Hace un par de años dos nombres eran sinónimo de jugar bien al futbol: Enrique Meza y Atlas de Guadalajara. Cualquiera pensaría que al lograr juntar a un técnico exitoso, practicante de un juego abierto, agradable al espectador y sin trampa con una institución seria, con una interesante base de jugadores provenientes de la propia cantera y extranjeros generalmente rentables, la mezcla sería perfecta.
Sin embargo, es evidente que algo falló al momento de realizar la fórmula, pues pareciera que a Enrique se le olvidó lo aprendido y bien aplicado con Toluca, y los rojinegros entraron en amnesia colectiva dejando atrás las enseñanzas que llevaron al club a ser conocido con el mote de la "Academia".
Hoy deambula por la cancha una oncena de vagabundos futbolísticos que, como decía una vieja canción, "sin ambición, sin ansia ni esperanza", van dejando puntos en el camino y perdiendo toda identidad con el futbol que caracterizó a la Furia Rojinegra.
El problema está en que afuera, es decir, en la banca, tampoco aparece luz alguna que haga pensar en mejoría. El rostro pálido, demacrado de Meza hace recordar los peores días del estratega al frente de la Selección Nacional cuando impávido, veía hundirse el navío sin acertar qué decisión tomar.
Urge que Enrique, no el "Ojitos" sino el Profesor Meza y el Club Atlas retomen los conceptos que a ambos les dieron resultado y condujeron al éxito; pero esta revisión puede incluso llegar a que lo hagan por separado; es posible que para cuando esta columna aparezca, el alto mando atlista haya tomado alguna decisión. Ello no le quita vigencia al problema pues estamos perdiendo a un entrenador brillante y a una generación que llenó de luz y alegría las canchas mexicanas en estos tiempos de tacañería futbolística.
Enrique Meza es un hombre decente, un verdadero caballero. En este medio difícil y descarnado del balompié quizá esto sea un defecto; y lo digo porque el jugador muchas veces confunde la educación con debilidad.
Sólo así se explica que jugadores como Alberto Macías se equivoque tanto en jugadas que le cuestan el partido a su equipo o la absurda expulsión de Carlos María Morales el miércoles ante el Monterrey cuando su equipo perdía 2-0. Ambos son gente de él, por lo menos en teoría y deberían partírsela por el club y por su técnico.
Atlas como organización es ejemplar; una reciente estadística lo señala como el club que más jugadores ha debutado en los últimos tiempos.
Rafael Márquez, Jared Borgetti, Miguel Zepeda y muchos otros dan fe del bien hacer rojinegro tratándose de futbol. Pero ha llegado el momento de tomar decisiones: o se une el grupo en torno al entrenador para ser otra vez un diamante deportivo en el campeonato mexicano o, por drástico que parezca, se toman medidas disciplinarias con jugadores que no rindan o se prescinde del director técnico si éste no dio el ancho.
Los torneos cortos han sido a mi entender, tumba del buen futbol pero también de los técnicos; si Atlas no levanta pronto tendrá que conformarse con ver la Liguilla por televisión.