Como lo hicieron en Guerrero, y parcialmente en Hidalgo, en el estado de México irán juntos, para la renovación de ayuntamientos de marzo próximo, el Partido Revolucionario Institucional y el Verde Ecologista. Constituyeron una coalición llamada Alianza para todos. No hay simetría entre los beneficios que puede obtener el PRI, apenas un leve incremento en su votación, y los de Partido Verde, que como hizo hace dos años cuando se alió con el PAN, consiguió posiciones por encima de sus posibilidades. No siempre las coaliciones sirven para sumar. Es posible que el acuerdo entre los líderes de los partidos que se asocian no sea compartido por los militantes y en mayor medida aun por los votantes. Eso es así de modo especial cuando se aproximan quienes antes estuvieron distantes y más todavía cuando fueron adversarios acérrimos. Desde su nacimiento, el Verde buscó situarse con una paradoja en el espacio público: haciendo política como es imposible no hacerla cuando se solicita el voto ciudadano, expresaba su rechazo por la política. Vota por un ecologista, no por un político, pedía su lema, a cuya expresión seguían escenas en que la gente repudiaba a los políticos. Quedarán perplejos y en un brete, en consecuencia, los partidarios de los ecologistas a quienes ahora en el estado de México (como antes en las entidades mencionadas) se invita a votar conjuntamente por quienes aseguran no ser políticos y por quienes encarnan la política. Y la peor política, por añadidura. Numéricamente, la suma de los votos de ambos partidos apenas incrementará la del PRI. Puede explicarse, entonces, su decisión de coaligarse por la necesidad de proyectar una imagen diferente, compartiendo la de sus aliados, dispuesto a abrazar nuevas causas, llegando a públicos diferentes. El Verde carece de presencia significativa en la mayor parte del estado de México aunque fue, desde su nacimiento, un partido metropolitano, que en el Distrito Federal alcanzó porcentajes suficientes para tener representación legislativa y consolidar (así fuera con iniciales titubeos) su registro para la participación electoral.
En la ciudad de México ha tenido un curso oscilante, pero el balance final lo muestra al alza, ubicado en su propio nicho del mercado político. Si revisamos la elección de representantes (hoy diputados locales) que es la que ofrece la serie más larga, vemos que en 1991, en su primera incursión, el PVEM obtuvo 164,074 votos, el 4.94 por ciento del total; en 1994 apenas creció en números absolutos y decreció en los relativos: el 3.78 por ciento, 168,231 votos; en 1997 duplicó su porcentaje y su total: 8.61 por ciento, con 332, 277 votos. En el 2000 fue a las elecciones en coalición con el PAN, pero formó un grupo propio en la Asamblea Legislativa, con ocho diputados.
En el estado de México, la información sobre los más recientes comicios municipales refuerza la idea de que cuantitativamente el PRI hace mal negocio uniéndose al PVEM. Es cierto que la creciente fuerza de Acción Nacional constituye una preocupación igualmente al alza para los mandos priístas. Pero los números, así sea examinados sólo mecánicamente, muestran que no es por esa vía como aminorará sus inquietudes el priísmo. En la elección del 2000, el porcentaje total alcanzado por el tricolor quedó 4.5 por ciento abajo del conseguido por el PAN, por lo que el 2.2 de los verdes sólo atenuaría la diferencia, pero no serviría para superarla.
Ni siquiera en el cinturón mexiquense en torno al Distrito Federal puede ayudar en algo al PRI la Alianza para todos. Si se consideran los municipios gobernados por el PAN y el PRD, la recuperación de los ayuntamientos para el PRI no será posible gracias a sus nuevos amigos, pues en Atizapán de Zaragoza el 25.8 por ciento del PRI sólo crecería 1.5 por ciento; en Coacalco, el PRI alcanzó 28.3 por ciento y el Verde sólo 1.6 por ciento; en Ecatepec, el PRI llegó a 29.71 por ciento y el PVEM 2.3 por ciento; en Huixquilucan el 33.2 por ciento del tricolor apenas mejoraría con el 2.1 por ciento de sus aliados; en Naucalpan, el PRI obtuvo 31.3 por ciento y el Verde 1.7 por ciento; en Nezahualcóyotl: PRI, 26.9; Verde, 2.1 por ciento; en Tecamac, PRI 32.5 por ciento; PVEM 1.1 por ciento; en Tepotzotlán, PRI 33.8 por ciento, Verde 3.2 por ciento; en Tlalnepantla el 23.9 por ciento del PRI sólo crecería el 1.6 de los verdes; y en Toluca, los ecologistas apenas agregarían 1.7 por ciento al 38.8 por ciento priísta. Con el mismo criterio aritmético, sólo en Lerma y en Teoloyucan se mutaría el resultado, favorable al PAN en la elección municipal de 2000, pues en el primer municipio el PRI obtuvo 32.3 por ciento, que con el 11.5 por ciento del Verde superaría ampliamente el 35 por ciento de Acción Nacional. Y en Teoloyucan la Alianza para todos triunfaría con holgura si se mantuvieran las proporciones de hace dos años: PAN: 27.9 por ciento; PRI 25.1 por ciento; y PVEM 17 por ciento. De cualquier modo, la alianza tetracolor (el verde, blanco y colorado del PRI más el redundante verde del verde) surgió ya de una contundente Declaración de Temascaltepec, el municipio donde se halla “el santuario de la mariposa monarca”. El documento es una síntesis ecléctica de los propósitos formales de los dos partidos. Juntos velarán, dice la declaración, “por entregar a nuestros hijos los frutos jugosos de una nueva manera de hacer política cuidando en todo momento preservar la vida con justicia social y en armonía con la naturaleza”.