Nadie puede negar que Cuauhtémoc Cárdenas es una persona cuya experiencia e información nacionales le permite tener una visión general de la situación que guarda el país y en base a ella hacer prospecciones de lo que podría suceder si las cosas continúan como hasta ahora. Con demasiados frentes abiertos por el gobierno foxista y una desarticulación de los actores políticos que les impide establecer acuerdos en lo esencial.
Sin embargo, no podemos dejar de advertir que la visión pesimista de Cárdenas bien puede obedecer al hecho de que en tres ocasiones consecutivas ha pretendido llegar a la presidencia de la República, sin éxito; y en esa virtud ningún otro esquema de desarrollo, que no sea el de él, lo puede satisfacer, pues para un político que se ubica a la izquierda del espectro ideológico, toda tendencia globalizadora y privatizante es vista con gran reticencia.
Pero acierta cuando sostiene que al gobierno federal le ha faltado energía y oportunidad para manejar los asuntos públicos, de manera tal que so pretexto de no caer en la intolerancia y ser estrictamente democrático, ha dejado que problemas como el de Chiapas permanezca ahí sin solución; o que la solución a otros, como el de Atenco, sea interpretada como un acto de preocupante debilidad.
Como en todo, el justo equilibrio sería lo deseable y el saber distinguir entre la respuesta que se debe dar a aquellos asuntos en que pequeños grupos buscan imponer su voluntad por encima de los de la sociedad y los que en verdad requieren replanteamientos por existir errores de origen. Pero además, tomar las decisiones con oportunidad, lo que hasta ahora no ha acontecido y de ahí la sensación de un vacío de poder que se suma a la ausencia de crecimiento económico en los términos en que éste se venía realizando, combinación que en efecto se antoja peligrosa.