Hidalgo seguirá siendo un bastión priista después de las elecciones municipales de pasado mañana. Permiten augurar ese resultado la consolidada unidad de ese partido, así como las ventajas materiales con que cuenta ese partido y, por otro lado, las pifias y deslices de los opositores, que aun perderán posiciones ganadas en comicios anteriores.
El PRI parece imbatible en esa entidad. Uno de los factores que podrían aminorar su capacidad avasalladora ha sido superado o está en trance de serlo. Me refiero a sus discordias interiores. El Frente Democrático Hidalguense, la expresión más visible y numerosa de esa disidencia, salió del partido tricolor sin diezmarlo, como se supuso que ocurriría. En febrero pasado, la elección legislativa de medio término permitió comprobar la inocuidad de la deserción de José Guadarrama Márquez: Su antiguo partido no perdió un solo distrito y la oposición sólo pudo tener curules por la vía de la representación proporcional.
La unidad priista se articula en torno de los ex gobernadores Jorge Rojo Lugo y Jesús Murillo Karam, éste causahabiente de aquél. Su delegado en la casa de Gobierno, Manuel Ángel Núñez Soto, distrae sus ocios en una intensa vida social en la ciudad de México, en viajes al extranjero y en su pretensión de figurar en espacios políticos nacionales. Pero no rige a la entidad, tarea reservada al equipo que le heredó su antecesor. Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobierno y José Antonio Rojo, líder del PRI, comparten en la realidad el Poder Ejecutivo. Ambos fueron miembros del gabinete de Murillo y, como su nombre lo indica, el segundo forma parte de la familia reinante en la entidad desde 1936.
También es parte del proceso de rearticulación priista el acercamiento entre Murillo y el diputado federal Gerardo Sosa, el líder del poderoso Grupo Universidad, mejor conocido como la Sosa Nostra. El ex rector fue precandidato a la gubernatura y mantenía una agresiva rivalidad con el entonces gobernador. Pero ahora sus intereses se han avenido. Dos funcionarios de la mayor confianza de Murillo, Gerardo Martínez y Eugenio Imaz (que sirvieron como coordinador jurídico y responsable de comunicación) son ahora miembros del personal de la Universidad Autónoma de Hidalgo, no necesariamente por sus competencias académicas y no necesariamente al servicio del actual rector.
Sustento material no ha faltado a la campaña priista. Será muy útil para averiguar el origen de los fondos el que se precise el destino de 74 millones de pesos del Fondo de Aportaciones a los Programas de Seguridad Pública, que el Gobierno de Hidalgo no aplicó a los propósitos indicados. Y también la causa de que por primera vez en la historia local la administración haya recurrido a un financiamiento bancario para enfrentar sus faltantes. Es cierto que pudo haberlos provocado la enorme y estéril erogación para ganar la sede del aeropuerto y para sufragar el improvisado proyecto alterno diseñado para fingir que el resentimiento era menor. Pero también puede ser que esos recursos hayan sido orientados a fortalecer las candidaturas priistas.
Acción Nacional, que hace tres años se estableció como la segunda fuerza electoral en el estado y ganó las alcaldías de las dos ciudades más pobladas (Pachuca y Tulancingo), difícilmente refrendará esa condición. Todavía la mantuvo en la elección federal del 2000, si bien entonces no alcanzó para ganar ni una diputación federal aunque sí un senador de minoría. Pero en febrero pasado bajó al tercer sitio, pues sólo alcanzó unos 68 mil votos, casi cien mil menos que los obtenidos por ese partido en 1999. La cifra de hace unos meses es la más acorde con la verdadera implantación del blanquiazul, beneficiado hace tres años por las complicidades de un sector panista con Murilllo y, en paradoja, con Guadarrama también. En cambio, ahora la conciencia de sus alcances reales ha llevado al panismo de Hidalgo a prácticas como las del PRI. Éste pudo permitirse el lujo de denunciar, con razón, por un lado el despliegue mediático de los programas Contigo y Oportunidades, en todo el estado y, en una operación complementaria, el uso de los nombres de esos programas asistenciales del Gobierno Federal en las campañas de los candidatos del PAN.
El PRD, que hubiera podido obtener provecho de la postración panista correspondiente al declive general de la esperanza suscitada por Fox, se enzarzó de modo irresponsable en sus querellas interiores. El 17 de marzo Hidalgo fue la única entidad donde no hubo elección interna perredista, por la irredimible discordia entre las corrientes, verdaderos grupos de presión e interés. En ese marco de precariedad fueron escogidos los candidatos a componer los ayuntamientos. Pero por desidia o mala fe, no se registró a los aspirantes perredistas en 23 de los 84 municipios. incluidos algunos como Huazalingo donde el PRD gobernó los seis años anteriores y cuyos habitantes vieron frustrada su posibilidad de prorrogar esa experiencia, que les ha sido beneficiosa. Tardíamente, ese partido impugnó la negativa de registro ante los tribunales electorales, el estatal y el federal y la decisión de ambas instancias jurisdiccionales dejó sin candidatura perredista a aquellas municipalidades.
La alcaldía de Pachuca fue ganada en 1999 por Acción Nacional. No será fácil que refrende ahora su victoria, por la grisura de su candidato Alejandro Sánchez, que contiende contra el priista Alberto Meléndez y Luis Corrales, del PRD.