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Responsabilidades

Federico Reyes Heroles

Entrará con su enorme porte. Saludará a la mesa directiva. Se detendrá en su lugar y dará inicio la ceremonia. Vestido de oscuro, cruzado por la banda presidencial, en el mismo escenario, con el mismo formato, obligado a abordar los mismos temas, Vicente Fox se mirará atrapado. ¿Dónde quedó la frescura, la irreverencia que le consiguieron 15,989,626 votos? ¿Dónde la exuberante energía ante la cual todos los problemas parecían nimiedades? Debemos ser justos ¿de qué es responsable él, en lo personal? ¿De qué no lo es? Fox no es responsable de que el horror del 11 de septiembre haya sacudido la economía del mundo. Tampoco es responsable de que los grandes escándalos contables hayan agravado la crisis. Cuatro trillones de dólares, una cifra equivalente a la mitad del PIB estadounidense, desaparecieron de la economía. La agenda bilateral, mexicana allá se desvaneció o casi. De eso tampoco es responsable. Si todo hubiera seguido por la senda de la normalidad que hoy añoramos, México podría estar creciendo razonablemente al 3 ó 4 por ciento. En descargo de Vicente Fox hay que admitir que el mundo hoy es otro.

La molesta realidad.- De lo que sí es responsable Fox es de una cierta terquedad que le ha costado muy cara al país. Recordemos el mandato electoral del 2000: 42.5% para Acción Nacional; 36.11 para el PRI y 16.64% para el PRD. Primera minoría en la Cámara de Diputados para el PRI, igual en el Senado. Un poco más de la mitad de las gubernaturas en manos priístas, al igual que 1,149 de las 2,430 presidencias municipales. ¿Hay alguna duda de quién era y es su interlocutor obligado? Montados en sus fantasías fundacionales del “nuevo México” Fox y varios de sus colaboradores no han podido digerir ese hecho. Después de 71 años de “oprobio” cuatro de cada 10 electores le están dando su voto al PRI. Serán mexicanos miopes o aturdidos que no saben identificar al “verdadero enemigo”, pero son ciudadanos y merecen todo nuestro respeto. O quizá no estén tan aturdidos y los estrategas de Fox no han sabido leer la realidad.

Hablar.- El diálogo del Presidente, del secretario de Gobernación y de los líderes en las Cámaras con su interlocutor obligado ha fallado. Hay que reconocerlo y buscarle solución. El costo para el país ha sido altísimo. Por supuesto que del otro lado también hay responsabilidad. Resentidos, sin su líder histórico y metidos en ene cochupos, el priísmo no logra definir un perfil moderno y democrático. Peleados con los cambios que el propio PRI logró imponer en el país, algunos de ellos parecieran querer restaurar un México previo para el cual ya no hay lugar. ¿Cómo defender la industria eléctrica nacional sin hablar del Sindicato Mexicano de Electricistas y las múltiples corruptelas en ese sector? Eso para no mencionar la tradición de Pemex, por ejemplo. Pero regresemos al tema: el PRI sigue siendo el principal partido en el país y el diálogo con la gestión ha fallado. Nada indica que las elecciones del 2003 vayan a traer un gran cambio en la correlación de fuerzas. Más vale que el presidente Fox mire este asunto como el principal obstáculo de su sexenio. Sin el PRI no va a ninguna parte, ya lo estamos sufriendo.

Escándalo sin control.- En medio de este escenario cae el Pemex-gate. ¿Qué hacer? Por supuesto no ceder en las investigaciones, pero sí aislar el conflicto. Cien millones de dólares es mucho dinero, pero un país de 102 millones de habitantes no puede darse el lujo de la parálisis por esa cifra. ¿Cuántos son los pillos, diez, veinte, treinta? Demuestren las irregularidades y procedan. ¿Qué priísta en su sano juicio los va a defender? Lo que no puede seguir es que mantenga el asunto como una cruzada contra el sindicato y contra el PRI, así en general. No se nos olvide que estamos emplazados por el sindicato petrolero a huelga y utilizo la primera persona del plural porque nadie se libraría del caos. Politizado, el Pemex-gate puede ser la tumba del imprescindible diálogo nacional.

Desdibujamiento.- Sacar al PRI de la presidencia como mérito se empequeñece si lo que le sigue es peor. Vicente Fox está obligado a mostrar los beneficios de haberlo sacado. De no ser así contribuirá a su triunfal regreso. Para lograrlo Fox tiene que montarse sobre las cualidades vendibles del priísmo, no negarlas. El impulso modernizador desde la presidencia fue una de ellas. Ante el marasmo de los partidos, la oficina del presidente fue en las últimas décadas fuente de cuestionamientos y propuestas innovadoras: del adelgazamiento del estado, al TLC, a las Afores con el respectivo incremento del ahorro interno, al tratado con la Unión Europea etc. La solidez de los proyectos presidenciales ayudaban a hacer atractivo al país. Hoy, adentro y afuera, muchos se preguntan si en Presidencia se tiene concepción clara del futuro. El programa de los “changarros” y el Plan Puebla-Panamá no alientan en ese sentido. La propuesta de reforma fiscal dejó mucho que desear. Tampoco ayudó la muy cuestionable nacionalización de la industria azucarera por citar sólo algunos ejemplos. El presidente necesita más técnicos y profesionistas serios a su alrededor que armen un discurso coherente de los muchos pendientes en la modernización del país. Tener buenos proyectos es el primer paso.

Profesionales, por favor.- En alguna ocasión Aguilar Camín expreso que hay algo peor que los políticos profesionales: los políticos no profesionales. El desorden en el gabinete y la falta de seriedad y madurez de algunos de sus colaboradores cercanos no tienen nada de gracioso. No hay una mínima solidaridad entre el equipo y la lista de afrentas entre ellos no tiene desperdicio. Así no le sirven al presidente y de eso sí es responsable Fox. Orden y respeto, pero al interior. Desgobierno.- Quizá lo más preocupante de lo cual deberá informar el Presidente Fox es del creciente síndrome de desgobierno. El asunto de Atenco echó a rodar una serie de sublevaciones que no pueden ser vistas con ligereza: Ixmiquilpan, Celestún, Oaxaca, Chiapas. En menos de ocho semanas la vía violenta se ha abierto paso como forma de negociación política. La señal es gravísima. Los reflejos del estado de derecho están dañados. El Ejecutivo tiene responsabilidad en ello.

Vicente Fox no es responsable, como no lo eran sus antecesores, de todo lo que ocurre en el país. Si lo es de una parcela perfectamente delimitada. Evaluarlo frente a sus fantasías de campaña no tiene sentido. Sí en cambio confrontarlo con las responsabilidades terrenales que asumió.

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