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Un refugio con calor y comprensión

POR MIRIAM GONZÁLEZ,

TORREÓN, COAH.- En la Comarca Lagunera existen muchos lugares dedicados a cuidar de niños que están desprotegidos o que padecen algún tipo de discapacidad en específico; o bien, de personas que sufren enfermedades como el Alzheimer, así como instituciones dedicadas a velar por las personas de la tercera edad. Sin embargo, no existía un albergue para aquellas personas que, aunque no están enfermas o incapacitadas, no tienen quien vea por ellas.

Por esta razón se creó el Hogar de la Misericordia de Torreón, en donde se alberga a 15 personas entre adultos mayores y jóvenes, de los que algunos padecen discapacidad física e intelectual, pero la mayoría gozan de buen estado de salud.

Precisamente, el caso de Carlita es un tema especial. Ella llegó al hogar con un alto grado de desnutrición y llagas por todo su cuerpo, producto de los varios meses que permaneció en cama sin que alguien le proporcionara los cuidados necesarios.

Carla es muy joven, tan sólo tiene 23 años. Sus ojos son grandes y expresivos, su tez es blanca y es muy delgada. Ella padece una enfermedad degenerativa, y sólo tiene una hermanastra que ya es de edad avanzada y quien tenía que salir a trabajar, por lo que la dejaba sola y encerrada.

En el Hogar de la Misericordia además de Enriqueta Máynez, quien es la administradora, tres enfermeros le brindan la atención que ella requiere, uno por cada turno: mañana, tarde y noche.

Además, laboran otras dos personas que se encargan de la limpieza, la elaboración de los alimentos, y quienes también están al pendiente del cuidado de los habitantes de la casa.

Día a día, se tejen historias en este sitio, capaces de conmover a quien llega hasta su puerta. Una de éstas, es la de don Jaime quien fue llevado por su esposa hasta el albergue para que lo cuidaran, alegando que padecía una enfermedad terminal, y que no podía hacerse cargo de él.

Como antes se señala, el Hogar de la Misericordia fue creado para cuidar de las personas que no tuvieran quien velara por ellas, no obstante, don Jaime cuenta con una gran familia, quien luego de que el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) Torreón interviniera, terminó por hacerse cargo de él nuevamente

Durante su estancia en el Hogar de la Misericordia, don Jaime estuvo deprimido, y aunque no preguntaba por su familia, era evidente que se sentía abandonado. Por el día, y especialmente en la madrugada, la enfermera tenía que cambiar su pañal cuanto antes, pues si no lo hacía, él se lo quitaba y empezaba a regarlo por toda la cama.

Labor titánica

En teoría se dice fácil, pero en la práctica es mucho más difícil hacerse cargo del albergue. Enriqueta Máynez es quien día y noche está al pendiente del Hogar de la Misericordia, desde el pasado mes de diciembre. ?Desde entonces entró la alegría a este hogar?, asegura Cecy Menéndez, miembro del patronato.

Llega a las nueve de la mañana, se va una hora a comer, y regresa a las 3 de la tarde, para retirarse finalmente pasadas las ocho de la noche. Sin embargo, aunque esté en su casa, constantemente está llamando al albergue para preguntar cómo está don Arturo, o doña Esther, o Patricio, y el resto del grupo.

El sobre cupo

Aunque el Hogar tiene capacidad para 12 personas, actualmente se atienden 17, cifra que cambia constantemente con la salida de algunos y la llegada de otros.

?Es mucha la demanda?, comenta la misma Enriqueta, y agrega: ?tuvimos que acondicionar el primero de los cuartos, que funcionaba como capilla, para que ahí se agregaran otras camas?.

Los habitantes de la casa solían ir por las mañanas y por las tardes a rezar, pero ahora se conforman con tener la imagen del Señor de la Misericordia en la entrada y acercarse hasta ahí, para pedirle por su salud y por la de sus compañeros. También piden por Enriqueta, para que le dé fuerza de voluntad para continuar con su extenuante labor.

Seguido llegan personas que se enteran de la existencia del Hogar de la Misericordia por algún amigo o familiar, y acuden hasta el inmueble porque, a su vez, se han enterado de que alguien necesita de cuidados y atención que ahí le pueden brindar. Por ello, existe una lista de espera de 30 personas.

El mantenimiento

Margarita Lascuráin de Murra es la presidenta del patronato de esta institución, y ella es quien se encarga principalmente de conseguir los recursos económicos para el sostenimiento de la casa.

?En alimentos no se gasta mucho, ellos comen muy bien, lo que más falta nos hace son los pañales, pues se gastan 1200 al mes?.

Empresas y comercios pequeños les entregan donativos en especie fijos. Un restaurante les manda caldo de pollo un día, otro les envía caldo de pescado al siguiente, y ahí se van. Además, cuentan con el apoyo de una empresa que les entrega pollos y huevo cada quince días.

Sin embargo, el Hogar de la Misericordia está abierto a cualquier ayuda que la comunidad lagunera quiera hacerles llegar. Su principal demanda son los pañales, pero también hace falta dinero en efectivo para pagar los sueldos de las personas que atienden a los albergados. Sobre todo, para los enfermeros y para el personal de limpieza y mantenimiento.

Surge por necesidad...

El 28 de agosto de 1999 se cristaliza el sueño de un grupo de mujeres laguneras: Crear una institución que velara por las personas que no tienen quién las cuide. Margarita Lascuráin de Murra es una de ellas, quien luego de su labor en el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) Torreón durante la pasada administración, se dio cuenta de la necesidad que existía de un lugar así, por lo que junto a sus amigas se dio a la tarea de conseguir el inmueble.

La casa, que es propiedad de la familia Abusaid, fue cedida en comodato por 15 años ya que se encontraba un tanto abandonada.

?Yo soy la representante legal?, comenta Margarita, y Cecy López, María Luisa Berrueto, Magdalena Luengo, Susana Fernández Abusaid de Villarreal, María Elena Ruenes y Enrique Sada, son algunos de los miembros del patronato de esta institución.

?Es una obra triste porque ves dolor, pero muy bonita porque ves que cubre una necesidad; yo me encuentro sacerdotes o amigos míos, gente que se han enterado o que han visto el servicio que presta y nos lo agradecen muchísimo, ahora sí que no a nosotros, sino a Dios?, afirma Margarita.

Con respecto al sostenimiento de la casa, Enriqueta Máynez asegura: ?hay instituciones que nos dan donativos mensuales, y eso como que es la gran ayuda, porque entonces ya sabes con qué cuentas. También nos dan en especie, por ejemplo algunos establecimientos nos ayudan con caldo de pescado, caldo con verduras, los miércoles nos dan caldo de pollo; cada tercer día voy por el pan, me regalan 30 piezas, cada quince días nos regalan una caja de huevo y diez kilos de pollo, entre otras cosas?.

Además, de los donativos en especie, el Hogar de la Misericordia mantiene una campaña de tarjetas de donadores mensuales, que consiste en un control de las personas que aportan cierta cantidad regularmente; a cambio, obtienen un recibo deducible de impuestos.

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