“El mayor de los males y el peor de los crímenes es la pobreza.”
George Bernard Shaw
En el año 2001 el 11.7 por ciento de la población en Estados Unidos vivía debajo de la línea de la pobreza. Esto significa un ingreso para toda la familia de 18,104 dólares al año, o sea, unos 15,388 pesos al mes.
En ese mismo 2001 el 53.7 por ciento de la población de México era oficialmente considerada como pobre por el gobierno. El ingreso para esta definición era de 1,254 pesos mensuales por persona en las ciudades y 843 en el campo. Lo anterior significa que la línea de la pobreza en México, para una familia de cuatro, se encuentra en 5,016 pesos en las ciudades y 3,372 pesos en el campo.
Estas cifras nos dan una idea de la verdadera extensión de la pobreza en nuestro país. En México tenemos, en relación con el total de la población, 4.6 veces el número de pobres que hay en Estados Unidos. Pero la pobreza en México no sólo es más extensa sino también más intensa que la estadounidense. En términos nominales la familia pobre en Estados Unidos tiene un ingreso tres veces superior a su equivalente en una ciudad mexicana y casi cinco veces el que posee una familia pobre en el campo mexicano.
No faltará quien diga que es más barato vivir en México que en la Unión Americana. Y sin duda lo es para ciertas cosas. Pero muchos productos, incluso alimentos producidos en México, terminan siendo más baratos en Estados Unidos por la mayor competencia y eficiencia del sistema norteamericano de distribución.
Incluso dentro de la pobreza mexicana hay clases sociales. Un ingreso de cinco mil pesos mensuales podrá colocar a una familia urbana mexicana debajo de la línea de la pobreza, pero es una fortuna para los mexicanos más necesitados. Más de una cuarta parte de los mexicanos viven en una situación de indigencia o pobreza extrema, eso que la Secretaría de Desarrollo Social, la Sedesol, en su afán por burocratizar el lenguaje, llama “pobreza alimentaria”. Se trata de familias de cuatro miembros que deben sobrevivir con 2,507 pesos mensuales en las ciudades o con 1,848 en el campo. Ésta es la pobreza desesperada de una familia en la que el padre sabe que sus hijos se acuestan con hambre todas las noches... y no puede hacer nada al respecto.
Los estadounidenses, por supuesto, siempre han sido más ricos que nosotros. Pero la diferencia no era tan marcada en el pasado. Durante la era colonial, según se puede inferir de la poca información estadística disponible, la diferencia en ingreso por habitante en la Norteamérica británica y en Nueva España era muy poca. Al terminar el siglo XIX el estadounidense promedio era ya dos veces más rico que el mexicano promedio. Pero hoy la diferencia se ha multiplicado y es de seis a uno.
Otros países nos han rebasado en este campo en los últimos tiempos. El coreano promedio tenía en la década de 1950 un ingreso de apenas una tercera parte del mexicano. Hoy los sudcoreanos son cuando menos dos veces más ricos que nosotros. Algunos países como Singapur, que también eran más pobres que México en los años cincuenta, son hoy hasta cuatro veces más prósperos que nosotros. España y Chile son también ejemplos de países que, viniendo de atrás, nos han superado.
Durante décadas los gobiernos mexicanos han justificado sus intervenciones en la economía, incluso su autoritarismo, en el hecho de que buscaban darle a los mexicanos un mejor nivel de vida y una más justa distribución de la riqueza. En un país en el que se necesita desesperadamente de inversión, que es la única llave para generar empleos y prosperidad, nosotros la hemos limitado de mil maneras o la hemos prohibido en los sectores estratégicos donde es más necesaria.
El resultado, sin embargo, ha sido un fracaso espectacular. No sólo somos un país que ha hundido a más de la mitad de su población en la pobreza, sino que además —después de casi un siglo de gobiernos “revolucionarios”— tenemos una de las peores distribuciones de la riqueza en el mundo. El único éxito que hemos logrado es crear un grupo de multimillonarios que se codean con los más ricos del mundo y una clase de políticos y dirigentes sindicales que viven también en una gran riqueza.
Quizá ha llegado el momento en que reflexiones y enmendemos el camino. Porque el que hemos seguido hasta ahora sólo ha servido para generar pobreza y una pésima distribución de la riqueza.
Luz y Fuerza
En este año 2002 se espera que la compañía de Luz y Fuerza del Centro, que proporciona electricidad al centro del país y en especial a la ciudad de México, tenga ingresos por 2,658 millones de pesos. Sus gastos programados, sin embargo, son de 15,551 millones. El 92 por ciento corresponde a nómina y la mitad de esto a trabajadores ya jubilados.