Lo que ocurrió en Los Cabos, Baja California Sur no sería creible si no fuera por la seriedad que se le da al asunto en las noticias que se generan con motivo de la reunión de Jefes de Estado de varios países que conforman la APEC celebrada en pasados días donde coincidieron los presidentes de México y Estados Unidos. Lo que se dice es que en un encuentro entre Vicente Fox y George W. Bush, que duró casi 40 minutos dentro de los que se trataron diversos temas, uno de los cuales se refería al conflicto con Irak, el de Texas se encontró con una cerrada oposición para que lleve adelante su escalada bélica contra el país de Saddam Hussein sin el visto bueno de las naciones que integran la ONU. Hubo una clara divergencia del gobierno mexicano a que se proceda sin el consenso de esa organización internacional.
Estamos ciertos de que México estaba seguro de obrar correctamente por lo que no obstante las fuertes presiones que ejerce el elefante, al lado del cual dormimos, decidió mostrar su tradicional postura pacifista por que, al fin y al cabo, nada le hubiera costado alcahuetear al presidente Bush en sus propósitos intervencionistas, por aquello que dijo nuestro canciller Jorge Castañeda acerca de la conveniencia de estar en buenas relaciones con nuestros vecinos del Norte. Esa política entreguista que se dio, en el caso de la Cuba de Fidel Castro, cuando se votó a favor de la censura al gobierno de la Isla por lo que ve a la violación a los derechos humanos. De esta manera se rescata el principio de legalidad el que se enuncia diciendo que corresponde al concierto de naciones tomar las medidas que correspondan cuando se trata de buscar una solución que arregle los asuntos en los que se ponga en peligro la paz mundial.
Lo menos que se puede decir acerca de la negativa del gobierno mexicano para consentir que su política en materia internacional se adhiera a una actitud beligerante, sólo por que quien la encabeza o propone es el país económicamente más rico de la Tierra, es que actuó con gran ponderación. Creo firmemente que la postura mexicana, contrariamente a lo externado por el encargado de las relaciones exteriores, nos ha de dejar mejor posesionados en el ámbito internacional que si optáramos como país por ser un simple monigote de los Estados Unidos. Lo que podemos obtener es respeto que es algo que con el paso del tiempo hemos perdido sin ningún beneficio. Los que somos pueblo debemos sentirnos orgullosos de la postura tomada por nuestro Presidente. Una de cal por las que van de arena.
No somos un estado de la Unión Americana ni les debemos sumisión para que nos impongan criterios que no concuerdan con nuestra inveterada consideración a los derechos de los pueblos del orbe. La ayuda que como país hemos recibido es poca si consideramos la deuda que ellos contrajeron cuando, en una actitud expansionista, mutilaron nuestro territorio. Y no es completamente suya la culpa de lo que nos ha venido sucediendo en los dos últimos siglos. Nos hemos convertido en un país que carece de tradiciones propias teniendo que recurrir a la de los vecinos para sentir que somos alguien y que, por lo tanto, caminamos sobre el mismo suelo. Es cierto que tecnológicamente somos un país débil frente a ellos pero debemos dejarles saber que tenemos la razón y la justicia de nuestro lado como bases de nuestra consideración a los derechos de los demás.