MOSCÚ, RUSIA.- El presidente Vladimir Putin dijo ayer que no habrá acuerdo con los “terroristas” chechenos, mientras sus funcionarios evadían preguntas sobre un misterioso gas usado para poner fin a una toma de rehenes en Moscú.
De los 117 rehenes que murieron en el asalto a un teatro, todos excepto dos fallecieron por el gas bombeado dentro del edificio en la madrugada del sábado, cuando fuerzas especiales rusas pusieron fin a un secuestro de tres días por parte de rebeldes que exigían la retirada de las tropas rusas de Chechenia.
Las autoridades se han negado a identificar el gas, aún para los médicos que atienden a las personas afectadas, pero el experto en seguridad Michael Bradley dijo en Londres que podría haber sido el BZ, un gas incoloro e incapacitante con propiedades alucinógenas.
Sergei Mironov, máxima autoridad de salud del gobierno, dijo que la cifra de muertos podría aumentar.
El BZ actúa sobre los sistemas nervioso central y periférico autónomo, lo que implica la pérdida de coordinación motora, de memoria y del conocimiento, resequedad en la boca, latidos irregulares del corazón, náusea, vómitos y alucinaciones, todos los síntomas experimentados por los rehenes.
De acuerdo con el ejército de Estados Unidos, los efectos secundarios del BZ duran 60 horas.
El lunes, día oficial de luto en Rusia por las víctimas del asedio, Putin se comprometió a asumir una línea dura frente a los enemigos del país.
“Rusia no tendrá tratos con terroristas y no cederá a chantajes”, dijo el presidente a sus ministros, en declaraciones citadas por las agencias de prensa rusas.
Putin agregó que Moscú respondería de forma “apropiada” si hubiera cualquier amenaza de uso de armas de exterminio masivo contra Rusia.
Los dirigentes chechenos, que acusan a las fuerzas rusas de actuar con brutalidad lejos de la mirada del mundo en su república en el sur, reiteraron el lunes su disposición de sentarse a la mesa de negociaciones, oferta que los rusos han rechazado hasta ahora.
Muchos continúan graves
La tragedia comenzó cuando unos 50 separatistas chechenos tomaron el miércoles por asalto un abarrotado teatro de Moscú durante un musical, y finalizó cuando las tropas especiales irrumpieron en el edificio tras usar un gas paralizante para evitar que el “comando suicida” detonara los explosivos que llevaban adosados a sus cuerpos.
El presidente de la comisión de salud pública de Moscú, Andrei Seltsovsky, dijo que 646 personas seguían en el hospital, 45 de ellas en estado grave.
Frustrados y agotados familiares, con comida y regalos, se concentraban frente a las puertas de los hospitales en un desesperado intento por tener noticias de sus seres queridos.
Médicos del Hospital Número 13, donde están ingresados más de 300 rehenes, dijeron que preveían que en su mayoría fueran dados de alta el lunes.
Alborozados, los primeros en irse a casa sonrieron a la multitud.
“Cuando entró el gas, dejé de sentir mi cuerpo, no podía mover los dedos. Caí sobre un abrigo de pieles rojo y después de eso no recuerdo nada”, dijo Andrei Naumov, de 17 años. “Cuando desperté, me di cuenta de que estaba vivo”.
Las banderas ondeaban a media asta y los entretenimientos ligeros fueron cancelados en la capital rusa, de más de 10 millones de habitantes.
Los niños guardaron un minuto de silencio antes de iniciar las clases. El encuentro de fútbol de la Liga de Campeones entre el Spartak Moscú y FC Basel también fue aplazado en señal de respeto.
Los transeúntes colocaban flores y velas en recipientes de cristal en el exterior del teatro donde los rehenes fueron retenidos por tres días por el grupo de chechenos. Cincuenta de los asaltantes, o casi todos, murieron en el ataque del sábado.
Putin se disculpó pocas horas después de la operación por no haber podido a salvar con vida a todos los rehenes.
Envenados “como cucarachas” Sin embargo, el alivio inicial fue reemplazado por las dudas sobre el misterioso gas a medida que aumentaba la cifra de muertos el domingo.
“Nos envenenaron como cucarachas”, dijo una mujer a su hija según el diario Kommersant.
Un médico expresó su frustración por no poder salvar a los sobrevivientes.
“No les vi heridas de bala. Los que murieron se ahogaron en su propio vómito, atorados por la lengua o se les detuvo el corazón”, dijo el médico al diario Nezavisimaya Gazet.
“Si lo hubiésemos sabido de antemano. Si nos hubiesen dicho que habría muchos que perderían el conocimiento o tendrían fallas cardiacas, todo podría haber sido un poco diferente”, agregó.
Los informes preliminares dijeron que unos 10 rehenes habían perecido, lo que sugirió que la operación resultó más exitosa de lo que parecía posible.
Sin embargo, la cifra de muertos alcanzó 67, después más de 90 y llegó a 117 el domingo. Sólo dos murieron de disparos.
El hecho de no haber identificado el gas y las afirmaciones de que es similar a los anestésicos utilizados en cirugías, reforzaron también la vieja imagen de Rusia de secretos y desinformación.
Oferta de conversaciones
El fugitivo ex presidente de Chechenia, Aslan Masjadov, dijo a través de un asistente que estaba dispuesto a sostener conversaciones incondicionales con representantes rusos para buscar una solución política al sangriento conflicto.
“Podemos resolverlo políticamente”, declaró su enviado Ajmed Zakayev en una reunión chechena en Copenhague.
“El presidente Masjadov, como antes, está dispuesto a sentarse en la mesa de negociaciones sin condiciones previas.
Está en manos de la dirigencia rusa” aceptar la oferta, agregó.
Para Putin, el creciente número de muertos fue un desagradable recuerdo de otras tragedias que han marcado su mandato presidencial.
En agosto del 2000, el submarino nuclear Kursk se hundió en el mar de Baring después de la explosión de un torpedo a bordo, con un saldo de 118 muertos. Putin fue ampliamente criticado por lo que fue percibido como una falta de rapidez y decisión para actuar.
Un helicóptero fue derribado en Chechenia en agosto con un número de muertes similar, a pesar de las reiteradas declaraciones de Putin de que la guerra de Chechenia, lanzada en septiembre de 1999, meses antes de ser elegido presidente, había terminado.