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Una ciudad, dos mundos | El dinero hace la diferencia

Por Luis Guillermo Hernández Aranda

El dinero hace la diferencia

Torreón, Coah.- Él toca el acordeón, ella alimenta a su hijo en espera de unas cuantas monedas. Juntos forman un matrimonio originario de Oaxaca que no conoce la Navidad, mucho menos la fiesta de Año Nuevo.

Sus rasgos son indígenas, están de paso en Torreón. Buscan conseguir dinero para llegar a Durango. Dos años atrás decidieron unir sus vidas, tenían como todos los matrimonios jóvenes sueños, deseos. La realidad para ellos ha sido dura. Su nuevo destino representa la esperanza de mejorar su calidad de vida. No dudan.

De su relación nació ya un pequeño niño de apenas cinco meses.

Él, vestido con una ligera chamarra que intenta cubrirlo del frío y una sucia cachucha, apenas sabe tocar algunas melodías en su instrumento. Las monedas no caen con mucha frecuencia en el viejo sombrero. Frente a ellos pasan familias con bolsas llenas de regalos, felices, comentando cuál será la cena de Nochebuena. Son los contrastes de la ciudad.

Los comercios ambulantes ubicados en el centro de Torreón ofrecen muchas posibilidades para comprar obsequios a bajo precio. En ellos es posible adquirir un muñeco luchador pintado como el Rayo de Jalisco por 20 pesos. La máscara es un poco más cara: 50 pesos. En los grandes negocios comerciales están los juguetes de moda, su precio rebasa con facilidad los 300 pesos. Ahí están a la espera El Hombre Araña y la Barbie. Algo muy caro para las personas que perciben un salario mínimo de apenas 40 pesos diarios.

El ingreso del matrimonio es todavía menor:

?Sacamos entre diez y veinte pesos al día, dice la mujer indígena que no deja de amamantar a su hijo.

El matrimonio se niega a dar su nombre. Tienen miedo de alguna redada que los devuelva a su lugar de origen. De ser así perderían lo único que les queda: la esperanza. Ellos sólo quieren llegar a Durango. En aquella ciudad no tienen familiares, pero tienen la fe de encontrar un futuro mejor. Tal vez si para ellos existiera la Navidad eso le pedirían a Santoclós.

Parados sobre la calle Hidalgo casi esquina con Falcón el matrimonio señala un lugar al preguntárseles dónde viven, ninguno en específico, después de todo la ciudad es demasiado grande. Ellos forman parte de los más de 50 millones de pobres que hay en México. De los olvidados por el discurso oficial, de los que únicamente existen en tiempos electorales.

Alejados de esta realidad se encuentran los grandes centros comerciales. Allí no existe la tristeza, todo es alegría. En diciembre la afluencia aumenta y la derrama económica es más fuerte.

Hay que aprovechar el aguinaldo, en enero la historia será distinta.

En los ?malls? los pasillos emulan un desfile de modas. Chicas guapas cargan bolsas y más bolsas. Algunas son acompañadas por sus novios, en los rostros la felicidad es la constante.

Las tarjetas de crédito pasan sobre las máquinas registradoras una y otra vez. Hay que comprar regalos para los hijos, los familiares, amigos y compadres. En estas fechas hay que dar, sobre todo cuando se puede.

En un establecimiento de comida está a la venta un arcón navideño cuyo precio rebasa los mil 200 pesos. El matrimonio indígena tendría que ganar 20 pesos diarios por 60 días, sin gastar nada, para poder comprarlo. Desgraciadamente no será así.

Una chica compra a su novio una chamarra de más de 500 pesos. El amor todo lo vale.

Entrar a una tienda del ?mall? es pararse en cualquier parte del mundo, menos en Torreón. El Distrito Federal, Monterrey, por qué no Nueva York. Discos de moda, artículos de lujo, todo al alcance. Efectos de la globalización. Ya no es necesario viajar a Estados Unidos para hacer compras navideñas como en los años ochenta: llegó el desarrollo y el bienestar. Aunque no para todos.

Jóvenes compran pantalones cuyo valor promedio es de 300 pesos. Casi en la esquina de Juárez y Juan Antonio de la Fuente un anuncio dice: ?Pantalones de mezclilla a 70 pesos?. La calidad es menos pero el poder adquisitivo no permite otra cosa. Aquí la gente se amontona.

??Hay que aprovechar?, dice una señora que toma a su pequeña hija de la mano.

A pesar de la cercanía de la Navidad, las ventas no han sido tan buenas como en años anteriores, comentan los comerciantes. El dinero ya no alcanza.

El matrimonio indígena es testigo de ello. La fecha es de caridad pero los transeúntes olvidan, o no pueden, depositar monedas en el viejo sombrero.

Ellos no cenarán pavo, ni bacalao. Es más ¿quién sabe si cenarán el 24 de diciembre? Ellos se conforman con comer algo en el día. Desayuno, comida, cena, es lo de menos.

?¿Aunque sea unos tamales?, pregunta el reportero

?No joven, dice la mujer.

? Es algo barato.

?Para nosotros es caro.

Mientras la mujer responde el esposo sigue tocando. Nadie se detiene, el sombrero viejo sigue sin lucir muchas monedas.

-Y la van a pasar con su familia.

-Nosotros tres nada más. Aquí no tenemos a nadie.

-¿Qué significa para ustedes la Navidad?

-Nosotros no sabemos de eso. No tenemos dinero, para nosotros no existe la Navidad ni la fiesta de Año Nuevo.

Época de luces... y sombras

Torreón, Coah.- Daniel tiene diez años. Pasea en su vieja bicicleta por montones de tierra. Es imposible mantenerse limpio. No lo hace por gusto, su colonia no está pavimentada.

Daniel vive en el ejido Arenales, aunque ya nadie siembra. Hace mucho desaparecieron las tierras. Es un ejemplo de la reforma al artículo 27 en tiempos de Carlos Salinas de Gortari, cuando los campesinos vieron esfumarse su forma de vida para ser absorbidos por la mancha urbana. El reparto agrario en tiempos de Lázaro Cárdenas es historia.

Al costado del aún llamado ejido puede verse la prosperidad, las promesas de desarrollo. El modelo económico tiene forma y color, así Daniel convive con empresas maquiladoras y de cemento orgullosamente mexicano. También es testigo de la construcción del bulevar Nueva Laguna. Daniel no conoce el significado de las palabras neolibelarismo, progreso y generación de empleos, él sólo sabe que en su hogar falta el agua.

Como todo niño Daniel espera con ansia el 24 de diciembre. Ya tiene lista su carta a Santaclós. Con ayuda de sus hermanos armó el viejo árbol de Navidad. Las esferas son las mismas de los últimos años, no sobra el dinero para destinarlo a la decoración. Cada vez es menos el poder adquisitivo de su familia.

Daniel afirma que se portó bien durante todo el año. Por este motivo espera una bicicleta nueva. En la que actualmente pasea está ya muy vieja.

En los Arenales el tiempo se detiene. La escenografía de las casas es muy distinta a la época festiva de diciembre. Aquí muy pocos se acuerdan de la Navidad. Hay otras preocupaciones, la falta de servicios primarios, y sobre todo, encontrar la solución a problemas aritméticos vitales: cómo hacer rendir el dinero.

Las casas no muestran adornos navideños, tampoco hay coronas pegadas en las puertas. Sin embargo en algunas ventanas puede verse propaganda del Partido Revolucionario Institucional con la imagen de Laura Reyes Retena y Salomón Juan Marcos Issa. Candidatos que buscaron un puesto de elección popular el pasado 29 de septiembre. El resultado es de todos conocido: el PAN gobernará a partir de enero en la ciudad.

A menos de 30 minutos de los Arenales puede apreciarse un panorama distinto. Uno donde la Navidad es la principal protagonista.

En la colonia El Campestre La Rosita, las grandes casas muestran sus mejoras galas para celebrar el nacimiento del niño Dios. Luces, coronas, muñecos de nieve gigantes y Santoclós, con trineo incluido, son las imágenes de la alegría, de la prosperidad. Torreón es una ciudad de contrastes. En diciembre los matices son más fuertes.

Aquí no hay carencias. Nunca faltan los servicios y el pavimento está implacable. En medio de la riqueza un grupo de albañiles que construyen una nueva residencia aprovechan un pequeño descanso para jugar una cascarita de futbol. A pesar de que algunos de ellos ya son padres de familia, conservan la ilusión de jugar como Braulio Luna, Cuauhtémoc Blanco y demás estrellas del balompié nacional. Por supuesto como el ídolo local Rodrigo ?El Pony? Ruiz.

En sus casas el dinero no sobra, pero comentan que ya compraron algunos pequeños regalos para sus hijos. Lo que sea por ellos. Bien vale la pena hacer un esfuerzo, después de todo trabajan durante todo el año en uno de los oficios más peligrosos del mundo. Las estadísticas no mienten: cada diez minutos muere una persona dedicada al trabajo de la construcción.

Para la Secretaría del Trabajo y Previsión Social el oficio de albañil resulta más peligroso que ser bombero o trabajar con cables de alta tensión. Ellos ignoran el peligro al que están expuesto, por eso meter un gol resulta una catarsis.

El menú del 24 de diciembre aún no está definido. Ellos esperan cenar tamales y un rico atolito, por supuesto el presupuesto debe alcanzar para algo de vino. Es día de fiesta, hay que celebrar. Su sueldo es el peor obstáculo. Aproximadamente 700 pesos por semana. Conocen su realidad, todos los días conviven con el otro México, donde no existen limitaciones económicas.

Seguramente los niños de las grandes casas ya visitaron con sus padres los ?malls? de moda para comprar los juguetes que anuncian en la televisión.

Daniel se conforma con una bicicleta, para los niños de mayores recursos económicos habrá mucho más que un regalo.

Uno de los albañiles comenta que su esposa es la encargada de preparar los tamales. Son más los de azúcar, es más económico.

En contraste las posibilidades cuando hay dinero se amplían. ¿Para qué cocinar si se puede comprar? Algunos establecimientos ofrecen diversos paquetes navideños. Los precios van desde los 450 pesos hasta más de mil pesos.

Una propuesta de cena puede ser: pavo con relleno de carne o apio, el cliente escoge, una rica salsa de mollejas, ¿crema de elote? o ¿consomé al oporto?, por supuesto una ensalada a elegir. Hay gente que no le gusta el pavo, para ellos se ofrece pierna adobada, jamón virginia, hay de todo para escoger, hasta frijoles charros.

Alguno de los albañiles seguramente comerá también frijoles, pero no por gusto. El dinero elige la carta.

El ambiente festivo se vive en casi toda la ciudad. Pareciera que en diciembre Torreón se transforma, diferentes escenarios saltan a la vista. Conviven el desarrollo y el progreso con la marginación y la pobreza.

Daniel confía que tendrá su bicicleta. Desgraciadamente Santaclós muchas veces olvida a los niños pobres.

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