Hace cinco años impulsaron juntos la creación de un partido, y al cabo de ese lustro, luego de peripecias que los separaron, uno ha conseguido registro para participar en elecciones mientras que al otro le fue cancelada esa oportunidad.
A reserva de ocuparnos del nuevo panorama partidario, creado por las decisiones del IFE en julio y el Trife el viernes pasado, hoy nos detenemos en las historias —paralelas, convergentes, divergentes— de los empeños electorales de Gilberto Rincón Gallardo y Jorge Alcocer, que en 1997 buscaron crear el partido Democracia Social. Ambos venían del PRD, al que habían llegado por su militancia comunista. A pesar de la diferencia de sus edades (Rincón Gallardo nació en 1939 y Alcocer en 1955) coincidieron en el Partido Comunista Mexicano, cuando vivía sus últimos años, y luego fueron dirigentes del Socialista Unificado de México, el Mexicano Socialista y el de la Revolución Democrática.
Alcocer se fue del PRD en diciembre de 1990, Rincón Gallardo lo hizo en septiembre de 1997. La alharaca que a menudo suple la discusión en ese partido, entre otros factores, los empujó a la salida. Fue en ambos casos una grave pérdida para el perredismo.
Rincón Gallardo, en especial, personificaba la abnegación de la militancia comunista que sufrió persecuciones y cárcel. Ambos practicaron una apertura que los aproximó al gobierno priísta: Alcocer fue asesor en materia electoral del secretario de Gobernación en 1994; Rincón Gallardo recibió impulso para crear y sostener el Centro de estudios para la reforma del Estado.
Poco después de la renuncia de Rincón Gallardo al PRD, Alcocer lo atrajo a su idea de fundar un partido socialdemócrata. En los últimos meses de 1997 comenzaron los trabajos, que se interrumpieron cuando en enero siguiente Alcocer fue nombrado subsecretario de desarrollo político de la Secretaría de Gobernación: Emilio Chuayfett había sido reemplazado por Francisco Labastida y éste hizo que Alcocer ingresara en su equipo. Quizá es inadecuado decir que se interrumpió la tarea que llevaría a fundar Democracia Social. Se generó, sin embargo, una ambigüedad, pues no quedaba claro cómo desde Bucareli se participaba en la creación de un partido independiente.
Rincón Gallardo perseveró y consiguió registro para el partido que Alcocer había propuesto. En las elecciones del 2000 aparecieron en barricadas diferentes: Rincón Gallardo fue candidato presidencial y obtuvo ochocientos mil votos, muchos más que el resto de los candidatos de los partidos chicos como el suyo, pero no alcanzó el dos por ciento del total de la votación que le hubiera permitido retener la patente. Alcocer, a su turno, siguió a Labastida en la contienda presidencial, fue su principal asesor y participó con él de la derrota del dos de julio de aquel año.
Rincón Gallardo aceptó una encomienda presidencial: encabezó la Comisión ciudadana de estudios contra la discriminación. Era una oficina pública en forma, al punto de que contaba con una directora de asuntos jurídicos, Patricia Olamendi, que de ese cargo pasó a la subsecretaría de asuntos especiales de la cancillería, que actualmente ocupa. Por eso resultó de nuevo teñido de ambigüedad el que Rincón Gallardo reintentara entrar en la liza electoral, en pos del registro de Socialdemocracia, el partido de la Rosa. Alcocer, de vuelta a la sociedad civil, recuperó la dirección de su revista Voz y voto y comenzó la organización de Fuerza Ciudadana.
Entre ambos intentos surgían y desaparecían fricciones: a la colaboración sucedía la competencia. Se movieron en espacios comunes, lo que a veces provocó percances. El sindicato de la Universidad Autónoma de Puebla, por ejemplo, ofreció apoyo a ambas iniciativas, para la realización de sus asambleas. Pero ambas las programaron para la misma fecha, y los organizadores tuvieron que optar: acudieron a la de Fuerza Ciudadana y desairaron al Partido de la Rosa.
Eso no obstante, y sin duda como cauda de su participación en la campaña presidencial, el proyecto de Rincón Gallardo incluyó una cantidad de afiliados mayor que la de otros partidos en ciernes. Sin embargo, no presentó estatutos sino unas “tesis estatutarias” que el IFE consideró insuficientes. No le concedió registro, como tampoco a Fuerza Ciudadana. Cada uno por su lado, así como los restantes proyectos en esa situación, interpusieron ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación el recurso de revisión.
El Partido de la Rosa recibió un fallo adverso. El Trife, según Rincón Gallardo, prefirió comportarse como “una mera oficina supervisora de trámites”, olvidado de “su función garantista”, es decir de actuar como garante de los derechos políticos de miles de ciudadanos que quisieron dar vida de nuevo a la socialdemocracia. Alcocer, en cambio, logró que el Trife revocara la resolución que le negó el registro. El IFE había anulado tres de las doce asambleas en que basó Fuerza Ciudadana su constitución. La ley requiere diez de esas asambleas. El partido de Alcocer probó que en dos de las asambleas anuladas el IFE hizo mal sus cuentas: sí hubo en Hidalgo y Sinaloa el mínimo de tres mil afiliados requeridos legalmente, pues aparecieron en el Registro Federal de Electores identificaciones que el Instituto no había encontrado.
Veremos si prevalecen al menos restos de la afinidad que condujo a Rincón Gallardo y Alcocer a su intento fundacional, en cuyo caso una porción del Partido de la Rosa apoyaría a Fuerza Ciudadana.