Más que el producto de una depresión, el suicidio se atribuye a una confusión o desesperación de la persona que se siente sin alternativas ante las circunstancias difíciles, dijo el psicólogo Humberto Guajardo Acuña.
Una persona que está deprimida puede pensar en quitarse la vida y no hacerlo, o tomar la determinación cuando siente que todas sus posibilidades se agotaron; quien atraviesa por un periodo de confusión ni siquiera revisa la trascendencia del acto y dejar de pensar en el suicidio si se le cuestiona por qué o para qué quiere hacerlo, pues el objetivo real no es matarse sino estar bien. Es decir, no es un acto de valentía pero tampoco de cobardía como se trata de juzgar en nuestra sociedad.
A su consideración, el suicidio pudiese llegar a prevenirse cuando la persona refiere tener pocas expectativas en el futuro; desesperanza, cansancio o hartazgo de sus condiciones de vida.
Otro foco rojo es cuando el individuo comienza a demandar mucha atención y una especie de necesidad de ser rescatado.
Sin embargo, la única manera de evitar que los seres humanos lleguen a tomar esta fatal determina-ción es fomentando y creando una cultura de salud mental desde la familia, buscando establecer, incluso desde la infancia, un equilibrio entre las exigencias del medio ambiente y las necesidades internas.
En este sentido, el psicólogo detalló que ante una mayor exigencia, el individuo está rodeado de más expectativas y por lo tanto, se desencadenan mayores frustraciones, lo que explica que un alto porcentaje de los suicidios corresponda a personas con un nivel de preparación profesional.
A diferencia de las personas de baja condición económica, los profesionistas cuentan con menos factores de descarga de las tensiones, lo que agrava el peso de la presión social de un medio ambiente que exige pero no provee a la persona de lo que necesita para darse.
“La mejor herencia que podemos dejar a nuestros hijos no es la educación ni los bienes patrimonia-les sino la autoestima, las herramientas necesarias para que se defiendan y sepan que siempre habrá puertas por abrir”.
Para Humberto Guajardo, la psicología no es la panacea a los conflictos que pueden predisponer a una persona a suicidarse, aunque debe recurrirse a un profesional, o al menos a alguien para quien el individuo tenga autoridad moral para orientar cuando esos focos rojos se han identificado.