La perredista Rosario Robles rechaza aliarse con el PRI (El Debate 21-X) “Nosotros vamos a una gran alianza social en el 2003...vamos como la única opción de cambio en el país y con una ética y una visión democrática que en el terreno electoral no se da “. ¿Cuando entenderán nuestros políticos que mientras los ciudadanos no tengamos derecho de reelegir o no reelegir a nuestros diputados no habrá ni podrá haber ningún cambio de fondo? Y a como vamos, eso no será nunca.
Cambio: Cuál de las dos personalidades será más irritante, ¿Vicente Fox o su esposa Marta Sahagún? Conste que no hablo de sus personas, que no conozco, sino de su manera de proyectar ante la opinión pública, sus “personalidades”.
El metepatismo de Fox ya es un tema muy trillado, tanto que su gran acierto, la solución de la potencialmente devastadora huelga de los petroleros, tiene la luminosidad de un milagro. Claro que al día siguiente (es un decir) volvió a sus andanzas con su arbitraria y muy personal exención del pago de los impuestos en especie a la radio y la televisión del 12.5 por ciento del tiempo del Estado. Esta medida representa una millonada para sus respectivos beneficiarios y una pérdida proporcional para el erario.
El caso de doña Marta es mucho más complejo. Es una mujer de una inteligencia excepcional pero sin la cultura ni el “mundo” necesarios para disimular esa superioridad suya ante el pueblo y la opinión pública en general. El resultado es que, desde su primera aparición en el tablado político durante la campaña de Fox, se maliquistó a muchos, aun dentro de su propio partido. Ella misma lo sabe, de otra manera no sería explicable una reciente declaración suya acerca de su vocación de servir, terminando con una retadora frase en el sentido de “y al que no le guste, tendrá que aguantarse” (o algo por el estilo).
Tal actitud no es digna de la Primera Dama de una república. Irrita la falta de modestia en una señora que no fue electa para servir nada más que por Fox, quien, según se ha dicho, se refirió a las previas Primeras Damas como “viejas fodongas” (o cuando menos ésa es la frase que corre desde que la nueva Primera Dama entró en funciones).
Lo cierto es que el puesto mismo de Primera Dama es, de por sí, muy ingrato, comenzando por el título. Agréguese el viejo prejuicio machista de que la única tarea propia para una dama es el cuidado del hogar, así se llame éste Los Pinos o la Casa Blanca. Por cierto que el paradigma de las actuales consortes presidenciales fue la inolvidable Eleanor Roosevelt, esposa (amén de prima) de Franklin Delano Roosevelt. Era tan odiada por amable como por activista. “Fea” y “metiche” era lo menos que le decían cada vez que salía en primera plana en alguna zona de desastre económico, que en los años treinta del siglo pasado abarcaba los 48 estados de la Unión. Antes de ella, solamente la esposa del Presidente Woodrow Wilson (1912-1920) había figurado directamente en la política de su país y eso debido al derrame cerebral que dejó al Presidente paralizado y prácticamente sin habla en sus últimos años, tiempo durante el cuál ella se convirtió en la única portavoz de la Presidencia. Considerado en el marco histórico, el puesto de Primera Dama comenzó a evolucionar cuando las feministas ganaron el derecho de votar para la mujer (así como la Ley Seca) precisamente en los últimos años de la presidencia de Wilson, proceso que se repitió en México cuarenta años después
Lo chocante del puesto es el gran poder que le da a una mujer que fue electa sólo por su marido. Tal es la carga de antipatía inherente en el puesto y doña Marta, en lugar de disimularlo, hace gala de él aun en el lema de su fundación “Vamos México” (que queda en puntos suspensivos por falta de coma) así como en el banquete inaugural en el Castillo de Chapultepec. Queda volando el destino del DIF, creado precisamente para “servir” y así lo usaron las Primeras Damas anteriores.¿Por qué lo desdeñó la actual? ¿Sería para seguir con su propia fundación después del 2006? Unos piensan que sí, ella dice que no. El tiempo nos lo dirá.