No hay fecha que no se llegue ni plazo que no se cumpla, dice la gente, expresando así la filosofía fatalista que lleva consigo el ser humano: todo ha de llegar, nada es imperecedero.
A mediados de esta semana, los candidatos a alcalde dieron por terminadas las campañas por medio de las cuáles hicieron conocer sus propuestas de gobierno. Ya se ha dicho que los ciudadanos le han perdido la confianza a los partidos políticos, por lo que el voto tendrá dos vertientes: el que nace del agradecimiento por los favores recibidos de parte de alguno de los aspirantes y el que deriva del cariño que tiene el ciudadano por el lugar en que reside. El que se imponga de estos dos sentimientos antagónicos pondrá al próximo alcalde en la silla de mando.
Los ciudadanos podrán escoger, de los candidatos registrados, al que sea de su predilección con sólo tomarse la molestia de acudir a las casillas electorales. Si usted no cumple con ese deber cívico, no se queje después, ni pida mejores servicios públicos en su ciudad. La única manera civilizada en que los ciudadanos podemos influir para que los hombres que van a manejar la cosa pública se conduzcan decentemente, con todo lo que ello implica, es hacerlas partícipes de que le deben el cargo a los sufragios y no a las trápalas que suelen usar los poderosos (según denuncia presentada ante el Ministerio Público donde se advierte que se descubrió una bodega y varias casas en que se almacenan despensas que presuntamente se repartirán entre electores en los municipios de Torreón y Matamoros; además, dicen los que acusan, se estaría cocinando un fraude electoral. (Periódico “El Financiero”, pág. 55, miércoles 25 de este mes).
Si le damos la espalda a la oportunidad de tener las autoridades que queremos, estaremos dejando que otros, por las buenas o por las malas, decidan por nosotros. Ése es el reto que se nos pone enfrente. Es la ocasión precisa de darles la legitimidad que requieren los que van a desempeñar un puesto público. Nuestra apatía nos puede llevar a lamentarnos del porqué no tenemos autoridades capaces, (las que en ocasiones confunden el término volviéndose rapaces.) Habrá muchos que irán a las urnas con el voto comprometido. No deje, por amor de Dios, que los futuros alcaldes resulten electos de entre quienes, sin voluntad propia u obligados por una precaria situación económica, permiten que los manipulen, mientras usted se queda apoltronado en su casa viendo televisión. Su ciudad bien vale el pequeño sacrificio de que este domingo salga a votar. Lleve a su familia, júntese con sus vecinos, siéntase orgulloso de hacer algo por su comunidad.
No pasamos por alto el hecho de que el que calla otorga. Esto es, el que no vota, tácitamente está consintiendo el resultado de gane quien gane. No hay en la ley electoral ninguna disposición que indique un número mínimo de ciudadanos para que tenga validez una elección. Se ha dicho en todos los tonos que a eso le apuestan los candidatos oficiales: a que la gente no acuda a votar; a que los votos cautivos sí estén presentes. De ahí que la gente piense que las campañas cortas no son sino otro recurso para evitar que la ciudadanía tenga tiempo de involucrarse, prendiendo su espíritu cívico. Hay tela de dónde cortar; esto es: hay candidatos suficientes para que usted seleccione a favor del cuál va a dar su voto. En el momento en que cruce el círculo en su boleta electoral, será usted un ciudadano responsable. ¡Vamos a votar!