Qué tanto le podía importar ser pobre, si era libre como el viento (el loco). Justin Raud.
De pronto Jacinto Sánchez dejó de salir a la calle ya no recolectaba latas vacías de cerveza o cartón por las tardes, ni vendía en su carrito raspados de hielo con sabores y colores inventados por él. Samuel su amigo del alma y co-empresario en la recolección callejera de cartón, vidrio, fierro y todo lo que se pueda reciclar ese día fue a visitarlo, imaginando lo peor, que algún carro fantasma lo hubiese arrollado o que una pandilla de cholos lo hubiera asaltado en las callejuelas y barriadas donde vivía. Samuel no tocó la puerta del jacal disfrazado de cueva en la falda del cerro, -porque no tenía-; sólo una manta de color indefinido que ondeaba al vaivén del viento, fungía como puerta.
Jacinto estaba sentado sobre un desarticulado cajón frutero, sus chiquillos jugaban alrededor de él, en el piso de tierra suelta. ¿-Pos qué pasó Chinto? Tenía días que no te divisaba y pos me die, a lo mejor le pasó algo...
...Nombre, lo que pasa es que el otro día , en un radio que oí por ahí, supe que el gobierno anda agarrando a muchos por un delito que le dicen “enriquecimiento inexplicable” y pos la verdá yo tengo miedo salir y que me lleven al bote por “empobrecimiento inexplicable” y si no, nomás échale cuentas; a las cinco de la mañana parto del jacal a jalar de albañil, cuando salgo de la chamba por la tarde y si tengo chanza, pos me pongo a buscar botes o vidrios o a vender paletas, de mi rancho salí porque toda una generación desde antes de mi abuelo jalaron en el campo y nunca tuvieron ni dónde morir, entre pinole, chile, verdolaga y tortillas de maíz nos la pasamos y siempre se nos inculcó el trabajo. Entonces si yo trabajo mucho y donde sea ¿pos no sé a qué se deba este empobrecimiento inexplicable? Y pos irme pa’l otro lado ¡uf! Ni pensarlo, porque a la mejor me ponen la inyección esa pa’dormir, nomás porque soy desconocido, al menos aquí en México hasta el gobierno ya sabe que existimos y nos llama miserables –dijo a Samuel con los ojos clavados en sus roídos zapatos (su único par).
Josefina Vázquez Mota, jefe del programa Sedesol, ha sido en los últimos días centro de atención de los medios de comunicación, todo porque apenas se dio cuenta que en México existen millones de habitantes que compiten con cualquier faquir en eso de vivir sin comer. La antropología de la pobreza ha sido punto de discusión y no de solución en nuestro país, es más, su raíz es una madeja e juncos, donde los desarraigados y divorciados de la riqueza de sus propios recursos se ramifica día a día y utópicamente el mismo progreso o modernización en el país nos permite ver con más claridad aquéllos que aún no se han beneficiado con este progreso –la brecha se abre más-. Primero fue un “anillo” periférico de pobreza que los ciudadanos vimos por encima del hombro, después cuando se transformó en “argolla” esta pobreza nos puso a reflexionar y ahora que es un gran “aro”, un monumental círculo y los focos rojos se encienden en un estado ridículo y penoso, donde en vez de ser una preocupación social para el gobierno, el mismo gobierno lo considera una catástrofe y vergüenza nacional, cada vez hay menos ricos y más pobres. (El cinturón de pobreza se transformó en una faja de miserables)-.
En el mundo político de México, se debaten temas netamente políticos y no sociales, por años la política social ha estado ausente, una omisión de ignominia donde sobre ella está el tema del Estado con la política económica, la política internacional, la política de reformas y componendas, agregados y parches a la Constitución se establece la agenda y sobresale la política económica. Para darnos una idea tomemos el ejemplo más tangible, el salario de un senador de nuestro H. Congreso ($90,000) al mes, es decir $3,000 pesos al día aproximadamente. Uno de los 50 millones de pobres en el país, sólo logra percibir esta cantidad ($3,000) en tres meses (90 días). Esta es la verdad que muerde, la miseria verdadera que no se puede esconder ni siquiera polarizar. Una raza llena de amargura donde se sufre la desventura y se comprueba que la pobreza no es bella en ninguna parte y desagrada a los que se miran en este empañado espejo.
Plagada de omisiones hacia los ciudadanos y netamente para la clase baja están la caterva de leyes que en México día a día nacen, en el H. Congreso de la Unión, en la cúpula empresarial y en los nefastos sindicatos, (la iglesia observa, opina, pero no remedia) todas ellas encaminadas a solucionar los problemas partidistas, económicos y de poder, como verdaderos pilares y caudillos de un capitalismo mal entendido y que como falso soporte anula la equidad, que debería existir en la sociedad mexicana. El conocer cifras, datos y gráficas no remedia nada, lo bueno sería que los funcionarios y servidores públicos (todos bien pagados) a cualquier nivel impusieran y emprendieran con hechos y no con frases un gran proyecto nacional, capaz de cuando menos medio remediar esta epidemia causada sin duda por las malas políticas del pasado y del presente, sin embargo parece que los apostolados del capitalismo y los caudillos del neoliberalismo se imponen y qué tanto le podrá importar esta escalofriante cifra de miserables al “Jefe Diego” a l“La Güera” Rodríguez Alcaine, a Bartlett, a Beatriz Paredes, al mismo Madrazo o al patriarca Cuauhtémoc Cárdenas a Rosario Robles, es más a la misma Jefa de Sedesol, Josefina Vázquez Mota, o a Fox? Si lo que importa en estos momentos es la apertura del sector energético, seguir mamando de la gran vía láctea que es el presupuesto y de paso no lo intentarán nunca porque en su obtuso intelecto no está el remediar, sólo opinar y cobrar (si no es verdad que demuestren lo contrario).
Mientras 53 millones de “Juan Pérez Jolote” no tienen dónde vivir, mucho menos corriente o aparatos eléctricos o vehículos para gastar combustibles, éstos, los pobres, son sólo una raza llena de amarguras, donde se sufre, y se calla su desventura.