Al hablar acerca de las diferencias que existen entre generosidad y justicia, dice André Comte Sponville, que la primera, es más subjetiva, más singular, más afectuosa y más espontánea. En cuanto a la aplicación de la justicia, para el autor del “Pequeño tratado de las grandes virtudes”, esta acción guarda algo de más objetivo, es más universal, más intelectual e incluso, más reflexivo. Para el joven filósofo, la generosidad tiene más que ver con el corazón o con el temperamento; en cambio, la justicia, estaría relacionada con el espíritu o la razón. “Los derechos del hombre, por ejemplo, pueden ser objeto de una declaración. La generosidad, no: de lo que se trata es de reaccionar, de actuar; pero no en función de un texto o de una ley humana, sino conforme a las únicas exigencias del amor, de la moral o de la solidaridad”.
Líneas abajo el autor se pregunta, ¿qué es la solidaridad? Es una forma de ser, antes que un deber. Pero también es un estado anímico (el cual se siente o no se siente), antes de ser una virtud o más bien un valor. En suma, la solidaridad significa una cohesión interdependiente, de una comunidad de intereses o de destinos. En este sentido ser solidario, es pertenecer a un mismo conjunto y por ende, compartir -quiera o no, lo sepa o no- una misma historia.
Podríamos decir que la solidaridad objetiva es lo que distingue a la piedra de los granos de arena, es decir, la diferencia entre una sociedad y una multitud. Más adelante, Comte Sponville, hace hincapié en lo que aseguran los lexicógrafos en relación a la palabra solidaridad, la cual se ha convertido “en el vocabulario sociopolítico en un prudente sustituto que corresponde a igualdad.
Algo me dice que el Excmo. Embajador de Francia, Philippe Faure, ha leído, con atención, el libro de su compatriota. ¿Qué me hace suponer lo anterior? La solidaridad con la que se dio a la tarea de reunir un millón doscientos mil pesos para apoyar a los damnificados que dejó el huracán Isidore a su paso por Yucatán. Bastó con que pidiera ayuda a algunas empresas francesas instaladas en México, para contar con su solidaridad, me comentó, hace unos días, Philippe Faure. En efecto, al ver todas esas imágenes de las inundaciones provocadas por el desastre natural, en la televisión, el embajador se dijo que tenía que hacer algo, que tenía que actuar, que reaccionar; en otras palabras, pedir ayuda para ayudar.
De ahí que de inmediato, se hubiera puesto manos a la obra para reunir un buen fondo y así poderlo enviar en cuanto pudiera. Primero se dirigió al director del grupo Carrefour -que por cierto cuenta con un hipermercado en Mérida- para solicitarle su colaboración económica. Con gusto participaré con un millón de pesos, le dijo. La misma respuesta solidario la obtuvo el señor Faurre, con el laboratorio farmacéutico franco-alemán Aventis, el cual de inmediato envió, por medio de la Cruz Roja y la organización Cáritas, medicinas (antibióticos, medicamentos antifúngicos, antialérgicos y contra la amibiasis, vacunas antitetánicas). Todo esto por un valor de 700 mil pesos. La empresa que no podía faltar en el equipo solidario que estaba formando Philippe era Danone. Cuente con 4 mil botellas de agua potable, le comentó su director en nuestro país.
Pero faltaba algo muy importante, la colaboración de especialistas profesionales en tragedias naturales, de especialistas que además, fueran médicos. Es evidente que en la primera agrupación en la que pensó el señor Faure, fue en Medecins du monde, asociación fundada en 1980 para llevar auxilio a las poblaciones más vulnerables tanto en Francia como en el resto del mundo. Comptez sur nous, dijeron dos voluntarios de la organización Médicos del Mundo. Acto seguido, la compañía aérea Air France y su socio Aeroméxico, enviaron los boletos de avión.
Cuando me enteré de lo anterior me acordé de los bomberos franceses que vinieron a auxiliarnos durante el temblor de 1985. Tres días anduve con ellos ayudándolos como intérprete entre los escombros. Tres días en que me pude percatar de su profesionalismo, pero sobre todo, de su espíritu solidario. Me apantallaron, me impresionaron y me conmovieron. A medida de que el embajador de Francia iba reuniendo toda esta ayuda, se iba animando en seguir pidiéndola. Muy pronto me di cuenta, que si uno no pide ayuda, no obtiene. Pero, le repito, que basta con que uno la solicite, para darse cuenta, que la gente sí quiere ayudar, siempre y cuando, se le solicite su colaboración.
Así de rápida fue la reacción tanto del grupo Suez como del grupo Vivendi a través de su filial SETESA a cuyos directores se les ocurrió organizar una colecta entre sus empleados de las filiales que tienen por todo el país. ¡Oh, mon Dieu!, ha de haber exclamado el señor embajador, al advertir que en un santiamén había reunido más de cinco millones de pesos en especie, sin contar la ayuda económica por parte del estado francés que serviría para la reconstrucción de viviendas. Lo que más le extrañó, me comentó, después, telefónicamente, es que a todo aquel a quien le pedía su colaboración, la respuesta era unánime: mais oui, mais bien sur. Solidario como es Faure, no nada más actuó individualmente, sino que se puso de acuerdo con su homólogo el embajador de Alemania. Yo ayudo a Campeche”, le ofreció su colega.
Lo único que le faltaba al señor embajador de Francia, era ir personalmente hasta el lugar de los hechos. Junto con su guapísima esposa viajaron hasta Mérida en donde, comieron con Patricio Patrón para conocer aún mejor la situación en que vive su estado. Aunque se trata de un gobernador muy joven y algo tímido, me di cuenta, en la medida de lo posible, que tenía todo bajo control. Es cierto que la prensa mexicana ha sido muy dura con él, sin embargo me dio una excelente impresión. Junto con Christine sobrevolamos varios poblados totalmente devastados. Urge más ayuda, me dijo Philippe sintiéndolo muy involucrado con la situación tan dramática que vive el sureste del país. Los acuerdos con el gobernador Patrón Laviada fueron bien precisos, se entregarían 250 mil pesos al DIF del estado de Yucatán; así mismo se le pondría a su disposición 350 mil pesos en forma de vales de compra de productos alimenticios (aceite, atún, azúcar, sal, leche en polvo, harina de maíz, arroz, frijoles negros, agua, galletes, café); igualmente, se enviarían 350 mil pesos en productos farmacéuticos.
Y finalmente, se pondrían a la orden de la Organización no Gubernamental francesa, “Médicos del Mundo”, 50 mil pesos. No puedo ocultar mi espíritu francófilo. Siempre lo he confesado a los cuatro vientos. Pero no hay duda, que tengo razón. Francia es una nación solidaria. Es una nación, tal vez con algunos claroscuros históricos, pero básicamente civilizada y solidaria. Sin embargo, como conclusión podríamos decir, apoyándonos en las tesis de Comte Sponville, que no solidaridad lo que necesitan Campeche, Quintana Roo y Yucatán, sino justicia y generosidad. No nos queda más que agradecerle al señor embajador de Francia, por toda su solidaridad, generosidad y sentido de justicia, que tuvo respecto a los damnificados yucatecos. Como agradecimiento permítanme una “bomba yucateca”
A la tierra del faisán, los panuchos y salbutes,
Llegaron con la lana nuestros amigos los franchutes,
La esperada ayuda llegó como de rayo, pero no por eso olvidaremos el 5 de mayo. ¡Boooomba!