El próximo domingo los coahuilenses saldremos a votar para elegir presidentes municipales, ayuntamientos y diputados locales. Ante este compromiso cívico se han producido algunas visiones pesimistas: Hay quienes dicen, desde los medios de comunicación, que habrá un gran abstencionismo, y le echan la culpa a las disposiciones del organismo electoral de Coahuila por haber reducido los tiempos para la campaña, por escatimar las prerrogativas electorales y por bajar al mínimo los techos en los gastos de propaganda.
Las disposiciones del Instituto Electoral y de Participación Ciudadana parecen responder a un pertinente deseo de hacer más fluidas y ágiles las campañas de los candidatos, y a colocar los presupuestos electorales en la realidad de un país en crisis, a juzgar por los recortes federales al gasto. Queremos pensar también que con tales medidas se intenta estimular a los candidatos para que sustituyan la transitoria eficacia de las imágenes policromas con la severa contundencia de las palabras, convertidas en mensaje político.
Otros afirman que habrá menos votantes porque las candidaturas no han impactado en el ánimo popular. Y hay quienes dicen, finalmente, que ningún ciudadano va a renunciar al juego de futbol en la televisión, o al encuentro dominguero de beisbol en los llanos, para ir a votar. Los comentaristas académicos, en cambio, fundan su escepticismo con los porcentajes de abstención que presentan los países dueños de una gran tradición democrática, como Estados Unidos, Alemania, Francia e Inglaterra, donde los índices de cumplimiento apenas sobrepasan el 50 por ciento de las listas de electores. ¿Por qué México tendría que ser mejor que ellos?.. Que ello pueda suceder cuando los mexicanos estamos tratando de construir un sistema democrático deviene altamente preocupante, y nos obliga a pensar en quienes son los responsables de este inducido desánimo, que busca deslegitimar a las elecciones del próximo domingo 29 de septiembre.
Resultaría totalmente decepcionante que nos encontráramos, al fin de la jornada cívica, con que la mayoría de los electores renunciaron al derecho de elegir presidente municipal, cabildo y representante a la Legislatura de Coahuila. Peor todavía: si se concretara esta actitud electoral negativa resultaría evidente que a pesar de vivir en el siglo XXI los mexicanos carecemos de capacidad y responsabilidad suficientes para decidir sobre los asuntos del gobierno, y esto se debería, simplemente, a que nos importan un bledo.
El promovido escepticismo electoral constituye un truco estratégico de los partidos de oposición, sobre todo del PAN, cuyo comportamiento en otras campañas políticas locales puede haber servido de pauta a lo que ahora sucede. En 1979 por ejemplo, con las elecciones municipales a la vista, los panistas se desgarraron las vestiduras ante la presunta desaparición de uno de sus más aguerridos activistas, el señor Castelazo. Lo presumían muerto y responsabilizaban del posible crimen a la policía estatal. Al gran escándalo en la prensa nacional procedió la integración de una comisión de diputados federales, obviamente panistas, que vinieron a Saltillo para demandar del gobernador del estado, Oscar Flores Tapia, la inmediata aclaración de los hechos. Esa misma noche la policía de Nuevo León reportó que habían encontrado al señor Castelazo en una taberna de mala muerte, con una inestable condición de salud por exceso en la ingestión de bebidas alcohólicas. La respuesta de los diputados panistas fue el silencio, total y absoluto.
A dos días de que concluyan las campañas electorales de los candidatos a presidentes municipales, regidores, síndicos y diputados locales, los partidos de oposición se han esmerado en censurar al PRI, al gobierno del estado, a los alcaldes y ayuntamientos y al Congreso de Coahuila. Habrá fraude, han dicho. Y aun pusieron a la autoridad electoral en entredicho ante la sospechosa aparición, en un camino rural, de una urna del próximo proceso, armada y vacía. Curiosamente el hallazgo fue de un activista de ese partido, el cuál no la entregó a los funcionarios del IEPC hasta tener enfrente a reporteros y fotógrafos de los medios de comunicación.
Crear en torno a los comicios un suspenso dramático, que anuncie la inminencia de disputas o alteraciones del orden, ha sido desde siempre una táctica de las oposiciones; pero los ciudadanos coahuilenses debemos darles un mentís contundente con nuestra asistencia a las casillas electorales. Vote cada uno según su gusto, convicción, leal saber y entender, pero vote. Cada sufragio cuenta, cada elector vale, cada opinión importa. Durante muchos años clamamos por tener un sistema electoral democrático, legitimador, transparente y pacífico. Hoy que contamos con un organismo electoral ciudadano, una ley concertada entre todos los partidos, una identificación electoral diáfana y segura, no podemos ser nosotros mismos quienes fallemos. Votemos todos el domingo, sin falta.