POR PRIMITIVO GONZÁLEZ MURUATO
FOTOS ERIK SOTOMAYOR
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- La mañana del martes 5 de septiembrer de 2000, la sorpresiva irrupción de cerca de 1,000 elementos de la Policía Federal Preventiva (PFP) al Cereso de esta ciudad, acabó de tajo con el autogobierno existente al interior del penal, y de paso, con la larga pesadilla que vivían cientos de reos.
A las 7:50 horas de ese martes, 960 agentes al mando del comisionado de la PFP Wilfrido Robledo Madrid, ingresaron al penal y tomaron por sorpresa a los cerca de 1,100 reclusos, a quienes sometieron rápidamente y los concentraron en la cancha deportiva de futbol y beisbol, para enseguida catear todas las celdas, en donde encontraron armas largas, cortas, bombas molotov, bates, marihuana, cocaína y dinero en efectivo, entre otros objetos.
Desde hacía tiempo, familiares de cientos de internos habían externado sus quejas por el autogo-bierno formado 10 años atrás y exigían a las autoridades terminar con esa situación, pues durante las visitas los encontraban golpeados y además les pedían dinero para entregarlo a los dirigentes del autogobierno, el último de los cuales era encabezado por Martín Gallardo Borjón, quien fue trasladado junto con otros reos a otro penal federal.
En una visita realizada el pasado viernes por El Siglo de Torreón, se constató que la situación al interior del penal ha cambiado radicalmente desde hace dos años y los reclusos que desean, pueden dedicarse a las diversas actividades productivas que ahí se realizan, sin tener que entregar un centavo a nadie dentro del Cereso.
HABÍA DE TODO
Abel Pérez Rodríguez, quien ingresó desde 1995 y posteriormente se convirtió al Cristianismo, cuenta que antes todo costaba, desde el derecho de contar con un lugar para dormir, hasta tener visitas conyugales, pero además tenían que cooperar para los festejos que organizaba el autogobierno y se aplicaban multas al que no cumpliera.
Había de todo, cuenta Abel; marihuana, cocaína y cerveza cualquier día. Obviamente se tenía que pagar por eso, y caro, pero el clima que se vivía era difícil y muy duro para muchos.
Luego que se decidió abandonar el vicio de la mariguana, en 1997, atraído por la palabra de Dios, Abel se dedicó a practicar deporte y como entrenador llevó al campeonato al equipo de futbol del Cereso, dentro de la Liga Sabatina Libre Empresarial el año antepasado.
Rodeado de libros religiosos en su cuarto, contiguo al templo cristiano del cual es encargado, Abel dedica su tiempo a orar, leer y crear porta-nombres labrados con madera de cedro, los cuales hace sobre pedido.
?El Cuatro?
Para quien no tiene ninguna relación con el Cereso, ?El Cuatro? no tiene ningún significado especial, pero para los internos que lo conocieron y lo sufrieron, representa amargos recuerdos.
?El Cuatro? era un pequeño cuarto donde únicamente había una taza de baño y era el lugar de los castigos para todos aquellos que cometían alguna ?falta?, debían dinero o no entregaban las cuotas pendientes.
El castigado era llevado a ?El Cuatro?, donde los integrantes del autogobierno lo golpeaban salvajemente hasta con un bat en el que se leía, ?te lo dije?, pero además los obligaban a desnudarse y quedarse sentado en la taza.
Cuando fue derribado ?El Cuatro?, uno de los internos que colaboró en los trabajos, armado con un marro, golpeó con furia la tasa al recordar los momentos que vivió, según cuenta el comandante del penal, Alejando Juárez Ibarra.
Espacios para el trabajo y la oración
No pocos de los reclusos coinciden en aceptar que ahora sí es un Centro de Readaptación Social, pues existen lugares donde pueden trabajar, como carpintería, bloquera, talleres de artesanías y otros, pero también tienen dos templos; un cristiano y otro católico, además de un espacio para el grupo de Alcohólicos Anónimos.
Un centro comercial dulcero estableció un acuerdo con las autoridades del Cereso esta temporada decembrina y actualmente mujeres y hombres trabajan en la elaboración de 30 mil bolos que comercializa la empresa. Los internos gana 20 centavos por cada bolo que hacen pero se tiene planeado continuar en temporadas posteriores.
Otro grupo participa en la elaboración de clips artesanales, los cuales serán posteriormente exportados a Canadá, de acuerdo a lo informado por Arlene López Llorens, empresaria que acude al Cereso y junto con otra persona capacita a los internos.
?Es increíbe, aquí la gente te respeta y no se siente uno incómodo trabajando?, comenta la joven empresaria mientras entrega material para la elaboración de los clips.
En la talabartería hay varias personas trabajando en la elaboración de fundas para celular y cintos hechos con hilo de plata (para ellos los pitiados ya pasaron de moda aunque siguen haciendo si les piden), los cuales llegan a costar 6 mil pesos por cada ciento y obviamente son sobre pedido.
?Antes qué esperanzas que pudiéramos estar trabajando con este material costoso, pues si se les antojaba nos cobraban los del autogobierno, nos quitaban nuestras cosas o no nos dejaban trabajar?, comenta uno de los artesanos que incluso luce sus anillos de oro.
Los familiares de los internos son los encargados de contactar los clientes en el exterior, de tal forma que casi siempre tienen trabajo.
Se elaboran también mesas, sillas y otros muebles de madera, cuadros de resacado de madera o repujado, bloks para la construcción y diversos artículos más.
Otro beneficio del que gozan con la única limitante del tiempo que dure su tarjeta, es el telefónico, ya que hay alrededor de 30 aparatos distribuidos en los patios, cuando anteriormente tenían sólo cuatro para toda la población.
La belleza
En el área de mujeres, encontramos a la maestra de una academia de belleza y sus alumnas realizando prácticas entre las internas, en la aplicación de rayos, tintes, bases y cortes de pelo, lo que hacen totalmente gratuito, como un servicio social a la vez que se capacitan.
Los internos se encargan también de los servicios de cocina y enfermería, donde hay también el Departamento Dental con el apoyo de un aparato que repararon.
El encargado de la cocina, comentó que se consumen cuatro cajas de huevo al día, 175 kilos de frijol y cuando comen carne se van fácilmente 250 kilos, más las tortillas, leche para el atole y café.
Antes ?vuelven los recuerdos-, dice el encargado, sólo se preparaban 25 kilos de carne para todo el pueblo y ahora hasta cuentan con cuarto frío para conservar la carne, embutidos, frutas y verduras que nadie se roba ya.
Para los que no hacen nada dentro del penal, que los hay y muchos, el tiempo transcurre muy lentamente, pero para todos aquellos que trabajan el día les parece corto, si se toma en cuenta que necesitan trabajar para ganar dinero y mantener a sus familias, que, por su parte, los siguen esperando afuera.