Los valores éticos más altos
La realización de los valores éticos más altos es esencial en nuestra cosmovisión humanista. Nosotros, los humanistas, creemos que el conocimiento científico nos puede y debe capacitarnos para hacer elecciones más prudentes. En este sentido no hay un muro infranqueable entre los hechos y los valores, es decir, entre el es y el debe. Mediante el uso de la razón y el conocimiento nos podemos capacitar para materializar nuestros valores, llevarlos a la luz de la evidencia y al mismo tiempo tener una precognición de las consecuencias.
Los humanistas hemos sido injustamente acusados de proporcionar los fundamentos morales que conducen al caos. Al contrario, hemos suministrado a través de los siglos, estamos suministrando ahora, y los que vienen detrás de nosotros también lo harán, los pilares para la verdadera acción moral.
Nosotros los humanistas deseamos llevar vidas ejemplares, que sean un verdadero modelo, que produzcan ciudadanos y sociedades responsables. Pensamos que estamos contribuyendo a hacer mejor la sociedad. Nuestra ética no reconoce premisas religiosas; solamente morales. Juzgamos la moralidad por sus consecuencias en la felicidad humana y la justicia social. No necesitamos códigos ni predicadores. Nuestra integridad hace la diferencia.
Nos comprometemos a maximizar la libertad de elección. Hemos de tener libertad de pensamiento, conciencia e investigación. Cada individuo debe escoger su estilo de vida en tanto no perjudique a otros. Esto es especialmente relevante en las sociedades democráticas donde de hecho coexisten una multiplicidad de sistemas alternativos de valores. Así, se puede decir que los humanistas siempre hemos apreciado y respetado la diversidad.
Por supuesto, queremos la libertad, pero tiene que ir aparejada con la responsabilidad. Vivimos en el seno de comunidades y la libertad no nos autoriza para lo ilegítimo, lo destructivo y lo que perjudica. Hoy las sociedades y los individuos gozan de una libertad sin paralelo en la historia, pero no tiene su equivalente en la responsabilidad.
Necesitamos moderación, templanza, continencia y autocontrol. Buscamos la excelencia, la creatividad, el gusto estético, la prudencia en las motivaciones, la racionalidad y una obligación de llevar a su cumplimiento los más altos talentos de cada cual. El humanismo busca sacar a flote lo mejor de la gente, de manera que todo mundo pueda tener lo mejor de la vida.
Como seres pensantes, reconocemos nuestras responsabilidades y deudas con los demás. Esto significa que no debemos tratar a los demás seres humanos como meros objetos para nuestra satisfacción; debemos considerarlos como personas dignas de igual consideración que nosotros mismos. Aceptamos la Regla de Oro, según la cual no debemos tratar a otros como no queremos que nos traten a nosotros.
La buena disposición, la limpieza en las motivaciones y el trato cuidadoso y gentil son esenciales para la conducta ética. Esto implica que deberíamos desarrollar un interés altruista hacia las necesidades e intereses de los demás. Debemos decir la verdad, cumplir las promesas, ser honestos, sinceros, hacer el bien, ser fiables y confiar, dar muestras de fidelidad, aprecio y gratitud; ser bien pensados, justos y tolerantes; debemos negociar nuestras diferencias razonablemente e intentar ser cooperativos; no debemos herir ni injuriar, ni tampoco hacer daño o atemorizar a otras personas.
Los humanistas recomendamos usar la razón para fundamentar nuestros juicios morales. El punto decisivo es que el conocimiento es esencial para formular decisiones éticas. En particular, necesitamos comprometernos a un proceso de deliberación. Los principios morales pueden mejor justificarse a la luz de la investigación reflexiva.
Necesitamos ciertamente apropiarnos de la mejor sabiduría moral del pasado, pero también desarrollar nuevas soluciones para los dilemas morales, viejos o no. Debemos respetar una ética de principios. Esto significa que el fin no justicia los medios; por el contrario, nuestros fines están modelados por nuestros medios.
El principio fundamental del que partimos es el respetar siempre la dignidad de otros. En cuanto nos sea posible hacerlo, nos comprometemos a mitigar el sufrimiento y a incrementar la suma de felicidad humana. Debemos ser tolerantes de la diversidad cultural. Todas las personas deben ser tratadas con sensibilidad, y en todo momento, debemos salir en defensa de los derechos humanos, en donde quiera que fueran conculcados.
Debemos asegurarnos que todas las personas sean tratadas igual ante la ley. Al mismo tiempo, nos comprometemos a hacer lo posible porque los individuos no sean indebidamente reprimidos, restringidos o coartados a la hora de ejercer un amplio espectro de elecciones personales. Esto incluye la libertad de pensamiento y de conciencia.
La privacidad es un derecho universal. Debemos respetar también la confidencialidad de los individuos. Debemos mantener vivo el libre mercado de ideas, el respeto a la diversidad de opiniones y permitir el derecho a disentir. Rechazamos cualquier tipo de censura que interfiera con la privacidad del individuo.
Lo más importante, los humanistas en los albores del siglo 2000, mantenemos ciertamente el optimismo. Rechazamos tajantemente las filosofías de la desesperanza. Somos parte de la gran aventura de la vida. El futuro siempre está abierto. Podemos libremente elegir.