“No busques perfeccionismos, algo muy propio del ser humano, sé tú mismo y disfruta con ello”.
¿Son tus relaciones satisfactorias?
Ese tesoro llamado sexo nos causa tanto placer como aflicción. A través de él comunicamos y recibimos amor y por él, a veces, sentimos dolor. Se dice que en toda relación de pareja el sexo en gran medida es el causante de que la balanza se equilibre hacia la armonía o por el contrario hacia la ruptura. Una pareja sin una buena compenetración sexual no puede coexistir como tal por el contrario del sexo que sí puede darse sin el establecimiento armónico de la pareja.
Un hombre y una mujer, usualmente, se sienten fuertemente atraídos y pueden verse volcados hacia el desenfreno pasional sin ni siquiera haber cursado palabra. Ésta es la fuerza del sexo que llama, incita y perturba.
¿Es posible el sexo sin amor? Cada día más podemos comprobar la afirmación a esa interrogante. Ya no hay que ser “prostituta” para permitirse el lujo de “hacer el amor” cuando uno quiere y con quien le apetezca. Cada vez más privan aquellas relaciones de una noche, intensas pero irrepetibles, en las que el propio orgasmo es lo que prevalece sin importarnos el mañana.
Pero ¿y el amor? Esa bella palabra que tanto condensa en sí misma. ¿Dónde queda el romanticismo, el arte de atraer al otro con minúsculas gotas de uno mismo? Creo que todavía pueden conservarse dentro de la pareja si así lo deseamos porque a pesar del libertinaje alcanzado en nuestra sociedad, el sexo con amor es vivido más profunda e intensamente.
Cuando simplemente haces el amor una noche cualquiera sin ni siquiera haber intercambiado palabras con quien supuestamente se puso de modo, terminas sintiendo un gran vacío interior porque no has hallado el amor en sus caricias ni en sus besos. Nuestros cuerpos se abalanzaron uno hacia el otro como si tuvieran vida propia o se hubieran olvidado de pedir permiso a nuestro yo, mente espiritual y... se goza de lo que curiosamente se ha dado en llamar sexo.
Cuando alcanzamos la plenitud de nuestra adolescencia emanamos sexo a cada aliento que damos. Cada percepción, sensación produce un efecto dominó por todo nuestro cuerpo ardiente y sensual. Con el paso de la adolescencia florecemos pasionalmente con todo nuestro sexo pero la cultura recibida impondrá su severidad censurando tanto las acciones como las fantasías que se deriven de su práctica. ¿Por qué se vive el sexo como tabú cuando es una de las mejores cosas que se le ha concedido al ser humano?
Nuestro primer beso jamás será olvidado, turbios los labios se juntaron, algo chispeante recorrió nuestro interior ¡qué sensación! Siento tus manos recorriendo fugazmente mi cuerpo, tus dedos apenas imperceptibles exploran cada palmo de mi sensualidad y yo pienso ¡esto es amor!
Cuando vivimos en esa etapa cualquier relación amorosa es sentida en todos sus extremos como si tuvieras que absorber cada experiencia hasta su último aliento. Pero el tiempo y el cúmulo de experiencias nos hacen madurar y experimentar más objetivamente. Cuando decidimos asentar una relación de pareja tenemos claro que el sexo con él funciona porque si no fuera así ya no daríamos ese paso en nuestra vida. Lo queremos, funcionamos equilibradamente en la cama y mantenemos una buena comunicación proporcionándonos seguridad y respeto.
¡Es nuestro hombre! ¡Es nuestra mujer! Pero no todo es oro lo que reluce. La época de noviazgo y filtreo no suele tener demasiado que ver con la convivencia donde nos presentarán otras partes ocultas de aquél o aquélla por el que aceptamos dejar de lado nuestra independencia.
Los primeros años son divertidos porque somos dueños de tu propia casa y no dependemos en principio de nadie.
Compartimos con nuestra pareja los sueños, el ocio, la cocina, el sofá, la cama, la rutina, el día a día, la economía doméstica. Nos acostumbramos uno al otro, a nuestros cuerpos, a nuestros olores y dejas de lado la emoción de hacer de cada momento “un instante eterno”. Nos perdemos el respeto, gritamos por cualquier tontería, dejamos de hacer el amor pasionalmente para incorporarlo a la rutina dejando cada vez más tiempo entre “encuentro” y “encuentro”. El hechizo parece haberse acabado. Empiezan las reuniones, primero con el psicólogo de parejas después con el abogado para poner en marcha la separación ya evidente.
Y así empezamos una nueva vida, nuevos amores, desamores, experiencias que pueden llevarnos de nuevo a la convivencia y posteriormente a la ruptura o no. El sexo es el ingrediente básico para que las parejas persistan unidas pero es necesario que la forma de vivirlo sea abierta y con respeto. El sexo es cosa de dos y ambos deberán estar preparados para dar y recibir lo cual aportará plenitud y equilibrio a la pareja.
Vivir nuestra sexualidad, ser conscientes de que la tenemos nos hace disfrutarla, nos lleva a Ser Humano.