El recurso de la amenaza y el peligro -un socorrido argumento priista- tiende a convertirse en el principal argumento foxista. Ya no dominan al discurso oficial las grandes cosas que se van hacer, sino las que se va a evitar que ocurran. Y, ante eso, el discurso foxista es el de la amenaza con una doble vertiente: la inestabilidad financiera o la ingobernabilidad política. Ahí nutre su argumento el foxismo.
Lo cierto es que, como en el anterior Gobierno, la incapacidad de construir acuerdos políticos, la incapacidad de gobernar está llevando al traste el deseo de darle perspectiva a la República. Mes con mes surge una crisis y, entonces, lo urgente desplaza a lo importante. El presidente Vicente Fox parece no darse cuenta por dónde y hacia dónde camina. Tanto se mueve y se desplaza que, finalmente, no advierte dónde está parado y que, en realidad, está parado, detenido.
Por esa vía, el sexenio se adentra en un callejón cada vez más estrecho. Si se mira con cuidado lo que viene ocurriendo es claro que la crisis comienza a gobernar el destino y no a la inversa.
*** Mes con mes brota un problema que coloca en un predicamento la estabilidad y la gobernabilidad y, de ahí, se toma el Gobierno para tratar, hasta donde puede y no puede mucho, gobernar al día. El largo plazo es ese: el día, la semana, el mes. Más no hay.
La lluvia política de julio terminó hundiendo el proyecto del aeropuerto internacional en Texcoco, el miedo al desbordamiento de la rebelión en Atenco hizo pensar, por momentos, en un desenlace fatal. La falta de oficio político para incorporar en vez de desincorporar del proyecto a los campesinos del lugar, llevó al traste lo que se presentaba como la obra material, pública-privada, más importante del sexenio. Y, lo peor, los argumentos para justificar la derrota sufrida por el Gobierno fueron lamentables. La urgencia por construir el aeropuerto, en la lógica con que se encaró oficialmente el problema, terminó siendo una mentira: no había, según esto, necesidad de construir un nuevo aeropuerto. Políticamente, la cancelación del proyecto la justificó increíblemente el secretario Santiago Creel como un triunfo de la democracia y, luego, en medio de una terrible confusión de conceptos, el mismo presidente Vicente Fox argumentó que su Gobierno no sería represivo y que, en esa medida, al cesto de la basura se podía ir el nuevo aeropuerto.
*** Los relámpagos de agosto pusieron en duda si los diputados llegarían a un acuerdo para instalar a su mesa directiva y, por ende, si el Informe de Gobierno se realizaría con cierta normalidad. La incapacidad y la ambición política de los coordinadores parlamentarios de la Cámara de Diputados fue evidente y nomás no pudieron llegar a un acuerdo. Increíblemente, la misma presidenta del órgano parlamentario, Beatriz Paredes, fue objeto de un desaire por parte de la diputación perredista y, por ende, salió raspado el Presidente de la República. El informe pasó como un trámite y una ceremonia, donde poco importó el contenido. No había mucho qué informar, había mucho qué decir y proyectar pero se perdió la oportunidad. A la mala relación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo, se agregó la mala relación interna dentro de la propia Cámara de Diputados.
*** La tormenta de septiembre estuvo marcada por el emplazamiento a huelga en Petróleos Mexicanos y la interrogante de si el Gobierno mantendría la firmeza frente a lo que se perfilaba como un claro chantaje de la mafia que controla al sindicato petrolero. No está claro si el calendario terminó provocando una carambola o si la falta de oficio y de una auténtica agenda política fue la causa del enredo que se dio en septiembre. La solicitud de desafuero de los legisladores y dirigentes petroleros, el diputado Carlos Romero Deschamps y el senador Ricardo Aldana, coincidió con la negociación del contrato colectivo y el Gobierno le puso la mesa a los acusados para que hicieran del problema una crisis de mucho mayores proporciones. La porción del gabinete especializado en cuestiones energéticas y laborales sintió que la porción del gabinete especializado en cuestiones políticas y administrativas le jugaba chueco: un asunto de corrupción lo estallaban, cuando ellos tenían que sacar adelante la negociación laboral con el sindicato petrolero. Y sobra decir que, en medio de la tensión política de septiembre, se borró por completo la posibilidad de debatir seriamente la reforma eléctrica que sigue durmiendo el sueño de los justos. Con la amenaza de una huelga en un sector económico clave y el alma política en vilo transcurrió septiembre.
*** El huracán de octubre lo selló el desencuentro entre el Presidente de la República con los gobernadores y el de los gobernadores con los alcaldes. La soberbia característica de los secretarios de Hacienda, que en el caso de Francisco Gil alcanza un grado extremo, se combinó con la falta de coordinación al interior de la Secretaría de Gobernación y el absurdo discurso presidencial señalando que el presupuesto se discute con los diputados. Cuando había que tender puentes políticos y no, como cree el mandatario, hacer operaciones aritméticas, el secretario Creel desafió a los gobernadores y éstos cumplieron su ultimátum, dejando plantado al Presidente de la República. La amenaza con su doble vertiente: el peligro de la inestabilidad financiera y de la ingobernabilidad política sigue siendo el principal argumento oficial para contener a los gobernadores. Eso, junto a operaciones políticas de amedrentamiento y de castigo a los gobernadores que en Gobernación identifican como los cabecillas de la rebelión federalista, es el recurso del que se ha echado mano y, ahora, al menos en el caso de Sinaloa, el litigio ya escaló a otro poder, el Poder Judicial, para que éste resuelva en definitiva el enredo de las participaciones. El discurso de la transparencia y el acceso a la información pública lo desmorona el propio gobierno foxista al no dejar en claro qué números maneja Hacienda. Octubre se fue con esa crisis que aún hoy, en noviembre, no termina.
*** En esas circunstancias, nada improbable es que el vendaval de este mes tenga vientos cruzados. Unos provenientes del litigio con los gobernadores y otros del juicio de desafuero de los dirigentes y legisladores petroleros. Ambos problemas tendrán que crecer en estos días y, en el caso del priismo, podrían terminar por contaminarse. Ambos problemas estarán en su punto de cocimiento y el priismo, quiéralo o no, tendrá que tomar una decisión ante una muy difícil solución. La alternativa del priismo es tan simple como compleja: traza su raya frente a la dirigencia petrolera y el labastidismo para tratar de impedir que el chapopote salpique en su conjunto al partido que, por lo demás, entrará en la fase preparatoria de los procesos electorales federal y estatales, o se ve obligado -por cultura de la complicidad y el miedo- a colocarse detrás de la dirigencia petrolera y el labastidismo para apoyarlos tope con lo que tope. Esa es la crisis que se pinta nítidamente para este mes que comienza. En ese esquema, el foxismo tendrá que echar mano de la amenaza de la inestabilidad y la ingobernabilidad.
*** En diciembre, el frío político se sentirá hasta los huesos. En juego estará el presupuesto federal 2003 y ese asunto desde ahora hace titiritar a más de uno. El cierre de año será por fuerza bastante complejo: a las malas relaciones del Poder Ejecutivo con los legisladores, los partidos y los gobernadores, se añadirá el hecho de que los dirigentes y legisladores petroleros estarán en capilla. En esa atmósfera se discutirá un presupuesto marcado por la austeridad y la oscuridad, o sea, la falta de recursos y la falta de transparencia en su manejo. En ese momento, quizá, la amenaza se convierte en algo más que un peligro. A ese cuadro, habrá que añadir los toques de pincel, más bien de brocha gorda, que la temporada electoral acarreará dentro de las posturas que ventilen las distintas fracciones parlamentarias en relación con el presupuesto. En la compostura de las fracciones influirá no sólo lo que los partidos demanden de cara al próximo periodo electoral, sino también los intereses de los diputados en funciones que, desde ahora, buscan acomodarse para no quedar en el desempleo político el año entrante. En ese sentido, las tarjetas navideñas que se entrecrucen los distintos actores involucrados en la escena no necesariamente contendrán buenos deseos.
*** Por ese callejón camina y se adentra el gobierno foxista. Es difícil determinar, desde ahora, si hay salidas en ese callejón que conduce a un año electoral que, por su naturaleza, subrayará necesariamente las diferencias y no las coincidencias entre las distintas fuerzas políticas. En esa atmósfera, será en extremo difícil tratar de sacar adelante las reformas estructurales que el desarrollo exige.
El cierre de este año se ve difícil, una crisis por mes marca su desarrollo y es preciso que el Gobierno reconsidere que no es este el momento de tirar como de construir puentes. Son muy pocos días los que tiene el gobierno foxista para replantearse su estrategia hacia afuera y son muy pocos días los que tiene para replantearse la necesaria coordinación y cohesión que debe tener hacia adentro.
A casi dos años de gobierno, el jefe del Ejecutivo ha salido imprudentemente al frente de muchos problemas mientras su equipo de trabajo se ha cobijado en su sombra y, ahora, que el equipo de trabajo tiene que salir porque la figura presidencial se está desgastando, es evidente que no sólo entre las distintas secretarías de Estado hay desentendimientos sino, algo peor, que al interior de ellas también existen problemas.
Se ve claramente que al interior de la secretarías de Hacienda y de Gobernación, pilares en el gobierno, los equipos no trabajan coordinadamente y, entonces, es urgente que al menos en ese nivel haya cierta congruencia en vez de un concurso de incompetencias internas.
*** Hacer de la amenaza, el desencuentro y el chantaje un recurso político, pensar que la tarea de gobernar es sortear el problema del día, de la semana o el mes, no es hacer política como tampoco es gobernar.
Muy pocos días le quedan al Gobierno para replantearse su estrategia hacia afuera como muy pocos días le quedan para replantearse su cohesión hacia adentro.
El presidente Vicente Fox tendría que tomar nota de por dónde y hacia dónde camina y dónde está parado. El año entrante es complejo y el cierre de este año se ve difícil, es hora de tomar decisiones, ajustar el equipo, fijar prioridades y emprender una carrera hacia otro destino. Se trata de hacer algo, no sólo de evitar que algo ocurra.