¿Cuál es el colmo de...? Con esa pregunta abría una vieja serie de chistes sobre el desbordamiento de un exceso o algún defecto al cual se agregaba todavía un absurdo. Ahora, tal parece que la dirigencia panista quiere reclamar los derechos registrados de esa fórmula para hacer sus propios chistes políticos e incorporarlos a sus documentos básicos.
Corriendo rumbo a la dirección de derechos de autor, casi se ve a Luis Felipe Bravo para ganar el registro de la absurda fórmula que, hoy, resume la práctica política del partido que dice encabezar.
*** ¿Cuál es el colmo de un gobierno? Que su propio partido le haga el vacío y, sin querer o adrede, colabore con la oposición. Ese es el chiste que Acción Nacional parece adoptar como principio.
A nadie sorprenda ya que Acción Nacional, de vez en vez, le haga sentir al Presidente de la República el profundo desacuerdo que tiene con él, o bien, que le regatee el apoyo utilizando como palanca la presión opositora. Ahora, sin embargo, ese desacuerdo comienza a poner en duda si, aun en las circunstancias más difíciles, el partido albiazul dejará solo al gobierno y, sin darse cuenta, se pega a sí mismo un tiro en el pie electoral que, en vez de debilitar, debería fortalecer.
La evidencia de esa probabilidad quedó de manifiesto el miércoles pasado. El ardid político de la fracción parlamentaria priísta para boicotear la comparecencia del secretario Santiago Creel, alcanzó la dimensión que tuvo gracias a la fracción parlamentaria del ¡Partido Acción Nacional! A nadie asombró el ardid tricolor, sí el lamentable rejuego albiazul.
*** Todo indica que, pese a la línea trazada por la dirigencia tricolor, encabezada por Roberto Madrazo y Elba Esther Gordillo, algunos gobernadores priístas en combinación con la mancuerna que integran los diputados Beatriz Paredes y Rafael Rodríguez Barrera se brincaron las trancas. Resolvieron irse por la libre para hacerle sentir al responsable de la política interior que el gobierno juega con fuego en eso de pedir el desafuero de los dirigentes y legisladores petroleros, Carlos Romero Deschamps y Ricardo Aldana, para someterlos a juicio por el presunto desvío de dineros públicos a la campaña de Francisco Labastida.
Los diputados priístas no se conformaron con dejar hablando solo al secretario Santiago Creel, fueron más allá: le reventaron el quórum..., gracias al PAN.
El costo de esa operación, sin duda, fue alto para el PRI. Por un lado, el priísmo dejó ver el tamaño de la división que trae dentro, en particular, las diferencias que guardan con su dirigencia; y, por otro lado, dejaron cabal constancia de su vocación por defender la impunidad. Con todo, nada de eso causó sorpresa.
Pese al esfuerzo de algunos dirigentes y cuadros tricolores por darle otro contenido a su actuación política y replantearse el rol que les toca jugar, esto es, si se ubican como un partido de oposición o un partido en vías de recuperar el poder, “los duros” del priísmo decidieron regresar a las viejas andanzas. Poner en práctica su más vieja escuela política. Así, casi en alianza se vio al gobernador José Murat con la diputada Beatriz Paredes siendo que, supuestamente, son distintos sus estilos y escuela políticos. Como quiera, el que un buen sector del priísmo insista en preservar la subcultura de la impunidad, la arbitrariedad y el autoritarismo no causa mayor sorpresa.
Lo interesante del caso Pemexgate para el PRI es que ahí se verá de qué tamaño es la fisura al interior de ese partido y, desde luego, qué fuerzas y corrientes tienen la hegemonía dentro de la estructura tricolor. Dicho con nombres y apellidos, se verá si el priísmo más rancio logra o no terminar de linchar a la profesora Elba Esther Gordillo y si consigue o no que Roberto Madrazo deje de nadar, conforme al ritmo de las olas y las presiones, en el mar de la indefinición que lo presenta como un político corcho con una gran sonrisa: flota y se mueve conforme a la marea.
Eso resulta interesante, pero la conducta tricolor adoptada el miércoles frente al secretario Santiago Creel no causa mayor sorpresa.
*** Lo verdaderamente asombroso de ese suceso es que el ardid político tricolor alcanzara la proporción que tuvo, gracias al Partido Acción Nacional.
Si el ausentismo de los legisladores albiazules no se hubiera registrado en la proporción que tuvo, el retiro de la fracción tricolor hubiera quedado al nivel de una chapuza o de un berrinche que el mismo secretario Creel podría haber denunciado desde el foro de San Lázaro. Sin embargo, el ausentismo albiazul hizo que esa maniobra resultara eficaz. Esto es, que se perdiera el quórum, se levantara la sesión y el secretario de Gobernación quedara hundido en su asiento, expuesto al ridículo y se exhibiera la vulnerabilidad del gobierno.
Desde luego, entre los diputados inasistentes del PAN se cuentan algunos que podrán justificar la falta, pero otros no. Se entiende que estos últimos inasistieron justamente para hacerle el vacío a su compañero Santiago Creel, el secretario de Gobernación. Lo ven como un virtual precandidato a la Presidencia de la República con posibilidades y, entonces, aprovecharon la ocasión para bajarle los humos y mandarle el recadito algo más que contundente.
En ese punto es donde Acción Nacional se pega un tiro en el pie e incurre en prácticas que, por lo visto, critica de dientes para fuera. Después de lo ocurrido, el PAN difícilmente puede achacarle al PRI que antepone, a los intereses nacionales, intereses grupales o particulares. Cómo puede hacer ese reclamo, si el mismo PAN antepone los intereses grupales a los nacionales y lo hace justo en el momento más inoportuno, cuando la tensión entre el gobierno y la oposición priísta puede derivar en un conflicto en extremo delicado, justo cuando un sector del PRI está dispuesto a paralizar al país -eso ocurriría si, finalmente, el sindicato petrolero se va a la huelga- para salvar el pellejo a dos presuntos delincuentes. Ese es el tamaño de la mezquindad albiazul con los suyos.
De ahí que resulte absurdo que el coordinador de la fracción parlamentaria albiazul, Felipe Calderón, tenga todavía la cachaza de lanzar una perorata en contra del PRI por la irresponsabilidad con la que actúa frente al Pemexgate, cuando los diputados que supuestamente coordina hacen exactamente lo mismo: actúan con tremenda irresponsabilidad, quizá con mayor irresponsabilidad que el propio PRI.
¿Con qué cara el diputado Felipe Calderón puede formular ese reclamo a los diputados priístas y si los suyos hacen lo mismo?
*** Si ése ya podría ser el colmo del absurdo albiazul, se añade otro ingrediente no menos increíble.
Ese mismo día en que el PAN dejó solo a su secretario de Gobernación, los primeros que fueron a ofrecerle explicaciones a Santiago Creel fueron los dirigentes... del ¡partido tricolor!, y no los de su propio partido. Ciertamente, Luis Felipe Bravo se encontraba fuera de la ciudad pero resulta increíble que, en medio de sus múltiples ocupaciones, no se diera unos minutos para hacer alguna declaración de respaldo a Santiago Creel o algún señalamiento disciplinario en contra de los diputados de su partido que, sin querer o adrede, le hicieron el caldo gordo al PRI.
No, ni por asomo se le ocurrió al señor dirigente de Acción Nacional formular una declaración de ese tipo y, al menos, hasta el momento de escribir estas líneas, no se tiene registro de algún pronunciamiento de fondo, serio, contundente al respecto. Ya se sabía que él no es un apéndice del gobierno ni muchísimo menos, lo que no se sabía es que al parecer es un apéndice del PRI. Una fuerza residual de la que, por lo visto, el priísmo puede echar mano en cualquier momento.
La crítica que el panismo le hace al Presidente de la República, es la misma que le podrían hacer a su dirigente. Para qué quería elegirse, si a fin de cuentas no tenía claro qué iba a hacer con el poder del partido.
*** Lo más grave de lo que está ocurriendo es que el gobierno, principalmente el presidente Vicente Fox y el secretario Santiago Creel, tienen que registrar un hecho ineludible: por grande que sea su voluntad de cambio, no pueden seguir actuando sin tomar nota de la fuerza que los respalda.
Suenan bien los pronunciamientos del secretario Creel señalando que no someterá la aplicación del derecho a ningún chantaje. El discurso es impecable pero, cuando un político hace un señalamiento de ese carácter, no puede ignorar si cuenta verdaderamente con la fuerza y la inteligencia política para hacer valer el derecho.
En ese sentido, si el gobierno no cuenta ni con el apoyo de su propio partido, tiene que reconsiderar si realmente puede llevar hasta donde quiere el Pemexgate. Afirmar esto, sin duda, ha de lastimar los oídos de quienes insisten en actuar “correctamente” sin reconocer en serio el terreno que pisan. Pero el problema de no considerar el campo de juego, los instrumentos, las fuerzas y la inteligencia política puede llevar las buenas intenciones a formar parte de un desastre mayor.
Los “duros” del PRI -y, entre ellos, están una buena parte de los factores de poder tricolor, la élite sindical- ya dejaron ver que, sin importar las instrucciones de su jerarquía formal, están dispuestos a poner en juego la economía nacional si persiste la amenaza de llevarse del partido a dos presuntos delincuentes. Los “duros” del PAN ya dejaron ver que bien podrían hacerle el vacío al gobierno, sin importar la difícil circunstancia por la que atraviesa.
Ante ese cuadro, el secretario de Gobernación, en tanto responsable de la estabilidad y la gobernabilidad política, tiene que recalcular los instrumentos y la fuerza que tiene para desarrollar la política que pretende.
*** La política es un juego duro, donde, más allá de la voluntad, pesan considerablemente la fuerza y la inteligencia. El gobierno tiene que tomar nota de eso y, visto ahora que su propio partido no repara en aliarse, sin querer o no, con la oposición priísta, tiene que recalibrar qué puede y qué no puede hacer.
De otro modo, el gobierno en vez de haber accedido al poder tendrá que reconocer que accedió al no poder.