El 6 de octubre los electores modificaron radicalmente el mapa político de Guerrero. Sería ingenuo pensar que una metamorfosis profunda se llevaría al cabo sin agitación ni estorbos. Como en otros puntos del país, la resistencia priista se ha manifestado de diversos modos, uno de los cuales es el despecho revanchista del cacique Pedro Pablo Urióstegui Salgado en Teloloapan. Si a la hora en que lea usted estas líneas no ha sido aprehendido, por delitos cometidos antes y después de los comicios, estará vivo el riesgo del derramamiento de sangre, tal como el propio hombre fuerte ha vaticinado.
Si bien grupos de izquierda tuvieron activa participación en la vida política de Guerrero, por la vía armada y la senda electoral, ambas rindieron magros frutos. Apenas en 1980 el Partido Comunista Mexicano ganó la alcaldía de Alcozauca, pero en 1988 el fuerte oleaje cardenista no sólo hizo triunfar en el estado a su candidato presidencial y a varios diputados, sino que dejó un remanente importante para las elecciones locales a partir de 1989, el año en que se fundó el PRD. Desde entonces, el monopartidismo priista (tenuemente matizado por una débil presencia panista) ha ido en retroceso. En cambio, ha sido constante el crecimiento de la votación perredista y de sus posiciones de gobierno. Hace tres años, en febrero de 1999, Félix Salgado Macedonio (senador entonces, diputado ahora) obtuvo más de cuatrocientos mil votos y perdió la gubernatura frente a René Juárez con menos de veinte mil votos de diferencia, alcanzados quizá por trapacerías que no pudieron ser evidenciadas.
El PRD ganó entonces 14 alcaldías, entre ellas la de Acapulco, el municipio más poblado y de mayor poder económico de Guerrero. En las elecciones de hace 16 días el crecimiento perredista fue espectacular. No sólo retuvo el gobierno de aquel puerto, sino también ganó Zihuatanejo e Iguala. Sólo en esas localidades reside el 60 por ciento de la población del estado. También obtuvo ese partido victorias en 27 municipios más (en dos aliado con el PT). Su propio avance, y el del resto de la oposición hizo que el PRI (que participó en estos comicios aliado con el Partido Verde) perdiera por primera vez en la historia el control sobre la legislatura. Sigue teniendo el grupo parlamentario de mayor tamaño, compuesto por 22 diputados; pero suman 23 los de los partidos adversarios: 18 del PRD, dos de Acción Nacional y uno por cabeza del PT, Convergencia y el Partido de la Revolución del Sur. Si el gobierno de Chilpancingo persuade a estos dos últimos, como es probable, de que apoyen a la fracción priista, se restablecería el control del tricolor en la legislatura. Pero aun así tendría una mayoría precaria, inestable y onerosa.
Un efecto notable de la elección del 6 de octubre fue la derrota de no pocos cacicazgos, que se expresaban haciendo triunfar a los candidatos priistas. En Petatlán, por ejemplo, la sede del poder informal sospechoso de ordenar el asesinato de Digna Ochoa, triunfó el PRD, como lo hizo también en San Luis Acatlán, donde el triunfador se llama Genaro Vázquez, como su padre el guerrillero muerto en 1972 mientras la tropa lo perseguía.
Teloloapan, un municipio de alta marginación en la región norte del estado, es un caso aparte. Desde 1993 está gobernado por el PRD, a despecho del hombre fuerte de la región, Pedro Pablo Urióstegui, un priista bronco, cercano al ex gobernador Rubén Figueroa, que en esta oportunidad resolvió reconquistar el poder municipal a cualquier precio. Causa y efecto de esa determinación es que la candidata priista fue su propia esposa, Tomasa García. No pudo, sin embargo, impedir que los votantes insistieran en tener gobierno perredista, y el triunfador fue Modesto Brito.
Decidido a impedir esa victoria, y al frente de un comando armado, Urióstegui se presentó ante la sede del consejo distrital número 8. Se apoderó de buena parte de la paquetería electoral, y luego la quemó. Para ello secuestró al presidente del consejo, Sergio del Moral. De paso, y puesto que la brigada de choque desarmó a los policías que custodiaban el local, los bandoleros se llevaron el importe de la nómina de esa oficina electoral. Nada de esa violencia, formalmente denunciada ante el ministerio público por las autoridades electorales, fue eficaz. El domingo siguiente, en un acto secreto, realizado en Chilpancingo, en el Consejo Estatal Electoral, se efectuó el cómputo con base en las actas preservadas, y se extendió constancia de mayoría a Brito.
El resultado enardeció a Urióstegui, que ha jurado impedir aun a costa de su vida la asunción del perredista triunfante, y resistir las acciones judiciales en su contra, pues se han librado varias órdenes de aprehensión que pueden ser cumplidas de un momento a otro. Mientras se halle libre, sin embargo, sus amenazas constituyen un peligro real, porque dispone de una fuerza bien armada. Por eso la presidenta del PRD Rosario Robles resolvió salir al paso de ese amago y construir un blindaje político en torno del alcalde electo. Se presentó el jueves pasado en Teloloapan y forzó con ello la llegada de un contingente de 400 miembros de la Policía Federal preventiva, que el gobierno federal estaba renuente a enviar.
La firme decisión política del la dirigente perredista en pos de la legalidad debe servir no sólo para enfrentar a Urióstegui y a la resistencia priísta, sino para desalentar también en su partido formas de protesta deleznables en el PRI pero también en el PRD.