranjeras. Se logró una organización perfecta y todos los concurrentes no tuvieron que luchar, como ha ocurrido otras veces, para penetrar al Palacio de Bellas Artes y luego encontrar su lugar.
A las diez y cinco el presidente de la Cámara de Diputados, don Alfonso Martínez Domínguez abrió la sesión y se pasó lista de diputados y se comprobó que había quorum. En seguida se pasó lista de Senadores y habiendo también quorum se declaró abierta la sesión del Congreso General. Se dieron a conocer las comisiones designadas para acompañar a los presidentes saliente y entrante y se dio lectura al acuerdo relativo a declarar el Teatro de Bellas Artes, recinto oficial del Congreso, y se decretó un receso en espera del arribo de los presidentes.
Entre tanto, llegaron los ex presidentes que en orden de antigüedad ocuparon el palco número tres a la derecha del foro. Portes Gil, serio y adusto; Abelardo Rodríguez; Cárdenas, más serio y más adusto que Portes Gil, con Miguel Alemán a su lado, que a su vez tuvo a su izquierda a Ruiz Cortines.
A las diez treinta y cinco arribaron al Teatro las familias López Mateos y Díaz Ordaz. La presencia de Eva y Avecita y de doña Lupe, Gustavo, Lupita y Alfredo fue recibida con grandes aplausos de todos los presentes que se pusieron de pie.
A las diez cuarenta y cinco se escuchó un toque de clarín que anunció la llegada del presidente López Mateos. Hizo su entrada al salón en medio de una selva de aplausos que no terminó durante todo su trayecto. López Mateos, portando la banda presidencial saludó a todos mientras se encaminaba al foro. Le seguían Huerta y Humberto Romero. En el acto, Díaz Ordaz pronunció un discurso que apareció en un periódico citado y del que tomo lo siguiente:
‘En fervorosa demostración cívica que el pueblo de México convirtió con desbordante fiesta nacional el voto de los ciudadanos depositó en mis manos la bandera de su esperanza. Yo la recibo con los más limpios propósitos de defenderla y de servirla. De hecho me ha confiado mi pueblo y sé muy bien que mucho me va a exigir; soy consciente de la enorme responsabilidad que asumo, pero con el optimismo nacido de mi fe en los destinos de México. La misión a cumplir excluye tanto las pausas como la improvisación. Es una obra que por su amplitud y profundidad requiere el esfuerzo sostenido no de un hombre ni de un grupo de hombres, sino de toda la sociedad y de varias generaciones, que combinándose y sucediéndose, estén inspiradas, como lo han estado en el curso de la historia, por una sola pasión: el bien de nuestra patria’.
La clara visión de nuestros próceres está vigente, y por la acción perseverante y dinámica de nuestro pueblo, se enriquece de continuo frente a las nuevas realidades y a los más complejos problemas. Cada titular del Poder Ejecutivo que se va renovando, a su turno, realiza esforzadamente su parte en la tarea permanente de alcanzar las más elevadas metas y deja puestas las bases para continuar la siguiente etapa”.