Salía apresurado de la cena ofrecida por el gobierno mexicano a los Reyes de España. Era lunes, y cumplido el compromiso público se aprestaba a honrar el privado. Cenaría con sus hijos, como cada semana. Con ese equilibrio ha resuelto su vida el magnate mayor de México, más dado a la discreción de la vida personal que a la exhibición ante los demás. Pero hay indicaciones de que, al menos por ahora, ha elegido un mayor nivel de presencia pública. Se está dejando ver.
El fin de semana pasado viajó a la Antártida, con sus amigos Felipe González, el militante socialista que presidió el gobierno de España, y el senador chileno Fernando Flores, socialista también, preso durante la dictadura de Pinochet. En Punta Arenas, de donde partieron hacia los hielos, aceptó una entrevista con El Mercurio. Aunque no es reacio a ofrecer sus opiniones, no las prodiga. Pero la difusión de su entrevista con aquel diario de Chile coincide con la circulación (en los estantes de Sanborns, la expansiva cadena de su propiedad) de la revista colombiana Poder, cuyo número de noviembre muestra el rostro del poderoso empresario en la portada. “El hombre más rico de América Latina se destapó con Poder”, anuncian los editores, a los que Slim recibió en su casa de la ciudad de México poco antes de la segunda vuelta electoral brasileña (porque se especula como un hecho futuro sobre la elección de Lula). Y en esas mismas tiendas se vende con profusión la biografía escrita por José Martínez, Carlos Slim. Retrato inédito.
Martínez escribió antes sobre Carlos Hank González, pero el tono de este nuevo trabajo suyo es distinto del que, cercana ya su muerte permitió afinar el perfil de un hombre muy conocido por su permanente exposición a los medios de comunicación, y cuyos defectos políticos no eran ignorados. El relato de la vida de Slim, en cambio, si no es apologético sí coloca el énfasis en las virtudes constructivas del empresario. No es una biografía por encargo, pero sí autorizada, al punto de que el personaje, el autor y los editores convinieron en suprimir un prólogo escrito por Carlos Ramírez y en podar referencias a Julián Slim, hermano del biografiado, por considerarlas aledañas a la materia principal.
La reciente e intensa exposición de Slim gira en torno de dos ejes. Por un lado, es de su interés diluir por completo la idea de que su fortuna resulta de alianzas ilícitas, de su relación con el gobierno, con Carlos Salinas especialmente. Hace saber así que a los 26 años era ya acaudalado. En 1966 su fortuna ascendía a cinco millones de pesos, una fortuna enorme en una época en que el salario de un ejecutivo bien pagado era de unos 120 mil pesos al año. Heredero de bienes raíces y de una intuición financiera y empresarial particular, Slim fue pionero del mercado de valores, a cuya práctica se dedicó al mismo tiempo que a los negocios de construcción e inmobiliarios. De modo que tenía liquidez suficiente para adquirir empresas en crisis o las que el gobierno separó de los bancos, tras la nacionalización, y puso a disposición de los particulares. Y luego participó exitosamente en las privatizaciones del tiempo de Salinas, cuando adquirió el control, no la totalidad del capital, de Telmex.
Martínez dice en su “Retrato inédito” que Slim “se ha confesado alérgico a la mezcla nociva de los negocios con la política y hasta ha mostrado cierta incomodidad cuando lo tratan de relacionar con los políticos. Sin embargo, como a muchos conspicuos hombres de negocios le ha sido difícil sustraerse al tuteo con el poder y más en un sistema como el mexicano”.
Por otro lado, Slim se afana también en sus entrevistas y en la información que aportó a su biógrafo, en exponer sus tesis económicas. Sobresale entre ellas su insistencia en combatir la pobreza con empleo, por lo cual critica la política neoliberal (que parece “neocolonial”, según dijo a El Mercurio). Le preocupan también algunos efectos de la pobreza: La Fundación Telmex, dirigida por su yerno Arturo Elías, ofrece becas con una computadora incluida, para estimular la formación profesional. Pero también se ocupa de la justicia. Paga las fianzas de presos pobres, que no salen de la cárcel a pesar tener derecho, por carecer de recursos para afianzar su libertad: “Como la idea de la fundación es tener actividades de alto impacto —explicó a la revista Poder— empezamos a movernos con los gobiernos de los estados para que ellos fueran los que decidieran a quién sacar. Hablamos de 11 mil personas al año que nos cuestan alrededor de cinco dólares cada una. Es de los casos en que es más barato hacer justicia...” Crítico de la política económica de los gobiernos recientes, incluido el actual (al que, sin embargo, abona sus buenos propósitos), Slim sostiene ideas que los legisladores mexicanos podrían tener presentes ahora que discuten ingresos y gasto: “hay una obsesión excesiva por el superávit primario de nuestras economías”, dijo a El Mercurio. Y por eso “no hay inversión pública, se esteriliza el ahorro interno. No se invierte en ...actividades... intensivas en mano de obra, en empleo remunerado y en reactivar la economía”. Y a Poder había propuesto, en la misma dirección, atenerse a la lección bíblica: “Cuando hay vacas gordas, hay que tener superávit fiscal, cuando hay vacas flacas hay que redistribuir, hay que eliminar el superávit fiscal”.
La inclusión de Slim en encuestas de preferencias políticas es causa y efecto de su mayor presencia en medios de difusión. Sigámoslo con cuidado.