EDITORIAL Columnas Editorial Caricatura editorial

Qué queremos

Cecilia Lavalle

A principios del siglo pasado, una caricatura publicada en un periódico norteamericano, bajo el título “Una sufraguista en casa” mostraba a una mujer que decía: “No sabemos lo que queremos, pero seguro lo conseguiremos”. Caricaturas como ésa, ridiculizando el movimiento sufraguista de las mujeres no tuvieron mayor efecto, porque las sufraguistas francesas, norteamericanas o mexicanas desde fines del siglo xviii sabían muy bien lo que querían: Querían mejores condiciones de vida para las mujeres y sabían que sin el poder político no iban a conseguir algo. Por eso deseaban adquirir la plena ciudadanía, para influir en la toma de decisiones y más adelante obtener cargos donde ellas tomaran las decisiones. La profunda convicción y entrega de muchas mujeres conquistaron el derecho al voto para sus países en pleno siglo xx. En México lo obtuvieron primero las yucatecas (1920), en los siguientes cinco años las mujeres de San Luis Potosí y Chiapas y, finalmente, el 17 de octubre de 1953, fue una conquista a nivel nacional. No llegamos tarde. En muchos países se ha conquistado este derecho apenas en los últimos 30 años.

Es evidente entonces que la irrupción de las mujeres en el escenario político es muy reciente. Y saber esto nos permite ubicar en mejor dimensión los avances y los retos. La buena noticia es que de 1995 al 2000 la participación femenina en el Poder Legislativo del Continente Americano creció un 50%. La mala es que apenas hay 15 mujeres por cada 100 miembros de las dos Cámaras en América. La buena noticia es que a nivel mundial el Continente Americano ocupa el segundo lugar en participación femenina en los congresos. La mala es que en todo el mundo las mujeres ocupan sólo 10 de cada 100 escaños parlamentarios. La buena noticia es que en México la representación femenina en las Cámaras (16%) es superior a la media mundial. La mala es que en el 2000 disminuyó en un punto porcentual. La buena noticia es que en los últimos cinco años las mujeres ocuparon cargos ministeriales (secretarías de Estado) en una cantidad sin precedente en América. La mala es que en el mundo las mujeres apenas ocupan un 4% de los cargos ministeriales y en más de 80 países no ocupan alguno.

Si bien es aún muy baja la participación de las mujeres en los cargos de representación popular, en general tiende a incrementarse. Pero esto se debe a la promulgación de leyes de cuotas. En Latinoamérica 11 países promulgaron este tipo de leyes. El primero fue Argentina y los espacios ocupados por mujeres llegaron al 27 por ciento. En México, el pasado 30 de abril el Senado aprobó, sin un voto en contra, previa votación favorable en la Cámara de Diputados, reformas al Cofipe (Código Electoral de Procedimientos e Instituciones Electorales) que garantizan una presencia mínima de 30 por ciento para cualquiera de los sexos (desde luego léase para las mujeres). Una reforma similar se había aprobado en 1996, pero todos los partidos cumplieron colocando a mujeres en las suplencias o en los últimos lugares en las listas de representación proporcional. Ahora deberán hacerlo en calidad de titulares y se establecen sanciones que van desde multas hasta la cancelación del registro del partido. Previamente Puebla, Zacatecas y Coahuila, entre otros, fueron pioneros en reformas de este tipo. Y que cunda el ejemplo es fundamental, porque de lo contrario sólo avanzaremos en la realidad virtual: parece que tenemos más oportunidades, pero en realidad no se abren los espacios.

Y es que justo ése, es uno de los retos en este siglo. Las mujeres necesitamos pasar de ser grupos de presión a formar grupos de decisión. Necesitamos poder, porque sólo desde el poder es posible realizar las transformaciones para lograr la plena equidad.

Ahora bien, garantizar el mayor acceso de la población femenina al poder, no garantiza por sí mismo un cambio. No basta con que las mujeres ocupen más curules, o más cargos del más alto nivel en la administración pública. Necesitamos que asuman un compromiso de género y desde su posición marquen la diferencia. Necesitamos que legislen y diseñen políticas públicas con perspectiva de género. Necesitamos que con el poder que se les ha conferido pongan su grano de arena para modificar el escenario adverso en el que las mujeres nos movemos.

Los varones no están exentos de contribuir en esta lucha, a menos que se asuman como antidemocráticos, algo muy poco rentable a la hora de las elecciones. Y es que no hay democracia posible sin la participación efectiva de más de la mitad de la población. Y asumirse como democráticos sólo en el discurso ya no basta. Datos de Conapo (Comisión Nacional de Población) señalan que en el futuro inmediato serán mayoría las mujeres jóvenes en edad de votar que los varones de su misma edad. Así que si no es por convicción, al menos por conveniencia política los varones deben comprender de qué hablamos cuando hablamos de políticas públicas con perspectiva de género.

Muchas mujeres del siglo XXI, al igual que las sufraguistas de los dos siglos anteriores, tenemos muy claro qué queremos. Y al igual que aquéllas lo vamos a conseguir tarde o temprano. Confío en que muchas mujeres y hombres solidarios ayuden a que sea temprano.

Apreciaría sus comentarios: cecilialavalle@hotmail.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 6066

elsiglo.mx