“Los atavismos más perniciosos sienten la imperiosa necesidad de cubrirse con un ropaje de modernidad y progreso.”
Herman Hesse
El proteccionismo comercial tiene formas de afectar siempre a los más inocentes y distorsiona la economía de maneras insospechadas.
Hace unos días un pequeño empresario, el cual se me acercó poco antes de iniciar una conferencia, me ofreció un ejemplo. Él, me dijo, es productor de tambos de acero para la industria, los cuales se utilizan en el transporte y almacenamiento de pinturas y otros productos.
Recientemente el gobierno mexicano, siguiendo ciegamente una medida proteccionista del gobierno estadounidense de George W. Bush, decidió establecer un arancel especial al acero importado de países que no son miembros de los tratados de libre comercio firmados por nuestro país. El resultado automático ha sido elevar el precio del acero en el mercado nacional. Lo anterior ha sido sin duda beneficioso para las empresas productoras de acero, especialmente las que se encuentran en problemas financieros, pero afecta a los consumidores y sin duda constituye un golpe brutal para los productores de bienes finales fabricados en México con acero.
El elevado costo del acero en nuestro país ha hecho, por ejemplo, que los fabricantes extranjeros puedan colocar sus tambos para pinturas y productos químicos en el mercado mexicano a un precio inferior al de los que se producen en México. Y esto está a punto de dejar fuera del negocio a los fabricantes mexicanos.
Lo peor de todo es que los fabricantes nacionales de tambos no están siendo víctimas de su ineficiencia o de su incapacidad para competir. Simplemente están siendo sacrificados, junto con los productores de otros bienes fabricados con acero, en aras de proteger a una industria nacional que ha sido incapaz de competir.
Esta situación se reproduce también en otros mercados. El gobierno mexicano, por ejemplo, ha establecido un arancel muy alto a la sosa cáustica importada con el propósito de proteger a los productores locales. Sin embargo, los bienes finales producidos con sosa cáustica, como pueden ser los jabones, pueden así entrar a México desde el extranjero con un precio inferior al que se puede conseguir localmente. Una vez más se castiga al productor final mexicano para proteger a los productores de insumos. Y en este caso, de hecho, la cadena de protección va más allá, puesto que los productores mexicanos de sosa cáustica tienen que ser protegidos ya que su principal proveedor es un monopolio ineficiente llamado Pemex.
Otro ejemplo reciente de tonta aplicación de políticas proteccionistas, en este caso, no por el gobierno federal pero sí por el Congreso, lo vemos en la fructosa. A este endulzante se le impuso un impuesto especial en México con el fin de proteger a los productores nacionales de azúcar de caña. El resultado, sin embargo, ha sido una disminución en la producción de fructosa en México y en una menor competitividad de las empresas que fabrican en nuestro país jarabes de maíz. La decisión ha sido también un duro golpe a los productores mexicanos de maíz amarillo, el cual no se utiliza para el consumo humano, pero que se emplea en la producción de fructosa.
Los políticos aplican medidas proteccionistas argumentando siempre que lo hacen con las mejores intenciones. Dicen, con previsible reiteración, que están protegiendo empleos al defender a la industria nacional de las perversas importaciones extranjeras. Al final del camino, sin embargo, los costos ocultos del proteccionismo se acumulan. Éste no sólo obliga a los consumidores cautivos a pagar precios mayores por productos de inferior calidad, sino que afecta también las cadenas de producción, que requieren insumos a precio internacional para producir bienes finales que puedan competir en los mercados internacionales.
Me queda muy claro que el mercado no es un panacea. Casi por definición los mercados son imperfectos. Además son muchos los gobiernos en el mundo que, por una u otra razón, tratan de manipular los mercados.
Pero cuando uno ve los resultados reales de las medidas proteccionistas de nuestro gobierno, la manera en que castiga a empresas inocentes y a los siempre desprotegidos consumidores, no queda más que concluir que incluso el peor de los mercados es más inteligente que el mejor de los burócratas.
Superávit
Mucho se ha dicho que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte ha sido un fracaso. ¿Cómo se explica entonces que el comercio de México con Estados Unidos, deficitario hasta 1993, haya ofrecido un enorme superávit desde 1994? Actualmente México tiene un superávit comercial de más de 20 mil millones de dólares con la Unión Americana. El déficit lo tenemos con Asia, Europa y el resto de Latinoamérica.