Lo que acaba de poner al descubierto el coordinador de los diputados del Partido de Acción Nacional, de la actual legislatura federal, Felipe Calderón, deja en el enrarecido ambiente político nacional la sensación de que, usando una frase muy sobada, en todas partes se cuecen habas. La militante del PRD Petra Santos a la cabeza de un numeroso grupo de diputados del PRI y del PRD amenazaban, según denuncia Felipe, con no aprobar el presupuesto de Egresos de la Federación para el 2003 si no se les otorgaba un bono de marcha por un millón 250 mil pesos. El presupuesto pasó sin que se sepa se haya cedido a la petición de esos legisladores quienes alegaban que la cantidad era una compensación por los servicios prestados a los mexicanos durante el tiempo de su encargo.
No quiero ser cicatero con las sumas de dinero que allá se manejan. Pero lo primero que se me antoja es que querían una prestación ajena a un pueblo que en su gran mayoría no tiene ni para comer. No se justifica el beneficio a menos que haya algún motivo por el que tengan que ser premiados o estimulados. Cada mes, aun en los que la cámara está en receso y se supone que los diputados no trabajan, se les cubren sus prestaciones. Gruesas sumas de dinero por concepto de sueldos, aguinaldos y gastos se le otorgan durante el término de tres años que dura su gestión. En ninguna ley se establece que se les tenga que hacer un pago extraordinario una vez que concluye el período en que desempeñaron el cargo.
Si queremos encontrarle una explicación a la exigencia del privilegio de cobrar una suma de dinero la tiene en el antecedente de un congreso bi-camaral que por muchos años se despachó con la cuchara grande dado que sus líderes no tenían obligación de dar cuentas de sus actos a nadie. En razón del monto de dinero que antaño recibían los diputados los había de primera, de segunda y aun de tercera. La diferencia consistía en la comisiones que desempeñaban por las cuales se les cubría un sobresueldo. El grueso de los diputados se conformaban con recibir gastos rutinarios, como el costo de los viajes semanales a sus lugares de origen, así como las dietas acordadas en concepto de haberes que por el solo hecho de ser diputado se les concedía.
La manga ancha que privaba en esos tiempos permitía que para mandarlos contentos a sus casas, una vez que concluía el mandato, se acordara por sus pastores entregarles una suma extra, pero no se crea que por sus méritos en la discusión de los asuntos propios de sus cargos, los había que jamás subían al micrófono a defender o atacar un proyecto, las voces no se sabía si las tenían de tenor o de barítono pues jamás se habían atrevido a abrir la boca, dedicándose a levantar la mano cuando su líder se los indicaba, si no como una retribución a su mansedumbre. Aun solían recibir automóviles al inicio de su gestión los que, en este período, tuvieron que ser devueltos a las agencias cuando se conoció su presencia en los sótanos del edificio de San Lázaro sede de la cámara. No sé si es verídico lo que relata el coordinador de los diputados del blanquiazul. De ser así los diputados, que firmaron la solicitud de una entrega por concepto de retiro, de alguna forma recibirán lo que les corresponde ya que en nuestro país si bien la costumbre no es fuente del derecho, está demostrado hasta la saciedad que en política los ciegos leen novelas y los mudos cantan ópera.