Acaba de ser publicado el reporte de la Reserva Federal de los Estados Unidos sobre el desempeño de la economía de aquel país. En pocas palabras, el escaso crecimiento de la economía norteamericana se sigue basando en las ventas de autos, la construcción y remodelación de casas, con la novedad de que ahora se le suma el gasto militar. Esto significa en primer lugar, que sigue siendo el sector del gasto del consumidor y no la inversión productiva el principal soporte del crecimiento económico. En segundo lugar, tenemos algo que era de esperarse, la enorme inyección de gasto del sector público a través del presupuesto militar se convierte en un motor más de dicho crecimiento. Sin embargo, y ya lo hemos comentado varias veces, el déficit fiscal que esto significa ha de constituirse en un futuro en el principal problema de la economía estadounidense en un futuro cercano y, en consecuencia, de la economía mundial. La necesidad de financiamiento de dicho déficit ocasionará ajustes, más temprano que tarde, en las tasas de interés del vecino país y en la disponibilidad de recursos para el resto de las naciones, precisamente en momentos en que los flujos de capital hacia las naciones emergentes, como la nuestra, no se caracterizan precisamente por ser abundantes.
En estas condiciones, las perspectivas de crecimiento para la economía mexicana en lo que resta del año y para el año entrante no se presentan nada halagadoras. La enorme dependencia con el desenvolvimiento de la economía estadounidense empieza a reconocerse como lo que es, un serio problema estructural, cuya herencia debemos a los tristes gobiernos neoliberales que nos han dirigido ?estratégicamente? en los últimos 3.3 sexenios.
En el corto plazo, el mismo Banco de México, a decir del señor Ortiz, su gobernador, se han ajustado ya las metas de crecimiento a sólo 1.3% y se acepta, por fin, que las presiones inflacionarias de fin de año son fuertes, con lo que es muy difícil conseguir igualmente la meta de control de precios para este año. Imagínese usted para el año siguiente. Sin embargo, y en ese tipo de declaraciones dignas de un economista burgués de la más elevada categoría, se nos dice que la inflación del próximo año puede llegar a ser del 3%, eso sí, siempre y cuando se limiten o reviertan las peticiones salariales. Esto es, el gobierno no ha fracasado en sus objetivos, ¡no! Una vez más han sido los factores externos los culpables y claro, los trabajadores tienen su parte al haberse excedido en sus peticiones y si no se controlan, serán ellos los únicos responsables de que la inflación no sea homologada al de nuestro principal socio comercial, serán los responsables de restar competitividad a las industrias mexicanas. Por supuesto que si los trabajadores cobran conciencia de que deben limitarse a ganar menos y esforzarse más, y además, colocan su suerte en manos del gobierno y votan por el PAN en las próximas elecciones del 2003, podrán desarrollarse todas las oportunidades de negocios que el país (o los oligarcas) necesitan y las cosas serán mucho mejores. En efecto, estas oportunidades que han sido descritas bajo el pomposo nombre de ?reformas estructurales? han de permitir a los principales grupos económicos del país y sus socios extranjeros hincharse de millones, proceso que debe complementarse con una contención salarial para que el país alcance la grandeza que merece. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. En el ámbito laboral, no se termina se establecer un consenso sobre la reforma laboral y dependerá del aumento del desempleo, el que los sindicatos el año entrante limiten sus peticiones.
En el plano internacional, el avance de la izquierda tanto en Brasil, como en el Ecuador y Venezuela amenazan los flujos de inversión extranjera hacia nuestro país. En este sentido, el señor Ortiz se ha dado cuenta del verdadero peligro. Hasta ahora, el análisis más trivial acerca de la relación entre el triunfo de la izquierda en las naciones sudamericanas y la disminución de los flujos de capital hacia los mercados emergentes, pasa por el miedo a que estos gobiernos declaren la moratoria a los pagos de su deuda externa, que en casos como el de Brasil, alcanza casi un cuarto de billón de dólares. Pero, el riesgo de moratoria no depende ya, en aquellas naciones del triunfo de tal o cual candidato, es un problema real, porque difícilmente, ante la disminución del crecimiento y del comercio mundiales, podrán estas naciones contar con los dólares suficientes para liquidar sus adeudos. No depende de una situación ideológica o de un programa político, es un hecho objetivo real. Ante este panorama, la renegociación de sus deudas es ineludible.
Pero al renegociar la deuda, se difieren pagos, se reducen las cargas de los servicios financieros, de tal forma que los pagos se ajusten a la capacidad real de pago de los gobiernos y las empresas de dichos países.
Esto mismo ha hecho México en los últimos años y es un fenómeno financiero totalmente normal en estas condiciones. Pero esta disminución de los pagos surte el mismo efecto que una moratoria unilateral de pagos, ya que la cantidad de recursos que se reciclan al sistema financiero mundial y que son los que estarían disponibles para nuevo financiamiento a otras naciones, disminuirán.
De ahí el enojo del señor Ortiz, que recrimina que el nuevo gobierno de Brasil vaya a intentar un proceso de renegociación de su deuda ante la banca internacional. Que soberbia la de este personaje, que reclama a otros lo que él mismo hace desde hace tiempo sólo por el simple hecho de que esto estorba a sus planes.
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