Hoy he leído en un matutino, una nota pequeña perdida entre las noticias interiores. Por las pocas líneas en que se redacta la nota, es una cosa común y corriente y sin importancia, al menos para el que la escribió; debe haber pensado que era una nota de relleno.
Una persona madura de apenas 51 años de edad, se inmoló al estilo de bonzos, rociándose el cuerpo con gasolina y prendiéndose fuego. Así de ésta y dramática y hasta cruel manera, escapó por la puerta falsa. Así huyó de los problemas de este mundo. De la despótica actitud asumida por el humano de hoy día.
La noticia del matutino dice que: “Cansado y agobiado por la desesperación de no encontrar empleo, que le permitieran llevar a los suyos lo indispensable para sobrevivir, lo empujó a tan fatal determinación”.
Terrible drama cotidiano de nuestra metrópoli. Problema sin solución. La víctima que sufre el desencanto capitalino, por lo regular son gentes de nuestro campo mexicano. Son campesinos que han abandonado sus parcelas, atraídos por el brillo engañoso capitalino.
Cuando ya se ha llegado a la tercera edad, como le han dado en llamar los economistas a las personas que ya han cumplido los 45 años de edad, es cuando el ser humano, al menos aquí en la capital de México, si no goza de un empleo o éste es autosuficiente para sobrevivir, es cuando sufre el desprecio y la negación de un empleo o trabajo aún sea eventual.
¿Por qué se desprecia a un viejo? Por la sencilla razón de pensar que es más bajo el rendimiento en su trabajo y para evitarse el fantasma aterrador del pago de su jubilación.
Qué ceguez y torpeza comete el que niega un empleo a un viejo. Comete el error de estar desdeñando más eficacia en todos los aspectos. Más experiencia, más cariño y amor y sobre todo, más responsabilidad en el cargo que se confía.
Todo México ha sido testigo del fracaso convertido en millones de pesos perdidos y despilfarrados por una juventud que en el sexenio pasado, el gobierno les confió, a través de las secretarías de Estado, proyectos y obras. La inexperiencia, la falta de tacto y la jactancia propia de los primeros años de la vida, fue la que llevó al país al derroche desmedido en su economía.
Nuestro México, por culpa de sus malos sistemas y equivocados gobernantes desde hace muchas décadas está en un terraplén que día a día lo va hundiendo en una ignorancia desesperante y ya ha aparecido en varias regiones de México, el fantasma del hambre. Las dependencias oficiales que es la parte medular de nuestro gobierno, deberían absolver la experiencia de un viejo. El viejo, que es el pilar de la sabiduría. Que es la experiencia y que con su cúmulo de años, ha creado una metamorfosis cultural, base de la educación de las próximas generaciones y esto es lamentable desperdiciado casi con desprecio.
Aún existen países en el mundo, poderosos por cierto y con una economía envidiable y estos países o mejor dicho su pueblo, ha delegado la fuerza de su gobierno a un consejo de ancianos, convirtiéndolos en consejeros del gobernante ya en la diputación o en algún senado, tal y como en la antigüedad, basaron en un consejo los romanos, el de los ancianos. O como lo hicieron en Israel¸ cuando su gobierno estaba presidido por el Sanedrín, que era el consejo de los ancianos, los que su experiencia, fueran la base de la ley.
En lo personal, a la juventud de ahora trato con mi experiencia que he adquirido a través de los años que llevo a cuestas, lo que he observado y estudiado en otros países, son, digámoslo ahora, la gran oportunidad, cuando en sus manos esté la solución del problema, pueden enmendar los errores que ahora cometen en decrimento de los viejos y esencialmente mostrarle de una manera descarnada, la desesperación que los mayores tienen que arrastrar por la ignominia y el casi desprecio que reciben por el simple hecho de haber llegado al final de su camino, en esta vida.
Juventud de ahora, recuerda que se vive una sola vez. La madurez y después la ancianidad, es la meta a donde se llega el cansado ser, satisfecho de haber descubierto la belleza de la vida. Es el capítulo final del libro de la existencia, cuando desde la cima de la experiencia se repasan los yerros que por falta de años se cometieron y que al aconsejar al joven trata de enseñarle los errores que inexpertamente cometió. Que ahora viejo, lleva en sus años la sabiduría de su experiencia a cuestas.
En todo México, en toda familia, el viejo debe recibir el trato amable y respetuoso de todos los suyos. Al abuelo, se le debe considerar como el techo espiritual que nos cubre con su experiencia y sabiduría nuestra... IGNORANCIA DEL PORVENIR.
TLALPAN, D.F., AÑO 2002.