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¿Prestan realmente un servicio público?

Juan de la Borbolla

En la discusión teórica acerca de la conveniencia de la apertura del sector eléctrico a la inversión particular, surgen esas típicas voces demagogas que se oponen rotundamente, aduciendo argumentos en donde el tema de la soberanía nacional, la defensa del patrimonio de todos los mexicanos, sobre todo los más pobres, y la teoría administrativista del Servicio Público son los dogmas inamovibles que sustentan tal argumentación fundamentalista.

Sin embargo al recordar antiguas entidades monopólicas que brindaban servicios públicos que hoy en día son prestados por empresas de capital privado y que compiten activamente entre sí, constatamos los usuarios de tales servicios que la discusión teórica es muy interesante cuando se da delante de una buena taza de café o en el seno de una interesante sesión universitaria, pero que en la dinámica del mundo moderno que se mueve en razón de la eficaz prestación de ciertos servicios indispensables para la vida moderna, esas consideraciones teóricas tienen que ajustarse a conveniencias prácticas, entre la que se cuenta la posibilidad real del gobierno de seguir invirtiendo grandes cantidades en obras de infraestructura necesaria, que al no hacerse, hacen obsoleta la posibilidad de brindar un buen servicio.

Ricardo Medina recordaba en reciente artículo editorial, esos tiempos del monopolio telefónico en el cual la única empresa prestadora de dicho servicio promovía entre sus clientes cautivos la necesidad de ser austeros en la duración de sus llamadas, en la petición de nuevas líneas telefónicas y en general en el uso de un servicio sin el cual es difícil concebir la dinámica moderna.

Hoy que Telmex sigue siendo empresa hegemónica aunque ya no monopólica y que los servicios de larga distancia y telefonía celular se han abierto totalmente a una competencia en ocasiones hasta despiadada, constatamos los usuarios que el servicio ha mejorado sustancialmente y que ahora el aliento de las empresas es al mayor uso de dicho servicio, incentivando con descuentos a los clientes que mayor uso hagan del mismo.

En el servicio eléctrico estamos viviendo de la mano del monopolio constituido por CFE, una situación parecida a la referenciada hace unas cuantas décadas en relación con el teléfono.

Los usuarios domésticos de toda la zona norte del país son severamente castigados por el monopolio de la dotación de energía eléctrica, simplemente por el hecho de que en el verano tienen que ser grandes consumidores de energía, para poder utilizar sus aires acondicionados.

La competitividad empresarial provoca que una vez resuelto el problema de producción del bien o servicio demandado merced a una inversión constante para la actualización tecnológica; en la medida en que un consumidor haga mayor utilización del mismo, se le incentive con descuentos, tal y como se constataba en el ejemplo de lo que hoy pasa en el teléfono.

Pero al estar en unas solas manos el suministro eléctrico doméstico, nos encontramos que su burocracia brinda un pésimo servicio, además carísimo si lo comparamos con lo que un usuario extranjero tiene que pagar por su equivalente.

El reto de cualquier empresa que tiene frente a sí a su competencia es vender más que aquélla. La actitud de una entidad monopólica es por el contrario vender lo menos posible porque realmente no mantiene ninguna clase de incentivos que no sean los políticos.

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