México, D.F.- De aquella Sasha, la niña saltarina con colita de caballo en Timbiriche, entonces de 10 años, el tiempo, la madurez y su transitar en 22 años de carrera le aumentaron el Sökol como apellido y de entrevistada pasó a ser entrevistadora en el programa Cultura en Línea por canal 22, siempre dispuesta a vivir los vaivenes del cambio que la llevarán en unos días más a un periplo mágico y misterioso por Tailandia y Camboya.
De mirada penetrante y finas facciones, Sasha Sökol no se considera una mujer fragmentada entre sus numerosas actividades -activista, conductora, compositora, cantante, viajera frecuente-, y sí en cambio, se manifiesta “congruente con lo que piensa y hace”.
-Entre México y Nueva York ¿cuál es tu evaluación en año y medio como entrevistadora con Cultura en Línea? –“Ha sido delicioso poder acercarme a otro público de diversas edades y estratos socio económicos a través del canal 22. He pasado de ser entrevistada a entrevistadora. Ha sido un reto enriquecedor y me sorprende la cantidad de gente que nos ve.
Me ha dado la posibilidad de seguir con mi vida entre México y Nueva York porque puedo, en dos días, grabar los cuatro programas del mes y el resto no necesariamente estar en México y me da movilidad”.
-¿Está Sasha fragmentada por estar aquí y allá? –“No me siento así. No lo vivo con pesar ni dificultad. Soy una persona que fluye con las opciones que se le van presentando, tal vez eso no me hace ser muy constante en un género pero me permite explorar los diversos ámbitos que pueden existir en la carrera artística; jugar y aprender de ellos. No se me hubiera ocurrido ser entrevistadora, no estaba entre mis planes, pero de momento me lo plantean y me parece congruente con lo que busco actualmente. La única constante en la vida es el cambio”.
-¿Qué aportas ahora como entrevistadora? –“Me costó trabajo, aunque no se crea, soy muy penosa, apalancada. Ser sociable no es algo que fluya en mí naturalmente. Al principio me costaba trabajo y me ponía muy nerviosa porque la mayoría de los artistas invitados son gente a la que admiro. Lograr que no fuera una entrevista más, vacía, y al mismo tiempo conectar con el televidente, sin pretender saber más que el entrevistado, es la clave”.
-Ser actriz, ¿cómo te ha ayudado en esta nueva faceta? –“Sí ha sido importante. En Cultura en Línea no soy un personaje, soy sólo yo. Es más difícil desnudarse como uno es que encontrar un personaje y entrar en él”.
-¿Verte en el 22, ha significado buscar una apertura en la televisión mexicana? –“El canal tiene una imagen muy amable ante las otras televisoras, sin vetos ni censuras. Ojalá fuera así en todas las televisoras llegando al ofrecimiento de proyectos de trabajo en cualquier empresa y que tú pudieras aceptarlo porque te gusta, no por ser exclusiva de una u otra. Ya es hora de contar con libertad de acción y selección sin limitantes de elencos para unos y otros”.
-En Cultura en Línea, ¿qué artistas, programas e invitados recuerdas en especial? –“Fue delicioso recibir y platicar con Chavela Vagas. A Pepe Arévalo se le salieron las lágrimas en un momento de la charla y es ahí cuando la entrevista toma otro cariz, cuando tocas al ser humano. Lo mismo ocurrió con Consuelito Velázquez. Lloré con ella. Jesusa Rodríguez y Liliana Felipe en un homenaje que hicimos de El Hábito.
Astrid Hadad, en dos ocasiones, fueron programas muy divertidos y con buen rating. Y por supuesto la última entrevista que concedió en vida Amparo Montes fue conmigo. Van 80 programas que por cierto no tengo grabados”.
-¿Y tu actividad musical dónde la dejas? –“He tenido un receso en el mundo de la música porque cuando no tienes nada que decir es mejor callarse. Creo haber encontrado algo con una propuesta honesta. Para mí la música es sagrada.
Llevaba años sin tener interés. Cuando me fui a Nueva York pensé que se daría, tendría tiempo para componer, escribir, conocer músicos, me inscribí a tantos cursos que nadie se imagina. Fui muy ambiciosa, pero nada se dio de manera natural. Me parecían modas, ritmos y tendencias pasajeras, no me decían nada.
Recurría a la ópera, música clásica o popular. Ojalá sea una sorpresa grata”.
-¿Y la Sasha altruista? –“Todo va de la mano. Falta sentir y mostrar preocupación por el otro. El humanismo está olvidado: el bienestar del otro es tu propio bienestar. Si seguimos así, estaremos amolados. Estamos en el mismo barco. Es fácil ocuparse del otro. El mundo en general anda ‘patas a arriba’. No importa cuánto tengas. Una palabra, una sonrisa, una hora dedicarle a un asilo a la semana”.
-¿Cómo crees que te ven en el medio artístico con lo que haces ahora? ¿Qué viene para Sasha Sökol? –“Fluyo con lo que se me presenta. Trato de ser constante y congruente con el tiempo de los demás. Las compañías discográficas sé que están desconcertadas. Me paso cinco años de largo sin grabar. Dirán: ‘¡qué rara es!’. El tiempo te da la razón. No tengo prisa. No me interesa ser la número uno de popularidad, nada más porque estoy arriba de mis compañeros, por vender el éxito de moda”.
-¿Cómo vez en el tiempo a la Sasha de Timbiriche? –“Es grato que la gente te recuerde con cariño. Lo importante de Timbiriche, lo rescatable, es haber podido crecer con esa generación, haber sido parte de su primer beso, amor, pinta, reventón, primeras experiencias que son esenciales para los seres humanos. Estar ahí con una melodía, una letra.
Cuando comencé como solista seguí con la tónica de sólo Sasha. En 11/11, mi anterior trabajo musical, sentí que era diferente.