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Plaza pública/CCE vs Canacintra

Miguel Ángel Granados Chapa

No es casual, ni deriva sólo del talante de sus dirigentes el diferendo, que derivó en ruptura, entre el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) y la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canancintra). El conflicto surge del modo en que la política económica afecta a los pequeños y medianos empresarios manufactureros y favorece a los banqueros, lo que necesariamente suscita percepciones encontradas sobre tal política y su rumbo deseable. Y nace también de la historia de ambas agrupaciones.

En lo inmediato, el desencuentro se origina en una falla reglamentaria de la Canacintra. Merced a su fragilidad interior (como respuesta a la cual fue elegida Yeidckol Polevnski, cuya energía puede recomponer lo averiado), ha demorado el pago de sus cuotas, tanto a la Concamin, a que pertenece en tanto que cámara industrial, como al CCE, en que guardaba una situación singular: carece de voto, pero tiene voz, pues no siendo una confederación es imposible ignorar su historia y su presencia en todo el país, así como la importancia de la actividad fabril que representa.

El adeudo existe, es impropio que no se cubra y es comprensible que el acreedor demande el pago. Pero no radica allí la causa de la suspensión de los derechos de Canacintra decretada por el CCE y la posterior decisión de aquella cámara de abandonar el organismo cúpula. Aunque en menor medida, también adeuda cuotas el Consejo Mexicano de Comercio Exterior, pero no se le han aplicado sanciones porque llegó a un acuerdo con el CCE. Un convenio semejante, que reconocía la mora y proponía pago en especie, propuesto por la señora Polevnski no fue admitido por su contraparte. Quizá la respuesta diferente obedece a que el líder del gremio exportador es Carlos Rojas Magnon, un amigo de Fox y a que la dirigente de la Cancintra no lo es y, antes al contrario, toma distancia de las reformas propuestas o impulsadas por el Gobierno y que coinciden exactamente con la visión del organismo cupular.

Esa es la médula del asunto: la presencia de la industria manufacturera, la voz de su representante implicaba una disidencia que el actual consejo directivo del CCE no quiere admitir, en su afán de presentar un frente privado único alineado con el Gobierno. Estorbaba la disonancia de la señora Polevnski y por eso se asestó a su cámara un tratamiento innecesaria y ostensiblemente rudo. Los desacuerdos parecen haberse personalizado porque el presidente de la cúpula privada encarna dos de los fenómenos económicos que no han sido aceptados por la Canacintra desde su fundación hace poco más de sesenta años: Los industriales de transformación demandaron una regulación adecuada de las inversiones extranjeras, a partir de una sana posición nacionalista y objetaron siempre la predilección de la política económica por la especulación financiera en detrimento de la producción de bienes y servicios sustantivos.

El ingeniero Héctor Rangel Domene es alto ejecutivo de un banco adquirido por capital español. Difícilmente puede considerarse representativo de un sector de la industria que aboga porque la intermediación financiera aliente la producción y sea propiedad de mexicanos. Desde su elección al frente del CCE, era sabido que Rangel Domene enfrentaría pronto el efecto derivado de esa situación, pues los empresarios productivos requieren una política industrial que el Gobierno ni siquiera esboza y en ese empeño no han encontrado eco en su representación nacional.

Fundada en 1941, la CNIT como se le conocía entonces, agrupó a los fabricantes de bienes que prosperaron con la política de sustitución de importaciones. Su director técnico durante más de un lustro fue el joven abogado Jesús Reyes Heroles, que organizó su perfil ideológico y la prestación de servicios que la hicieron un organismo útil y activo. Hace poco más de una década, sin embargo, entró en una crisis generada por diversos factores: el decaimiento de la industria de transformación por la apertura comercial indiscriminada y velocísima fue el principal y a él se añadieron la dejadez y aún corrupción de varios liderazgos y las decisiones judicial y legal de eliminar la obligación de las empresas a afiliarse a una cámara.

La prosperidad de la Canacintra se evidenció en su gran edificio central, en la colonia Nápoles de la ciudad de México y por lo tanto se hizo patente, allí también, el proceso en que vino a menos. Las más recientes direcciones tuvieron que apretarse el cinturón y reducir sus espacios sin afectar los servicios que prestan a sus afiliados y con los cuáles tradicionalmente se cubría parte de las cuotas a la Concamin y al CCE, práctica que se propuso reasumir o continuar, sin que fuera admitida por las cúpulas.

También en asuntos de representación empresarial es cierto que tiene más el rico cuando empobrece que el pobre cuando enriquece. Aun deteriorada y minada por divisiones internas, Canacintra es probablemente el organismo empresarial con más vigor propio y mayor capacidad de acción y con personería real pues sus afiliados le confían su representación. De modo que separarse del CCE causa más problema al organismo cupular que a la Cámara, que ejerce su propia interlocución ante el Gobierno. Perderá la ocasión de oír al lunes al Presidente Fox en la reunión del Consejo Coordinador. Pero de seguro tendrá acceso directo a él en el futuro inmediato, pues el Ejecutivo federal no puede interrumpir su comunicación un sector tan relevante por problemas que no le atañen.

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