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Querétaro

Miguel Ángel Granados Chapa

Los dos partidos que han gobernado en Querétaro, los que mayor votación reciben, definieron ya sus candidaturas para la renovación del poder ejecutivo el año próximo. Anteayer Acción Nacional eligió candidato a Francisco Garrido Patrón, que en 1997 ganó la alcaldía de la capital. Antes el PRI había realizado la operación análoga, que lo hizo postular por segunda ocasión a Fernando Ortiz Arana, que en julio de aquel año recibió un sorprendente revés del que ahora busca resarcirse.

Entonces fue derrotado por un candidato prácticamente desconocido, el ingeniero Ignacio Loyola, por lo que si se examina sólo ese factor ahora el riesgo de un nuevo resultado adverso es mayor. Loyola no era panista y su fama pública se reducía al ámbito empresarial, pues había sido dirigente de Coparmex.

Garrido, en cambio, si bien ha desarrollado también una carrera en el sector privado (durante el breve lapso de doce años en que radicado en aquella entidad), también alcanzó perfiles públicos. En la misma jornada en que Loyola ganó la gubernatura, Garrido alcanzó la alcaldía capitalina, que desempeñó en términos satisfactorios para la población, que por eso refrendó su apoyo al PAN.

Varios ingredientes sirvieron para que se cocinara la derrota de Ortiz Arana entonces, eliminar los cuales es indispensable para revertir el resultado de 1997. El PRI estaba dividido, a causa de las aspiraciones y la proyección nacional de varias figuras eminentes. El gobernador Enrique Burgos incluyó en su administración a miembros de Acción Nacional, como su contralor, Francisco Fernández de Cevallos, al que inevitablemente hay que identificar como primo de Diego; y su secretario particular, Ricardo Loyola, hermano de Ignacio. Burgos no fue partidario de la candidatura de Ortiz Arana y aun si lo hubiera sido habría actuado con distancia, es decir sin entregar apoyos a su candidatura, como es de estilo entre los gobernantes priistas.

Además, Ortiz Arana erró el análisis de la situación queretana y se confió. Dos de las tres veces en que fue diputado había alcanzado su curul de manera holgada en distritos queretanos. Y su proyección fuera de Querétaro, su trayectoria nacional parecía haberle dado una imagen triunfadora: ha sido el único dirigente político que encabezó tres cuerpos deliberativos: la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, la Cámara de Diputados y la Cámara de Senadores, en épocas que dirigir la mayoría priista lo convertía en jefe de esos organismos. Fue además presidente nacional del PRI. Lo era cuando fue asesinado Luis Donaldo Colosio y por su posición no faltó quien pretendiera lanzarlo como candidato de reemplazo. Él mismo alentó esa posibilidad al punto de que se le ordenó rechazarla de modo explícito, cuando Carlos Salinas decidió hacer sustituto a Ernesto Zedillo.

La fricción de aquellos momentos no fue dejada atrás por Zedillo, quien desde Los Pinos se manifestó renuente a la candidatura queretana de Ortiz Arana. Al menos a eso se atribuyó en el PRI la falta de recursos materiales y un obstáculo político incómodo y difícil de librar: José Ortiz Arana, hermano mayor del aspirante priista, renunció a su militancia en ese partido y aceptó ser lanzado por un minúsculo y artificial organismo, todo lo cual no hubiera ocurrido sin un impulso y un patrocinio poderosos. La maniobra fue tan exitosa que la breve diferencia entre la votación que dio el triunfo a Loyola y la obtenida por el PRI equivalió a la suma de los sufragios alcanzados por el otro Ortiz Arana.

Acción Nacional ganó entonces 210, 693 votos y el partido tricolor 186, 451 votos, es decir el 44.1 contra el 40.9 por ciento de los sufragios. Pero tres años después, la fuerza panista creció al grado de hacer mucho más difícil remontar aquella desventaja. En las elecciones federales el PAN ganó las dos curules senatoriales de mayoría y tres de las cuatro diputaciones federales. En la contienda por el Senado (en que el PAN llegó a 271,756 votos y el PRI a 195,498), ocuparon el primer lugar en sus respectivas fórmulas el antiguo contralor Fernández de Cevallos y Silvia Hernández, con una carrera nacional que incluyó una secretaría de estado.

En 1997 como ahora, ambos aspiraron a la candidatura de su partido. En aquel entonces Fernández de Cevallos llegó a la convención, donde Loyola lo superó por amplio margen en la votación de delegados. Ahora en que cambió el sistema de selección interna, Fernández de Cevallos se registró como precandidato pero el 8 de octubre se retiró de la contienda, quizá reconociendo que la situación no lo favorecía, lo que describió de modo deliberadamente oscuro para no introducir discordia en su partido: “las circunstancias que predominan en el proceso interno del PAN para la competencia electoral que se avecina rebasan las capacidades cívico-políticas de que dispongo como militante activo” La senadora Hernández participó en el proceso interno priista, donde quedó no alcanzó la postulación. Mujer dotada de empuje y sinos favorables durante la mayor parte de su carrera, ha padecido adversidades desde que en 1997 el presidente Zedillo la despidió de Turismo para dar fuero a Oscar Espinosa Villarreal: su candidato perdió la Presidencia de la República, y ella la curul de mayoría. Y no sólo Roberto Madrazo venció a su candidata Beatriz Paredes en la elección interna priista sino que es secretaria general su adversaria acérrima Elba Ester Gordillo. Muchos se preguntan, por eso y otros factores, si permanecerá en el PRI.

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