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PUNTO DE VISTA / Cuatrociénegas se está secando

Dr. Fernado Llama Alatorre

La población florecía gracias a un manantial de agua fresca que brotaba al norte

Cuando algo drástico sucede “de la noche a la mañana”, todos nos asustamos, nos condolemos, y en el mejor de los casos... le ponemos remedio.

Por el contrario, cuando las cosas han ido sucediendo poco a poco, tristemente nuestros cerebros llegan a acostumbrarse al hecho, y al final, cuando todo termina en tragedia... casi pudiera decirse que... ni nos impresiona tanto.

Pues bien, hace cosa de 30 años, mis andanzas “en busca de amor”, me llevaron a descubrir un hermoso pueblito ubicado al norte de San Pedro, Coah. En aquellos años, ningún chavo lagunero de 19 años imaginaría que al norte de San Pedro, y por una estrecha carretera que dos años antes, aún era de terracería, se pudiera llegar a algún poblado que valiera la pena conocerse, y más, cuando todo el turismo y el tráfico conocido era con rumbo a Saltillo o Monterrey.

Pues bien, luego de que una bella chica de la Universidad me dijo que era de un pueblo llamado Cuatrociénegas, –cinco años después me casé con ella-, me dije: Fer, creo que es el momento de orientar tus velas a “barlovento”, y fue así que en abril de 1972, tomé mi bochito azul, y luego de dos horas de ver sólo desierto, llegué a aquel hermoso lugar totalmente verde, que me recordó en el acto al siempre verde... Parras de la Fuente.

Las calles de la periferia del pueblo eran de tierra, -sólo las principales estaban asfaltadas-. La sombra de los enormes nogales y el agua que corría a diario por las acequias hacia que el clima fuera fresco, aunado ello a la tradicional costumbre pueblerina de esparcir agua por calles y banquetas para que el polvo se asentara.

Cuatrociénegas florecía gracias a un manantial de agua fresca que brotaba al norte del poblado, y desde donde -a diario- gran cantidad de agua bajaba por gravedad regando cultivos y parcelas, y recorriendo todos los usos -acequias- del pueblo, inundando los jardines y reverdeciendo los granados, las parras y los nogales.

Los años pasaron y poco a poco grandes ranchos agrícolas se fueron instalando al norte del pueblo, y mientras los ranchos, –productores de alfalfa-, cada vez se ponían más verdes, el pueblo se ponía cada vez... más seco.

Pero como lo dije al principio, si de la noche a la mañana el pueblo se hubiera quedado sin agua, al día siguiente, el mismo Gobernador hubiera puesto el remedio, pero como las cosas se dieron poco a poco... como buenas lagartijas de desierto... nos fuimos acostumbrando... a la falta de agua.

Pero hoy, 20 de octubre de 2002, creo que es un buen momento para decir... ¡BASTA! Ya no es posible aguantar más. Es insostenible callar el hecho de que, –por una causa o por otra-, al paso de sólo 30 años se haya secado en un 90% aquel manantial que quizá llevaba fluyendo más de 1000 años.

Por favor... no pretendamos tapar el Sol con un dedo, pues los terrenos, los prados, los árboles, los andadores y los jardines que antes se regaban con el agua del cañón, –como allá se le conoce-, (y que fluía de a gratis)... al paso de los años han resentido la escasez del agua y se ha ido secando poco a poco.

Las parras, que otrora cubrían centenares de hectáreas y cuyos vinos hicieron famosa a la región de Cuatrociénegas, hoy han desaparecido, y si acaso las hay, es sólo en contados terrenos de las bodegas vinícolas.

Los nogales centenarios han ido secándose uno a uno, al resentir la falta de aquella agua, que los bañaba casi a diario. En una palabra, de aquel verde y frondoso Cuatrociénegas que yo conocí en 1972, hoy día, poco queda de él que me lo recuerde.

Hace un par de años, a instancias de don Miguel Guevara (q.e.p.d) y de otros cieneguenses preocupados por la escasez de agua en el pueblo, –hasta para beber-, solicitaron la ayuda del gobierno federal, quien autorizó hacer un pozo profundo muy cerca de donde antes “afloraba el agua sola”, pero según supe hace unos días, han desistido de su intento luego de perforar más de 500 metros sin éxito, dándose cuenta de que aquel venero de agua que “brotó solo” durante miles de años, hoy ha quedado demasiado profundo como para poder sacarlo a la superficie.

Saber si los dueños de los ranchos vecinos fueron culpables, -sin saberlo-, de tomar el agua para sus cultivos de alfalfa del mismo “venero” que alimentaba el manantial del pueblo, es muy difícil saberlo. Saber si esta escasez de agua fue debida a la sobre explotación que hicieron de los mantos acuíferos que rodean a Cuatrociénegas, es difícil asegurarlo.

Lo que es un hecho real, es que antes de que se perforaran tantos pozos y en tantos ranchos, el pueblo era verde, y hoy día, mientras los ranchos vecinos siguen verdes, el pueblo se seca... día con día.

De antemano me declaro poco conocedor en temas relacionados con la extensión que pudiera tener un manto acuífero, pues para ello están el Dr. Luis Maeda y Francisco Valdez Perezgasga, conocidos y queridos ecologistas laguneros, y son ellos los que deberán de decirnos, –cuanto antes-, si la burbuja subterránea de agua de la que se nutre Cuatrociénegas, –y sus milenarias pozas azules-, ha sido sobre explotada por los ranchos agrícolas, o por el contrario, todo ha sido una lamentable y trágica... casualidad ecológica.

Personas especializadas en el tema del agua, consideran que la explotación de la empresa minera Micare, ubicada al norte, en la zona carbonífera de Coahuila, pudiera estar afectando también a los mantos de agua de Cuatrociénegas.

Y por si ello no fuera suficiente alarma, hay quienes ya han puesto sus ojos en los enormes desmontes que se están haciendo, ahora mismo (para sembrar alfalfa) al lado del ejido Santa Teresa de Sofía, a pocos kilómetros, -en línea recta-, al sur de Cuatrociénegas, y en donde actualmente se están perforando, imagino que con permiso, los pozos que sean necesarios para regar “5000” (cinco mil) hectáreas de alfalfa.

El crear nuevos puestos de trabajo, y el hacer florecer una parte más de nuestro desierto coahuilense, me parece muy bien. Lo que a mí realmente me preocupa, es que ante la falta de estudios hidrológicos profesionales, nunca sabremos si estas nuevas perforaciones agrícolas terminarán afectando a las pozas azules de Cuatrociénegas y a los propios moradores del pueblo... y estoy casi seguro de que si algún día llegamos a saberlo con precisión, ello será...cuando ya sea demasiado tarde.

Y es por ello que hago un llamado al Gobernador Enrique Martínez y Martínez, quien sé bien que tiene un especial afecto por Cuatrociénegas y sus moradores, y al jefe de Semarnaf, Ignacio Corona, para que pongan remedio a estos males, mientras aún haya tiempo, y los exhorto a que encuentren -y corrijan- aquello que ocasionó que un pueblo que permaneció verde durante tantos y tantos años, se haya ido secando poco a poco, sin que nadie haya prestado la debida atención... a sus llamados de auxilio.

COROLARIO: La idea de ponerle hoy “el cascabel al gato”, en esta alarmante situación, no es criticar ni atacar a los agricultores que tratan de hacer un trabajo honesto, sino más bien buscar entre todos los mecanismos que hagan: Por un lado, solucionar este grave problema, y por el otro... no agravarlo aún más.

POSIBLES SOLUCIONES

*Como prevención: Hacer detallados estudios hidrológicos para saber si aún es posible seguir perforando más pozos, sin dañar irreversiblemente a la ecología local.

*Como solución parcial: Buscar la donación para el pueblo, de uno de tantos productivos pozos de 14 pulgadas de algún rancho vecino, para que esta agua pueda ser entubada y llevada hasta la red del pueblo, de tal modo que en 50 ó 100 años más, los nietos y bisnietos de los actuales dueños de los ranchos vecinos puedan afirmar con orgullo: Tengo un hermoso y verde rancho que heredé de mi padre a las afueras de Cuatrociénegas, en vez de: Tengo un hermoso y verde rancho.. justo en medio del desierto.

FUENTE: FERNANDO LLAMA

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