El documento presentado el lunes en la Secretaría de Gobernación en pos de una política hacendaria de Estado tiene gran importancia en sí mismo y habrá que examinarlo con detenimiento. Pero el acto mismo de su presentación y sus protagonistas ameritan una referencia previa, ya que son también muy relevantes.
Se trata de una iniciativa de la Universidad Nacional, a cuyo rector Juan Ramón de la Fuente se le atribuyen intenciones futuristas. Hay que recordar que el presidente Zedillo esbozó la idea de que en el 2000 la candidatura presidencial priista recayera en un ciudadano sin partido y tenía a la mano el nombre de su secretario de Salud, posibilidad que habría prendido en el ánimo del antiguo director de la Facultad de Medicina. Independientemente de sus pretensiones de hoy, varias de sus iniciativas favorecen no su interés personal sino el general de la Universidad y aun del país y por eso son bienvenidas. De otra suerte no se explicaría la respuesta que los partidos, el Congreso y el gobierno dieron a la moción misma de una política hacendaria de Estado y a su presentación.
En la elaboración del documento participaron los órganos de estudios de los tres partidos con mayor representación legislativa: la Fundación Colosio, del PRI; la Fundación Rafael Preciado, de Acción Nacional y el Instituto de Estudios de la Revolución Democrática. Debo decir, porque es un dato necesario a este respecto, que la institución panista fue bautizada así en homenaje al doctor Rafael Preciado Hernández, uno de los fundadores de ese partido, su presidente en el DF durante algunos años, diputado federal en 1967 y muy reputado profesor de filosofía del derecho en la Universidad Nacional, cuyo seminario dirigió durante años, lo que le mereció ser profesor emérito.
En nombre del grupo académico que promovió el documento, hizo su presentación general la licenciada Silvia González Marín, que es la directora general de Bibliotecas de la UNAM. En ese grupo sobresale un quinteto de ex diputados, los más de los cuáles fueron y son priistas. Pertenecieron todos a la L legislatura, donde la apertura y la inteligencia política de Rodolfo González Guevara, líder de la Cámara, les permitió un ejercicio de libertad inusual en el Congreso monocorde de aquellos tiempos autoritarios. Ellos son Hugo Castro Aranda, Víctor Alfonso Maldonado Moroleón y Julio Zamora Bátiz que, hasta donde entiendo, siguen siendo miembros del PRI. Dejaron de serlo, en cambio, la maestra Ifigenia Martínez Hernández, que formó parte de la Corriente democrática de ese partido, fue fundadora del PRD y es allí una militante distinguida y Armando Labra Manjarrez, que luego de una carrera en la administración pública y de ser eficaz consejero de gobiernos estatales (de Oaxaca y México), es ahora el secretario técnico del Consejo de Planeación de la UNAM, de cuya escuela de Economía es egresado sobresaliente.
No quiero dejar de referirme a quienes ocuparon el centro del estrado (presidium ya no hay que decir, en estos tiempos de activa justicia referida a los políticos), por más que no tengan relación directísima con el documento a que me refiero. Pero su coincidencia en la mesa desde la que se presidió la ceremonia en Bucareli obliga a una reflexión sobre la ronda de las generaciones en la política actual, para usar la atinada fórmula de don Luis González y González.
En una de las fotos del acto en el salón Juárez, se ve que conversan el anfitrión, Santiago Creel y el líder nacional priista Roberto Madrazo Pintado. Sus rostros se aproximan dejando en medio el del subsecretario de Desarrollo Político, Francisco J. Paoli, el más veterano de los tres en las lides políticas. Hace treinta y tantos años que entabló relación con Carlos A. Madrazo Becerra, padre del actual dirigente priista, que recientemente había sido despedido de esa misma posición. Paoli contó entre la parvada de jóvenes convocados por Madrazo Becerra a constituir una nueva opción política, que el ex gobernador tabasqueño juzgaba necesaria luego de su fracaso en democratizar al partido oficial. El nombre y la formulación inicial de la fuerza emergente, el Partido de la Patria Nueva. fueron aportación de Paoli, cuya terquedad democrática requirió exploraciones diversas antes de concretarse en su actual militancia en Acción Nacional.
Paoli y Madrazo Pintado se conocieron mucho tiempo después. Cuando su padre murió, en un accidente de aviación en 1969, el ahora líder nacional del PRI tenía apenas 17 años y sólo tiempo más tarde se dedicó a la política. Paoli y Madrazo Pintado fueron diputados e integrantes de la Comisión de Educación en la LV Legislatura, todavía bajo entero dominio priista, como lo expresaba la composición de las comisiones: sin antecedentes en la materia, Madrazo presidía aquella comisión en que Paoli, profesor universitario y repetidamente miembro del gobierno de la UAM, hubiera tenido un desempeño más fructífero. Con todo, su trato entonces se desarrolló cordialmente.
Fue todo lo contrario lo ocurrido, como bien se sabe porque es acontecimiento reciente y público, entre Madrazo y Creel, primero cuando éste era consejero ciudadano del IFE y más tarde como presidente de la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados. La vulgaridad y acritud de la conducta del entonces gobernador de Tabasco, en un tris de ser enjuiciado políticamente en San Lázaro, se han trocado en el institucional y respetuoso trato que la nueva condición de ambos les impone.