Hay una gran incertidumbre sobre lo que va a suceder en los próximos días dado que el miedo se está apoderando de los mercados financieros ante la posibilidad de una inflación más alta por la depreciación del tipo de cambio. La creencia de que el gobierno estaba preparado para enderezar el barco de las finanzas públicas después de un período de aprendizaje se ha venido desvaneciendo. Ahora los hombres de negocios se están convenciendo de que el gobierno “no es capaz de hacer gran cosa” concluyendo que la luna de miel con los empresarios ya ha terminado pues estos “agotaron su paciencia”. Hemos de recordar que no existe en el mundo mayor impulso para salir huyendo que la que tiene el dinero cuando se da cuenta que su valor esta sujeto a la indecisión. El nerviosismo tiene en ascuas a los inversionistas.
El gobierno mexicano está recibiendo fuertes presiones de organismos internacionales para que arregle el asunto en que están involucrados líderes petroleros. No es para menos, una eventual huelga en Pemex ha puesto a temblar al mundo occidental pues no se ignora que en el abasto de crudo a Estados Unidos, México ocupa un lugar preponderante. Las consecuencias de una paralización de actividades en la empresa paraestatal, está por demás decirlo, serían desastrosas pues el gobierno correría el peligro latente de desmoronarse, el tipo de cambio se iría a las nubes y no se diga el incremento a las tasas de interés. Un panorama nada halagador para quien se ha venido ufanando de que gracias a sus medidas económicas estamos progresando.
Este terremoto cambiario, sin que nos vanagloriemos de estar descubriendo el hilo negro, traerá consecuencias indeseables en la política económica que hasta ahora han seguido nuestras autoridades. No se crea que no, aquí tenemos un gobierno al que se le ha venido dando tiempo para que, como un chiquillo (o chiquilla) en una escuela de párvulos, aprenda las primeras letras del abecedario político. Infortunadamente el gobierno no ha pasado del kindergarden y cuantas veces ha ido al pizarrón para resolver un problema lo han vapuleado bien y bonito terminando por ser empujado contra la pared portando orejas muy largas. Eso sucedió, citemos a manera de ejemplo un sonado caso, cuando no fue capaz de mantener la decisión del lugar donde deberían construirse instalaciones para una terminal aérea. Los que se dedican a las cuestiones financieras tienen razón en mostrarse desconfiados.
Algo muy grave está ocurriendo tras el muro que rodea las intrigas palaciegas. Es inaudito que al parejo de las pláticas de conciliación, en un emplazamiento a huelga en que se decidirán varios planteamientos que hace el sindicato a la empresa, se promueva el desafuero de los mismos lideres con los que se está platicando. A quien se le haya ocurrido la medida no pudo ser más inoportuno. No vende paletas en la esquina a quien pretenden llevar a prisión. Es un líder sindical que, tomando en cuenta la incapacidad negociadora que han mostrado los representantes del gobierno, está en posibilidad de lograr que los trabajadores pongan las banderas rojinegras en el exterior de las instalaciones de Pemex. Imaginemos por un momento lo que podría ocurrir con las finanzas públicas si llegara a paralizarse la industria que ha venido sosteniendo la economía del país. Lo que el gobierno no ha sopesado es que se está montando encima de un enorme tigre de bengala.